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Obama: ¿vientos de cambio?

Este sábado, y tras más de 17 meses de contienda electoral, la senadora demócrata Hillary Rodham Clinton anunciará finalmente en Washington su apoyo al joven senador por Illinois Barack Obama como candidato de su partido a la Presidencia de los Estados Unidos, que se definirá el próximo 4 de noviembre.

El Espectador
05 de junio de 2008 - 08:40 p. m.

Se cierran así las puertas a la posibilidad de que una mujer llegue al poder por primera vez en la historia de ese país, pero al mismo tiempo se abren para que un hombre de raza negra lo intente con posibilidades reales de triunfo. Cualquiera sea el resultado final en noviembre, los primeros ganadores claros con la contienda dentro del Partido Demócrata han sido la sociedad estadounidense y su visible dinamismo.

Vientos de cambio vive el país del norte, agotado de la guerra con Irak, el desprestigio en el que cayó el ultraconservador gobierno del presidente republicano George W. Bush y la apatía política de sus ciudadanos. Aun el rival de Obama, el senador John McCain, a sus 71 años de edad, cuenta con una larga carrera de servicio público, una reputada imagen de independencia y un pasado de militar condecorado que lo convierten en una figura igualmente diferente y al margen del tradicionalismo que caracteriza a los miembros del Partido Republicano.

El centro de atención de los medios de comunicación, como expresión real de la unidad en un país marcado por su racismo y como esperanza de las minorías, es Barack Obama. Pero la meta final sigue estando a muchos meses de intenso trabajo e importantes decisiones. Una de ellas, muy discutida por estos días, es la posibilidad de que Hillary Clinton sea su fórmula vicepresidencial. Tras largos meses de intensas luchas, marcadas por los golpes bajos y las mutuas recriminaciones, los votantes demócratas se encuentran divididos entre negros, jóvenes y blancos adinerados del lado de Obama, y mujeres, latinos y trabajadores de clase media que le dieron su voto a Clinton. La muy posible unión entre los hasta ahora rivales, además de cohesionar el electorado demócrata, permitiría complementar la falta de experiencia de Obama en Washington, en particular en temas como las relaciones internacionales, con la indiscutible trayectoria de Clinton en el Senado estadounidense y como Primera Dama. Son varios los analistas que sostienen que, sin su compañía, Obama difícilmente podría hacerle frente a la maquinaria republicana y su aplastante capacidad de deslegitimación de los candidatos demócratas.

El panorama, sin embargo, no es del todo claro para los demócratas, pues la unión de una persona de color con una mujer bien podría alejar el voto de quienes, reacios ante el cambio, persistirían en la candidatura de un hombre blanco. Es más, la sola imagen de la presencia de la familia Clinton de nuevo en la casa presidencial bien podría debilitar el discurso del cambio que ha caracterizado a Obama y su propuesta de renovar las viejas formas de ejercer el poder.

Independientemente de cuál sea la decisión tomada por Obama, el Partido Demócrata enfrenta la imperiosa necesidad de unir sus filas y comenzar a construir una campaña nacional frente a McCain, quien ya ha comenzado a atacar a su rival por la ambigüedad de sus posiciones frente a temas como la política exterior y los impuestos. Lo anterior, de suma importancia para las posibilidades del candidato demócrata, debería alertarlo frente al hecho de que la resonancia de su discurso ha sido mayor en los corazones del electorado que en sus mentes. Sus planes concretos para realizar el publicitado cambio brillan por su ausencia a pesar de que, dado el color de su piel en un país de blancos, los niveles de escrutinio sobre su candidatura van a ser mayores.

Queda por establecerse, una vez se inicie la segunda parte de esta reñida e interesante gesta electoral, el lugar que le concederán a Colombia —tradicionalmente amigo y aliado incondicional— los dos candidatos presidenciales. Habrá que ver cómo se plantea el debate, pero lo mejor que podríamos esperar los colombianos, tras los golpes bajos recibidos en las primarias del Partido Demócrata, es que no nos convirtamos en tema de campaña para que así, una vez elegido uno u otro, se pueda mantener la tradición de políticas de consenso bipartidista de Estados Unidos hacia nuestro país.

Por El Espectador

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