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Día Internacional de la Juventud: las apuestas de la juventud rural de Colombia

La juventud rural está siendo protagonista de la transformación del campo colombiano. Estas son algunas de las historias y emprendimientos de jóvenes rurales que, apoyados por la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) y la Unión Europea, están creando proyectos y apoyando estrategias para innovar desde y para sus territorios. En el Día Internacional de la Juventud queremos resaltarlas.

Redacción Bibo
11 de agosto de 2021 - 01:00 p. m.
A través de la cooperación conjunta desarrollada entre la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) y la Unión Europea se han apoyado numerosas iniciativas de jóvenes para el desarrollo rural en Colombia.
A través de la cooperación conjunta desarrollada entre la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) y la Unión Europea se han apoyado numerosas iniciativas de jóvenes para el desarrollo rural en Colombia.
Foto: FAO Colombia

Luis Felipe Henao nació hace 26 años en el municipio de Calamar (Guaviare), “la puerta norte de entrada a la Amazonia y al Parque Nacional Natural Chiribiquete”, dice con orgullo. Desde muy pequeño empezó a valorar los ríos, el bosque y la selva de su territorio. “Empecé a ver la importancia de la Amazonia, y de apropiarnos y cuidar este territorio para que otros puedan seguir disfrutando de la paz que yo siento cuando estoy aquí”, explica.

Por eso decidió crear la Asociación DIGITALCOBOSQUES, que promueve la educación ambiental, el ecoturismo y la reforestación en la selva amazónica del Guaviare, a través de una plataforma web en la que difunde contenidos para redes sociales y realiza capacitaciones presenciales. Así ha logrado llegar a comunidades que están a cientos de kilómetros de distancia para promover la conservación y el cuidado del ambiente.

“Nuestro principal foco son los niños de las comunidades, porque ellos se convertirán en esos jóvenes que podrán seguir resguardando y transformando el territorio. Queremos que los jóvenes sigan siendo agentes de cambio positivo desde la ruralidad”, asegura. Y es que, aunque ha experimentado a lo largo de su vida los retos que implica ser un joven rural en Colombia, siempre ha elegido quedarse en el campo.

“Los jóvenes amazónicos y de zonas rurales nos enfrentamos en nuestra vida a muchas dificultades. Yo, por ejemplo, estudiaba a más de 40 kilómetros de distancia de mi casa, sobre la marginal de la selva que conecta a Calamar con Miraflores. Podría decir que, de los treinta estudiantes con los que tenía clase, fui el único que pudo ir a la universidad y, gracias a eso, construir un proyecto de vida que tuviera que ver con mi comunidad y mi territorio. Algunos se quedaron trabajando la tierra, jornaleando o criando ganado. Otros se fueron a la guerra”, dice.

En su departamento, por ejemplo, no cuentan todavía con una universidad pública, y las posibilidades de formarse son escasas, un problema que se repite a nivel nacional. La Gran Encuesta Integrada de Hogares del DANE señala que, a 2018, solo el 22% de los jóvenes rurales del país había cursado básica primaria, y que únicamente el 8,6% presenta estudios de postsecundaria. Esas condiciones educativas de los jóvenes rurales siguen poniéndolos en desventaja para continuar su ciclo de formación. insertarse adecuadamente en la vida laboral y contar con autonomía económica. Las consecuencias son alarmantes: casi el 40% de los jóvenes rurales se encuentra en condición de pobreza, hay un 14,6% que se encuentra en condición de indigencia (el triple de la proporción joven de las zonas urbanas) y una parte importante decide migrar a las grandes ciudades. La Encuesta de Calidad de Vida de 2015 estima que alrededor del 12% de los jóvenes rurales migran a las zonas urbanas. Sin embargo, esas barreras son también las que han motivado a Henao para construir desde la ruralidad. “Yo entendí que es en estos lugares, donde no hay oportunidades, que hay que crearlas. Y por eso me esfuerzo por crear mis propias oportunidades y generar otras para los demás”.

A través de la cooperación conjunta desarrollada entre la Agencia Italiana de Cooperación para el Desarrollo (AICS), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) y la Unión Europea se han apoyado numerosas iniciativas de jóvenes para el desarrollo rural en Colombia, como la de Luis Felipe. El foco está puesto en aspectos fundamentales como la educación, la construcción de paz, la empleabilidad, el ambiente, el territorio y el emprendimiento, pero también, en que los jóvenes del campo dejen de ser concebidos únicamente como mano de obra y sean reconocidos como actores sociales, culturales y políticos capaces de comprender, opinar y participar.

