Los guiños de Ángel Sánchez

El impecable desfile del venezolano en Bogotá reveló su condición de "grande" en el mundo de la alta costura y también dejó ver los gustos íntimos del creador al adornar a las modelos con peinetas, aretes, collares y broches inspirados en la geometría del arte cinético. Sobre este y otros temas cruciales en su carrera, conversó con

Rocío Arias Hofman
05 de mayo de 2013 - 02:00 a. m.
Ángel Sánchez, en su paso por Bogotá.
Ángel Sánchez, en su paso por Bogotá.

Concentrado como un atleta de élite en un hotel del norte de Bogotá, el día anterior a su presentación en la ciudad el diseñador Ángel Sánchez dedica toda su atención a la selección de mujeres que mostrarán las 42 salidas en el desfile Otoño 2013 y Novias 2014 que resolvió hacer a favor de la niñez de Montería, a través de la Fundación A la Rueda Rueda, dirigida por Vivi Birguil de Sarmiento.

Nacido en Valera, Venezuela, Sánchez se formó primero como arquitecto. En 1997 abrió su primera boutique en Nueva York, luego de haber vestido durante la década anterior a mujeres en su país de origen, siempre con un estilo marcado por el refinamiento. Desde entonces, sus líneas limpias, apasionadamente geométricas, recorren el cuerpo femenino de una manera muy personal. Su territorio es el de la alta costura. Un oficio al que se dedica con devoción.

Premiadísimo, Ángel Sánchez acumula un palmarés envidiable: el Gold Coast Fashion Award (1998), el Moda Award de Washington, D.C. (1999), el Casita Maria New Designer Award (1999), y el New Star Award of Miami (2000). Hombre mediático, la convivencia con la Norteamérica más WASP (blanca, anglosajona y protestante) y celebrada no le ha borrado el acento deslizado, propio de los raizales cercanos al Caribe. Desprovisto de una actitud distinta a la de reivindicar su mirada sobre la realidad a través de la moda, Ángel Sánchez habló con El Espectador sin ninguna prisa:

¿Cómo le fue con el ‘casting’ de modelos en Bogotá? ¿Encontró a las mujeres que necesitaba? Entiendo que para usted es importante que sean físicamente naturales.
Insistí mucho con eso porque hice la colección en NY y las latinas tienen más curvas, bustos operados. Por eso preferí que fueran jóvenes, con ciertas características de cadera y altura. Escogí 30 modelos. Hay que entender que son latinas y que manejan el cuerpo diferente a las anglosajonas.

¿Siente que las miradas y el interés que se están concentrando en América Latina desde diversos sectores —económicos, sociales, políticos— acrecientan hoy el valor de su trabajo?
Claro, nos favorece a todos. Nunca había encontrado un boom latino representado en todas las áreas. Tenemos una posición muy privilegiada en términos de mercado. Contamos con economías que se están fortaleciendo. Estoy orgulloso de ser latino y ser parte de un movimiento así.

¿Cree que el hecho de ser venezolano hace que su vínculo con celebridades latinas como Eva Longoria, Giselle Bundchen y Salma Hayek sea distinto al que tiene con mujeres europeas o norteamericanas?
No, no creo que haya incidido. La química que tuve con Sandra Bullock, por ejemplo, fue natural y muy bonita. No me vendo como un diseñador latinoamericano, sino de origen latinoamericano. Interpreto a una mujer internacional y no solamente a una latina. El factor latino ayuda más bien a que los vínculos entre las celebridades se acrecienten entre ellas. Podía haber llegado primero a Miami, donde lo latino es apreciado de entrada. Sin embargo, la puerta más fácil no fue la que elegí. Fue Nueva York.

¿Le incomoda que al ser arquitecto, su trabajo en la industria de la moda sea leído desde esa disciplina —incluso lo han catalogado como “arquitecto de la moda”— y no desde la pura creación del diseñador, que también es?
No, todo lo contrario. Pienso que mi formación me proporciona una manera de entender mi trabajo de forma diferente. La moda se vende a veces desde las tendencias y la superficialidad. No se respeta desde las artes plásticas o desde la arquitectura. Por eso siento que ser arquitecto me define completamente.

¿Cómo es la colección que presenta en Bogotá, en cuanto a la línea cromática y la inspiración que hay en ella?
La primera es una colección dedicada al misterio de la mujer. Mientras más misteriosa y reservada, más enigmática me parece. La noche, en el sentido onírico, con la oscuridad y el resplandor, es lo que prima como entorno. Es elegante, sofisticada, llena de brillos. Luego viene la colección de novias, muy juvenil, luminosa. Es como un ángel con dos facetas. Me gusta lo seductor y lo oscuro al tiempo. Tiene como la Luna, dos lados.

