El expreso bahiano

Luego de su gestión en el Ministerio de Cultura del Brasil, su gira ‘Concierto de cuerdas y máquinas de ritmo’ incluye dos presentaciones en Colombia.

Juan Carlos Piedrahíta B.
08 de septiembre de 2012 - 02:45 a. m.
Gilberto Gil ha logrado mezclar las influencias de su país con corrientes universales.  /Fotos: Archivo particular
Gilberto Gil ha logrado mezclar las influencias de su país con corrientes universales. /Fotos: Archivo particular

Gilberto Gil hizo del jingle un modelo de comunicación. En su primera etapa creativa, durante las décadas de los 50 y los 60, diseñó sólidas estructuras publicitarias para que los mensajes llegaran a los oídos jóvenes de forma contundente y sin desviarse en el camino. El recurso que empleó para llevar a buen término su propósito fue la música, aprovechando que desde muy pequeño tuvo una relación estrecha con ella. Fue el sonido del acordeón el que primero lo sedujo. Se acercó a él como un aficionado, pero el instrumento no le proporcionó las herramientas necesarias para desarrollar una composición fluida, así que más bien optó por ser simplemente su admirador, su fiel seguidor, pero no su cómplice.

Para desempeñar ese rol de aliada, que está mucho más próximo a la hermandad que a la amistad, encontró a la guitarra. Este instrumento de cuerdas fue muy funcional para Gil, menos engorroso al momento de transportarlo y, sobre todo, incondicional hasta en los instantes más crudos. La prueba mayor de lealtad entre la carne y la madera la vivieron Gil y su guitarra durante el tiempo la dictadura en Brasil, cuando este artista y otros más, como Caetano Veloso y Chico Buarque de Holanda, asumieron la voz de todos aquellos que, amedrentados, preferían reservarse sus opiniones.

El costo de sus manifestaciones de libertad a través de la palabra y de la música fue inmenso, porque implicó varios meses de destierro y la ausencia social en un momento, plenos años 60, en el que la exigencia era armarse de valor y entrar en sintonía con las corrientes revolucionarias nacientes en Cuba, Chile y Argentina, principalmente.

A pesar de tener un idioma distinto, una decidida corriente intelectual de Brasil se sumó a las preocupaciones de Iberoamérica y muchos músicos, entre ellos Gilberto Gil, establecieron vínculos con algunos de los exponentes de lo que en su momento se conoció como la nueva canción. Desde España aparecieron Joan Manuel Serrat, Luis Eduardo Aute y Paco Ibáñez; los encargados de liderar el movimiento en Chile fueron Violeta Parra y Víctor Jara, mientras que en Argentina Atahualpa Yupanqui, Facundo Cabral, Alberto Cortez y la voz de Mercedes Sosa se alzaron en contra del establecimiento. Faltaba el ingrediente caribeño y la nueva trova cubana (fortalecida con el triunfo de la Revolución en 1959) lo aportó y con creces.

El panorama de la inconformidad estaba completo y las corrientes culturales brasileñas empezaron a comandar el camino. Lo hicieron a través de creaciones artísticas con altísimos contenidos sociales pero con un elemento diferenciador: el hecho de impulsar sus tradiciones folclóricas y la posibilidad de mostrarle al mundo sus riquezas. Antonio Carlos Jobim, Milton Nascimento, Chico Burque de Holanda, Elis Regina y Gilberto Gil, entre muchas otras figuras, se desempeñaron de forma activa en esa urgencia de salir del núcleo y exhibirse por fuera de un terreno ya conocido.

Desde Europa, Gil siguió apoyando la emergencia social. Elaboró letras para motivar el cambio, pero también se ocupó de fortalecer los componentes autóctonos del sonido del Brasil aunque mezclados con propuestas universales. Ayudó a la consolidación de Elis Regina como una de las más versátiles voces de su país y fue el estandarte del tropicalismo, iniciativa artística arrolladora que con su poderío llegó a contagiar, sin importar mucho el idioma, a muchas propuestas sonoras en América Latina. Su tránsito por el Viejo Continente fue determinante para su carrera porque allí estableció vínculos con Pink Floyd, Yes, Rod Stewart y The Incredible String Band.

En Londres, ciudad en la que pasó la mayor parte de su exilio, tuvo gran influencia de los artistas de géneros como el pop y el rock. Los Beatles lo guiaron por el camino correcto y le mostraron que en la música, como en casi todos los ámbitos de la vida, menos es siempre más. Con Jimi Hendrix fue distinto, y después de verlo muchas veces sobre el escenario entendió que en la tarima, ese pedestal en el que se ubican los artistas para complacer a los que están abajo, el público es capaz de perdonar cualquier cosa menos el aburrimiento; esa fue la enseñanza más importante que obtuvo del virtuoso guitarrista estadounidense.

“Por fuera encontré la libertad de traer nuevos elementos de muchas partes del mundo, incluso del Brasil mismo, sin que la música dejara de ser brasileña”, opinó el bahiano Gilberto Gil cuando le preguntaron sobre el recuerdo de sus años en el exilio.

La riqueza musical de su nación, las ideas propias de la forma en la que deberían estar escritas las canciones y ese aire internacional que surgió a partir de los nexos entre Gil y figuras sobresalientes del rock y del pop en el mundo, hicieron que su oferta fuera legítima. Expresso 2222, A gente precisa ver o luar, Gilberto Gil ao vivo em Montreux, Soy loco por ti, América y Dia Dorim Noite Neon se volvieron piezas de colección y, gracias a sus alcances, Lula da Silva pensó en él para ocupar el cargo de ministro de Cultura (2003-2008). Desde su escritorio fortaleció las leyes en beneficio de los artistas y se preocupó por la recuperación del patrimonio arquitectónico del Brasil.

Ahora, fuera de la vida política, Gilberto Gil sigue consintiendo a sus fanáticos con sus presentaciones. Tiene 70 años (nació el 26 de junio de 1942 en Salvador de Bahía) y en Colombia ofrecerá dos recitales dentro de su gira denominada Concierto de cuerdas y máquinas de ritmo, una fusión intimista de sus clásicos y de sus creaciones modernas. Gil estará acompañado de su hijo, el guitarrista Bem Gil, del maestro Jaques Morelembaum, el violinista Nicolas Krassik y el percusionista Gustavo di Dalva, integrante de su agrupación desde que tenía 15 años. A Colombia vendrá con todo: con canciones, sonidos nuevos, mucho tropicalismo y toda su parafernalia comunicativa.

Parte de la discografía de Gil
En más de medio siglo de vida artística, muchos han sido los trabajos discográficos que han marcado la historia de Gilberto Gil. En cada uno de ellos se ha preocupado por arriesgarse y todos tienen la capacidad de relatar lo que estaba viviendo el músico durante el proceso de su gestación.
‘Salvador, 1962-1963’ representa el inicio de una relación tan estrecha como fructífera con la música. Luego vendrían experimentos como ‘Louvação’, ‘Copacabana Mon Amour’, ‘Expresso 2222’, sin olvidar la serie denominada ‘Tropicalia’, que tanto ha caracterizado su propuesta musical. Los trabajos al lado de Caetano Veloso, Germano Matías, Rita Lee y Milton Nascimento, entre muchos otros colegas, tienen un lugar especial. Hace poco más de quince años publicó un ‘Unplugged’ que le otorgó un nuevo impulso a su arte. Sus más recientes producciones son ‘Gil Luminoso’, ‘Balé de Berlim’ y ‘Eletracústico’.

Gilberto Gil en Colombia.

Por Juan Carlos Piedrahíta B.

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