Entre los espacios que se han apoyado desde estas entidades también está la Mesa Nacional de Empleabilidad y Emprendimiento Juvenil Rural, coordinada actualmente por el Departamento Nacional de Planeación (DNP) y liderada por organizaciones de juventud rural, donde se encuentran más de 500 emprendimientos de jóvenes rurales de varios rincones de Colombia que están ayudando a construir desde y para sus territorios.

Esa Mesa no es solo un apoyo para hacer de los proyectos iniciativas sostenibles y fuentes de generación de ingreso, sino que también abre un espacio para que las y los jóvenes rurales puedan dialogar directamente con las instituciones del gobierno, participar y aportar desde sus conocimientos y necesidades a la generación de políticas públicas que brinden oportunidades reales para ellos y ellas.

Asimismo, funciona como un espacio para intercambiar experiencias entre los diferentes procesos organizativos de jóvenes a nivel regional y nacional, sobre todo, enfocadas en ideas innovadoras y aportes alrededor del campo. Las y los jóvenes están cada vez más interesados en temas como la bioeconomía, la innovación digital, proyectos de conservación o turismo comunitario, y en la Mesa pueden compartir y proponer insumos para que se construyan políticas públicas que fortalezcan y fomenten esos intereses. ¿El gran objetivo? Prevenir que la juventud siga abandonando el campo y llegue a las ciudades a engrosar los cordones de pobreza. Por el contrario, su interés es que encuentren en el campo y en la riqueza de sus territorios oportunidades para quedarse, a través de políticas y proyectos enfocados en la juventud rural.

Las mujeres y el campo

Muchos de los proyectos que se están apoyando son fundados y liderados por mujeres.

Las mujeres rurales han tenido que enfrentarse históricamente a diversas inequidades y desigualdades en su vida en el campo. Labores no remuneradas, niveles mínimos de acceso a tierra, matrimonio infantil, maternidad prematura, violencia intrafamiliar y desplazamiento forzado son algunas de las barreras que han llevado a que las jóvenes rurales decidan abandonar el campo y migrar a la ciudad en búsqueda de otras opciones de trabajo. Como resultado, actualmente es más alto el porcentaje de hombres que residen en el campo. ¿Qué ha pasado con aquellas que deciden quedarse?

Jenny Paola Madrid vive en una vereda del municipio de Vistahermosa (Meta) y a sus 28 años está convencida de que quiere que su vida siga siendo en la ruralidad. “Aunque se cree que en el campo las oportunidades laborales solo están en el machete, yo siento que hay otras opciones que aún no son tan visibles”. Por eso, hace cinco años conformó la Asociación de Mujeres Campesinas de Piñalito (Asomucapi), en la que mujeres jóvenes, de la tercera edad, madres cabeza de hogar, y víctimas del conflicto se reúnen para impulsar nuevas alternativas de trabajo para ellas los negocios verdes.

“Tenemos abonos orgánicos, y la idea es que cada una pueda aprovechar los residuos de sus labores cotidianas para, por ejemplo, mejorar los cultivos de pancoger. Como la actividad más común aquí es la ganadería, aprovechamos el estiércol y la orina de las vacas para hacer abonos líquidos, biopreparados, compostaje y cultivos de lombrices”, cuenta. La idea, agrega, es fortalecer la agricultura familiar y comunitaria, y que las mujeres puedan tener su propia fuente de ingresos.

“El trabajo de la mujer rural es muy diverso. Atiende a los niños, ordeña, asume muchas labores de la casa y de la tierra, pero nada de eso es remunerado”, dice . “Con la asociación, queremos que las mujeres puedan recibir insumos y aportar también a la economía de las familias. Y para eso necesitamos ayuda del Gobierno y de organizaciones internacionales, que ya nos han apoyado con herramientas, conocimiento y asistencia técnica para mejorar nuestro sistema productivo”, explica

A pesar de esas motivaciones, todavía se enfrentan a grandes dificultades. Una de ellas es, por ejemplo, el acceso a la tierra. Jenny Paola, como muchas mujeres jóvenes rurales, no cuenta con un terreno propio. “No tengo presupuesto para comprar una finca, y esas políticas de crédito que han sacado desde el Gobierno no están llegando a las mujeres y a los y las jóvenes. Para los campesinos y las campesinas, la tierra es fundamental para poder hacer nuestro proyecto de vida”, cuenta.

