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Mario Vargas Llosa

LA ACADEMIA SUECA HA COMETIDO en el pasado algunas injusticias con los posibles premios Nobel de Literatura de lengua española: Rubén Darío, Antonio Machado y Jorge Luis Borges son algunas de las omisiones más notorias.

El Espectador
07 de octubre de 2010 - 11:00 p. m.

Después de estar mucho tiempo entre los finalistas recurrentes, siempre rechazados al final, daba la impresión de que también el gran escritor peruano Mario Vargas Llosa entraría en esa pequeña lista de excluidos, y algunos creían que se debía a sus posiciones políticas distantes de la izquierda que, desde Suecia, a veces se ven como las únicas apropiadas para América Latina.

Por fortuna estas conjeturas fueron desmentidas ayer con la atribución del Premio Nobel de Literatura a quien es el escritor que más se lo merece en este continente. Mario Vargas Llosa, a sus 74 años, lleva más de medio siglo deleitándonos con sus historias, iluminándonos con su brillo intelectual y sorprendiéndonos con su estilo limpio, claro, inteligente y fluido. Técnicamente hablando es un maestro del arte narrativo y entre las novelas más grandes que se han escrito en este continente están sin lugar a dudas La ciudad y los perros, Conversación en la catedral, La guerra del fin del mundo y La fiesta del Chivo.

Es además un escritor de una laboriosidad ejemplar y de una curiosidad y agudeza intelectual que parecen inagotables. Sus comentarios periódicos en El País de España bien podrían servir también de modelo para todos los analistas culturales y políticos de nuestro tiempo. Porque se esté de acuerdo con él o no, la fuerza de su opinión viene sustentada con argumentos sólidos y el trato que da a sus adversarios ideológicos es leal y respetuoso.

En lo que no cabe ninguna duda es en sus cualidades literarias, que es lo que hoy estamos celebrando. Su fuego, además, no se ha extinguido y afirman quienes han leído su última novela, próxima a salir, El sueño del celta, que ésta entra en la categoría de sus mejores obras. Es interesante señalar que una parte del relato ocurre en territorio colombiano y el mismo Vargas Llosa viajó por estas tierras en el proceso de investigación: las plantaciones de caucho de la Casa Arana, en la frontera entre Colombia y Perú, forman parte de la requisitoria de Roger Casement, tanto la persona real del aventurero, como el protagonista del libro, contra los abusos cometidos por los imperios belga y británico en desmedro de los nativos tropicales, bien fuera en África o en la Amazonia colombo-peruana.

Con este nuevo Premio Nobel literario para América Latina se demuestra una vez más que, si bien nuestros países presentan mucho atraso en materia tecnológica o científica (son muy pocos nuestros premios Nobel en este campo), en el aspecto literario y humanístico supimos recoger la herencia de la lengua literaria española y enriquecerla. Podemos celebrar, por último, que Vargas Llosa no hubiera triunfado en sus devaneos políticos. Al fin de cuentas, como le dijo ayer a Juan Cruz, periodista español —que por lo demás llega a Colombia para presidir la entrega del Premio Simón Bolívar de Periodismo—, “la literatura es mi manera de vivir, como decía Flaubert. No tendré otra, con sus sumas y sus restas, esa es la felicidad de mi vida. La literatura me ha dado lo mejor que tengo: los amigos, las experiencias. La entraña de mi vocación no es otra que la literatura y de ella sale todo lo que soy y todo lo que tengo. Es lo mejor que me ha pasado”. Quizá si hubiera llegado a ser, como quiso en un momento, presidente del Perú, no habría conseguido consolidar su obra hasta este punto que hoy lo sitúa en la cumbre más alta de las letras del mundo.

Por El Espectador

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