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El barco gira a la derecha

"ES MI RESPONSABILIDAD", DIJO UN compungido Barack Obama ante las cámaras al asumir la culpa por el fuerte golpe que  recibieron los demócratas  en las elecciones de "mitaca" de los Estados Unidos, mientras que los republicanos anunciaban un inmediato "cambio de rumbo en el barco".

El Espectador
05 de noviembre de 2010 - 11:00 p. m.

Ambos partidos dejaron abiertas las puertas para el diálogo y la negociación debería ser el nuevo nombre del juego, en especial cuando sobre la mesa está la eventual reelección de Obama en dos años.

Las encuestas señalaban con claridad que la cuenta de cobro, ante la falta de resultados en materia económica y la deficiente estrategia gubernamental para comunicar sus logros, la iban a resentir la mayoría de los candidatos demócratas al Congreso. Poco importó que fueran los propios republicanos, durante el gobierno de George W. Bush, los causantes del descalabro económico que mantiene al país postrado. Lo que contó, al final del día, fue que luego de 18 meses las cosas no cambiaron para el bolsillo de los votantes.

Los republicanos, como ya se sabe, controlarán la Cámara al pasar de 178 a 243 escaños, mientras que los demócratas bajan de 255 a 192. En el Senado los demócratas mantienen una precaria mayoría en la que se cuentan dos independientes, uno de los cuales, Joe Liebermann, en algunos casos vota con los republicanos. De ahí que el Presidente, obrando con realismo político, prometió un proceso de rectificación, priorizando la creación de empleo, una mayor cercanía a los ciudadanos, apertura a nuevas ideas y al diálogo bipartidista, pero sin claudicar en aspectos esenciales como la reforma de salud. Lo grave de la situación es que, como lo mencionó John Boehner, nuevo líder republicano en la Cámara, ellos vienen a cobrar con todo al exigir un corte sustancial en el gasto público, una reducción definitiva en el déficit, la generación de empleo, menos impuestos y la disminución del Estado. Han prometido “guerra a muerte” a la reforma de salud, que consideran “socialista”, y si el Presidente no acepta las nuevas condiciones, le frenarán sus iniciativas.

Hasta aquí las cosas son ya de por sí bastante complejas. Sin embargo, el juego recién comienza y todavía no es claro qué va a suceder con la nueva fuerza de la derecha extrema, el Tea Party, que logró llevar un buen número de sus candidatos al Congreso. De su discurso racista, xenófobo y aislacionista deben pasar ahora a enfrentar la realidad del juego político donde, si se mantienen firmes en sus postulados, dejarán que los republicanos de centro negocien con los demócratas mientras ellos torpedean cualquier propuesta que no encaje en sus postulados extremistas.

¿Cuáles pueden ser las consecuencias para América Latina en general y Colombia en particular? Como lo mencionó con claridad Moisés Naím, si la prioridad de la campaña fue la economía, y no figuraron en el debate temas como Afganistán o Irak —que son los aspectos más espinosos de la política exterior—, América Latina ni siquiera aparece por ahora en el radar. Lo que no implica que no vaya a haber endurecimiento frente a gobiernos como los de Cuba, Venezuela, Nicaragua o Bolivia, dado que la nueva presidenta de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara, Ileana Ross-Leithen, representa el ala dura del exilio cubano y liderará las huestes conservadoras en este campo. Con respecto a Colombia, es prematura la celebración de un eventual impulso a la aprobación del TLC, pues los intereses a favor o en contra se dejarán sentir más adelante y, dada la incertidumbre de los Tea Party, es prudente esperar a ver cuál será su posición definitiva.

Con estos elementos en la mano no hay duda de que a Obama le quedan dos años complejos de gobierno. No sobra recordar, sin embargo, que Ronald Reagan y Bill Clinton vivieron situaciones similares, o más difíciles, y lograron la reelección. Todo dependerá entonces de la inteligencia política con la cual maniobre el presidente Obama y los logros económicos que pueda presentar al electorado para asegurar un segundo período.

Por El Espectador

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