¿Puede darnos detalles de su técnica a la hora de crear? ¿Dibuja figurines sobre papel, utiliza maniquíes, cómo es su método?
Me inclino más por el boceto, después busco el material y cuando lo tengo construyo la toile sobre maniquíes. Con los fittings ya logro proporcionar la idea. Soy de la vieja escuela, de la técnica de probar sobre modelos para comprobar los detalles (poner a las niñas en fila india para subir el ruedo, bajar la manga, etc.). Así es como me expreso. Como arquitecto dibujo trazos y luego quiero verlos representados en el producto final. Pero, como estoy en la moda, las improvisaciones son necesarias en el proceso creativo. A veces las ideas nacen de un error o de un accidente y eso puede ser más válido que el primer boceto. No soy tan rígido como Balenciaga; soy apasionado con el proceso creativo.

En el magnífico y revelador volumen ‘The Fashion Book’, editado por Phaidon, se afirma que la moda es algo situado en un punto medio entre el arte y el comercio. ¿Está de acuerdo con esta definición?
Sí, es verdad. No podemos entender la manera solamente desde un punto de vista artístico. Cuando hago casting, les pido a las modelos que “me vendan el traje”. Ese sentido de vender es mucho más dinámico que el que ocurre con una obra estática en la pared. El vestido seduce. El arte es un proceso más intelectual. Por eso la moda es de un consumo más ligero. El arte que conocí cuando jovencito y que todavía me motiva —el arte de los cinéticos, por ejemplo— lo trato de representar en la moda. A veces me gustaría saber cuánto inspira la moda al arte. La moda es un arte menor y es un arte comercial. Sin embargo, trato de mantener vivo el vínculo con el arte a través de los accesorios. Así logro anclar los dos mundos.

¿La elección del trabajo artesanal, ese ser preciosista que exige la alta costura, está relacionado, en su caso, con poder tener la máxima libertad creativa?
No, yo creo que lo que marca mucho es que en nuestros países se tiene mucho apego a la costurera. Coser manualmente el ruedo, por ejemplo, es algo inherente a la alta costura. Cualquier idea puede ser bien representada si está bien hecha. La calidad de los detalles, la confección, es primordial en el proceso creativo. A la técnica le puse tanta atención como a la creatividad. Porque el fundamento se deshace si hay mala confección, malos materiales. Miro con mucha atención el ready to wear y ansío poner mi punto de vista sobre esta ropa casual, porque entiendo que así se democratiza la moda.

En ‘La nariz de Cleopatra’, Judith Thurman relata que “el propio Balenciaga se atenía a la regla de que el secreto de la alta costura es negarse a toda transigencia... Su carrera era la de un monárquico, y los extremos de su estilo, sorprendentes a veces —austeridad y pompa, extravagancia y reserva, humildad e intolerancia—, no son sino el reflejo de las paradojas de su devoto catolicismo hispánico”. ¿Cómo valora usted a Balenciaga?
Yo creo que tengo que ser fiel a mí mismo. Tengo que interpretar a la mujer desde mi punto de vista. Siempre que las celebridades me piden lo que quieren, acaba imponiéndose lo que yo deseo hacer. Pero debo aclarar de antemano que mi acercamiento con la moda fue muy doméstico, sucedió a través de mi madre, que era costurera. Sin embargo, mi acercamiento intelectual con la moda fue precisamente a través de Balenciaga. Aprendí mucho leyendo y observando sus piezas. Fue el profesor de moda que nunca tuve. Lo venero mucho y pienso que su trabajo siempre es una referencia. Nunca deja de verse, aunque pase el tiempo y él ya no esté vivo para seguir probándolo.

¿Le interesan los trabajos con otros artistas, pintores, directores de cine o escritores como un proceso creativo mixto, al estilo ‘Coco Chanel y Jean Cocteau’?
Me encantan las colaboraciones. Son más interesantes. Lo hice con el artista Rafael Barrios y así nació la colección Flores y satélites. Me encantaría seguir haciéndolo. Lo he hecho con Patricia Van Dalen y Paulo Castro. Para mí el arte es un espacio natural.

Por último, quisiera preguntarle por una noticia que ha estremecido al mundo, más allá de la moda. Se trata de la muerte de más de 400 personas y centenares de desaparecidas a causa del derrumbe de un edificio construido con malos materiales en Bangladesh. Un lugar donde se confeccionaba ropa para empresas europeas y norteamericanas. Imagino que esta noticia también debe ser devastadora para usted como diseñador. ¿De qué manera pueden asegurarse los creativos de que su cadena de producción sea cuidadosa con las condiciones laborales de quienes confeccionan sus prendas?
Cuando leo la noticia me doy cuenta de que la responsabilidad de los diseñadores de moda es tremenda. El mercado impone una competencia de precios que obliga a bajar los costos de producción. Como diseñador de alta costura protejo mucho a mi equipo de trabajo, son como mi familia. Las condiciones tienen que ser favorables. Cuando manejas volúmenes como el de la moda masiva o el de cualquier producto masivo, los equipos se trasladan a otros países donde los costos de producción son más bajos. La moda se ve inmersa en esto y acaba involucrada en estas situaciones. Los responsables deben pagar por lo que pasó en Bangladesh y los diseñadores debemos aprender de esto para modificar los métodos. En Italia, por ejemplo, conocí una industria impecable con sus trabajadores y no pudieron resistir la competencia. Ahora ha cambiado mucho.

www.sentadaensusillaverde.com

Por Rocío Arias Hofman

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