Por eso, la Unión Europea, AICS y la FAO, en apoyo a la política de desarrollo rural en Colombia, buscan crear “lineamientos técnicos, operativos, financieros y legales para la sustentación del desarrollo de una estrategia para la profundización del Crédito de Fomento dirigido a las Mujeres Rurales y Jóvenes Rurales”, para que estas poblaciones puedan acceder a un crédito diferenciado que responda a sus necesidades reales. “Esto se realizará en alianza con la Dirección de capacidades productivas y generación de ingresos del Ministerio de Agricultura. Y los lineamientos comprenden las estrategias de comercialización y asociatividad, las cuales son fundamentales para el éxito de un emprendimiento del sector rural”, aseguran.

Además del acceso a la tierra y al crédito diferenciado, hay otros asuntos que saltan a la vista entre los retos de las mujeres y los jóvenes rurales como, por ejemplo, contar con una educación que sea más cercana a los nuevos intereses y necesidades de la juventud rural. Una educación estratégica que tenga en cuenta la voluntad de quienes deciden quedarse y que permita reforzar instituciones como el SENA, que llegan y tienen una amplia cobertura en la ruralidad.

Los jóvenes que le apostaron a la paz

Otra de las apuestas en las que ha venido trabajando la Mesa Nacional de Empleabilidad y Emprendimiento Juvenil Rural es generar oportunidades a favor de la construcción de paz y fortalecer los procesos de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET).

Así, ha permitido la participación de los jóvenes en la construcción del Plan Nacional de Generación de Ingresos de la Reforma Rural Integral (RRI) establecida en el Acuerdo de Paz.

Luz Herminda Velandia, hace parte de un grupo de mujeres en proceso de reincorporación con las que creó una asociación en la que realizan labores de sastrería. Aunque asegura que las oportunidades para los jóvenes y para las personas reinsertadas siguen siendo muy difíciles en el país, hace un par de años comenzó a construir un sueño. “Empezamos a recoger las experiencias de las excombatientes y a pensar en un proyecto de vida que nos beneficie y que nos permita tener autonomía”, asegura.

Con apoyo de la Misión de Verificación de la ONU, la Comisión de Verificación y la FAO pusieron en marcha el taller de Confecciones ‘Hilos de Paz’, para fortalecer su regreso a la vida civil. “Cambiar de un estilo de vida a otro es muy complejo, ha sido un proceso, pero hemos aprendido muchísimas cosas”, cuenta.

Organizaciones de mujeres, la FAO, la Unión Europea y otras organizaciones internacionales les han brindado apoyo para que continúen este camino. Talleres de liderazgo, culturales, formativos, capacitaciones y escuelas de campo para el fortalecimiento de sus capacidades les han permitido soñar otro proyecto de vida. “Nos sentimos mujeres capaces y emprendedoras, que aspiramos a tener un sueño distinto a ser amas de casa”, asegura. En la pandemia, por ejemplo, tuvieron a cargo un proyecto para producir 14 mil tapabocas, de los cuales gran parte fueron donados a las comunidades rurales aledañas.

Sin embargo, insiste, “las dificultades de los jóvenes de ahora siguen siendo las mismas que cuando yo era mucho más joven y decidí escaparme de mi casa para entrar a las filas de las antiguas FARC. No hay acceso a facilidades económicas y educativas, a los jóvenes les toca esforzarse muchísimo para estudiar su secundaria, para acceder al colegio, para tener un nivel educativo que les permita seguir aspirando a ser alguien más en la vida y que no se mueran sus sueños”. De ahí la importancia de que la participación de los y las jóvenes rurales en instancias como la Mesa Nacional de Empleabilidad y Emprendimiento Juvenil Rural. Impulsar la innovación, el empuje y las ganas de transformar sus realidades, debe ser un propósito común para el porvenir de la juventud rural y las futuras generaciones. Un camino trazado por la prosperidad y el bienestar desde el espacio conocido: el campo colombiano.

Por Redacción Bibo

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