El país más grande y más poblado de América Latina, que cuenta con la mayor extensión de la Amazonía, estrenará gobierno desde el primero de enero de 2019. Su dirigente, Jair Bolsonaro, un exmilitar de extrema derecha, anunció algunas de sus nuevas políticas durante la campaña. Una de ellas estremece a los ambientalistas del mundo: el Ministerio de Ambiente de este país, encargado de conservar los recursos naturales de la región y líder de planes en contra de la deforestación de la selva, será fusionado con la cartera de Agricultura. (Lea: La Amazonía y los indígenas, en vilo con el nuevo presidente de Brasil)
Esta medida, que será ejecutada en 54 días, pone en jaque una de las mayores riquezas del planeta: la selva húmeda más extensa, la Amazonía. Los intereses de este gobierno apuntan directamente al crecimiento agroindustrial, un impulso que deja a un lado la conservación de los recursos naturales de la región, el bienestar de las comunidades indígenas que viven en ese territorio y los derechos de las reservas naturales.
Tal situación era prevista desde que Bolsonaro se propuso como candidato presidencial. Desde entonces, el brasilero advirtió su rechazo a iniciativas internacionales en pro del medio ambiente como el Acuerdo de París. Se cree que su posición alentó la tendencia de pérdida de bosque en la Amazonia brasilera.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (INPE, en sus siglas en portugués), la deforestación en esta región aumentó 36 % entre junio y septiembre de este año en comparación con 2017. Ese lapso fue, precisamente, el tiempo de precampaña y campaña electoral.
La preocupación es que “Brasil es el país más diverso del mundo, tiene la mayor selva tropical y 12% del agua dulce del planeta; tiene todas las condiciones para estar al frente del giro global, más sólido cada día, rumbo a una economía sostenible”, subrayó el actual ministro de Ambiente en el diario El Informador.mx. Sin embargo, las políticas que pronto se impondrán parecen ir en contravía de este patrimonio.