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"Cantar es, esencialmente, amor"

Se graduó como abogado para darles gusto a sus padres, pero para complacer al público y para satisfacer su inclinación se dedicó a la exploración de la ópera contemporánea.

Ismael Triviño / Florida, Estados Unidos. Especial para El Espectador
18 de febrero de 2012 - 04:34 a. m.

Andrea Bocelli es una leyenda viva de la ópera contemporánea. Lleva más de 70 millones de discos vendidos en todo el planeta, ha cautivado con sus recitales a presidentes de Estados Unidos, Italia, China, Francia, al Papa Juan Pablo II y a muchas personalidades.

Ha compartido escenario con Stevie Wonder, el mítico Tonny Benett, Celine Dion, David Foster, Bono, Christina Aguilera, Eros Ramazotti, Laura Pausini, Martha Sánchez, Armando Manzanero, Julio Iglesias, con los personajes de los Muppets y con algunos que ya no están como Michael Jackson y el inolvidable Luciano Pavarotti.

Desde los seis años y viviendo en la región rural de la Toscana italiana, desarrolló el gusto por la música. El piano y la flauta fueron los instrumentos que lo cautivaron desde niño y que se fusionaron a su voz prodigiosa. Desde su nacimiento tenía problemas para ver, pero a los 12 años un accidente jugando fútbol lo dejó totalmente invidente. Esto no fue obstáculo para sacar un título en leyes y simultáneamente consolidar su vida como cantante.

A los 53 años ha tenido el privilegio de presentarse en escenarios como las Pirámides de Egipto o en la Ceremonia de los Juegos Olímpicos de Invierno de Turín, Italia. Desde China hasta el Madison Square Garden, en Nueva York. Fue el primer artista en dar un concierto frente a la Estatua de la Libertad.

El tenor recibió a El Espectador en una suite, frente al mar, del hotel Ritz Carlton en Fort Lauderdale, Florida. Está de gira por Estados Unidos en época de San Valentín; pero, dadas las actuales circunstancias, había que comenzar con una pregunta obligada.

¿Qué recuerdo le queda de Whitney Houston?

Whitney Houston me invitó a participar en un concierto en Verona, pero no pude ir. Siempre fui fanático de su instrumento vocal tan extraordinario. Creo en realidad que ella tenía un don, unas de las mejores voces en el campo del pop. Luego pude encontrarme con ella en los Grammy, fue uno de los pocos momentos que compartimos. Ahí supe que era una mujer exuberante y llena de vida. Es muy triste pensar que su vida se haya truncado así. Es una gran pérdida, desde el punto de vista de quien ama la voz.

¿Qué significa para usted cantar?

Es, esencialmente, amor. En estos días estar aquí en Estados Unidos me representa un gran trabajo, porque estoy preparando una ópera en Italia que se estrenará pronto, aparte de que es una obra que habla de amor y está basada en Romeo y Julieta.

Usted ha cantado en los escenarios más importantes del mundo, sin embargo, se demoró mucho en presentarse en el Central Park, de Nueva York, ¿cómo recuerda ese concierto?

Ese evento permanecerá en la memoria de todos. Desde el principio fue una experiencia de contacto con un público fascinante. El Central Park es un lugar emblemático en el que muy pocos artistas han tenido el privilegio de cantar. Así que viví esta experiencia que me transportó muchísimo. Creo que en Nueva York hay un público especial, que me ha seguido con mucho afecto.

Para algunos críticos este concierto de noviembre de 2011 fue una extravagancia. Más de tres horas, lloviendo, al aire libre. ¿Cómo nació la idea?

Nació hace unos cuantos años, cuando nos invitaron a Nueva York y era el centenario del parque, pero desafortunadamente no lo pudimos hacer por cuestiones técnicas y logísticas. Sin embargo, con la compañía discográfica tratamos de recuperar esta oportunidad que habíamos perdido y con enormes esfuerzos lo pudimos hacer.

¿Cuál fue su objetivo con este concierto gratuito?

Nunca tuve una meta numérica. Lo importante era regalar la emoción, regalar la música para aliviar la vida de tantas personas, así como mi vida cuando llegó la música. Fue como un bálsamo que me alivió y me ayudó.

Usted estudió leyes, ¿cuándo se dio cuenta de que el derecho no era lo suyo?, y, ¿cómo decidió inclinarse por la música?

Desde que era niño me pedían que cantara en los festivales, en casas de amigos o en la escuela. Siempre había alguien que me pedía que cantara. Obviamente, pensar en vivir de la música era un gran desafío, así que me gradué de leyes para que mis padres estuvieran contentos, y fueron unos estudios que hice con gusto, pero luego continué con mi vocación, que era la música.

Usted es considerado un hombre muy religioso, ¿qué tanto influye su fe en su música?

Es cierto, soy muy religioso. Para ser muy preciso, filosóficamente, soy muy religioso en el sentido de que él es la única alternativa que existe para explicar esta maravillosa creación que es el universo. La primera dirección que tomé fue contemplar la existencia de alguien superior que pensó en hacer todo esto. Luego leí las escrituras, obras que han cambiado mi vida.

¿Cree en el poder de la música para resolver los conflictos?

Esto es un acertijo, pero a mí me gustaría responder que sí. De lo que tengo certeza es de que la música tiene muchos poderes, incluso terapéuticos. Se debe hacer uso y no abuso. Veo a los jóvenes ahora con sus iPod y con toda una discografía en su bolsillo, mientras comen, en el ascensor, en el auto, a toda hora, y hacer esto significa quitarle a la música su poder. Uno se toma la medicina solamente cuando tiene la necesidad, no todo el tiempo, porque pierde su efecto, y cuando la necesite ya no va a funcionar.

El año pasado estuvo por primera vez en Colombia, ¿qué recuerdo le quedó de esa visita?

No lo conocía, aparte de los recuerdos que tenía de tantos años atrás de la escuela. Pero encontré un público fantástico, muy acogedor y mujeres hermosísimas.

¿Qué siente al ser papá por tercera vez?

Es otro modo de sentirse joven y sentir el deber moral de estar bien. Es un nuevo familiar que requiere un padre que la proteja y la lleve por el camino del amor.

¿Cuál cree que ha sido el mayor sacrificio que ha tenido que hacer por la música?

Cada carrera requiere sacrificio, pero si uno ama una cosa, no hay sacrificio. Pitágoras decía: “Escojan buenos hábitos y todo andará bien”. Si agarra el hábito de fumar, el fumador lo hará toda la vida, pero si agarra el hábito de la lectura o del canto, y toma el hábito de ejercitarse y practicar, podrá mantener la voz en buen estado. Los buenos hábitos traerán grandes satisfacciones.

Cinco años después de su partida, ¿cuál es el recuerdo más grato que le dejó su amigo Luciano Pavarotti?

Sin duda me enseñó muchas cosas, también en el plano técnico. Estar con él y cantar en su casa con su piano me abrió un mundo muy importante y muchas puertas en mi carrera. Luciano Pavarotti me enseñó a cantar, creo que esto es suficiente para definir mi gratitud.

Por Ismael Triviño / Florida, Estados Unidos. Especial para El Espectador

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