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Las vueltas de ‘El Negro’ Mena

Fidencio Mena, un curioso personaje, muy cercano al presidente Uribe, que admite que incluso pagó la fiesta de celebración electoral de Sergio Fajardo.

Norbey Quevedo H.
28 de marzo de 2009 - 08:00 p. m.

Fidencio Mena está hoy en el ojo del huracán. De la noche a la mañana se convirtió en el personaje más enigmático de la convulsionada política. Un día llegó a la campaña de Samuel Moreno como uribista en su favor y otro más intentó que la campaña recibiera el apoyo de la intervenida firma DMG. Con el correr de las horas se ha sabido que desde hace más de 20 años es amigo personal del presidente Uribe y de su primo Mario, además que sostiene relaciones permanentes con el ex asesor José Obdulio Gaviria.

Hoy lo sindican de haber obrado como infiltrado del uribismo en la campaña de Samuel Moreno a la Alcaldía de Bogotá. Él lo niega de la misma manera como ratifica que fue buen amigo de Pedro Juan Moreno y que lo es del capitán Luis Guillermo Ángel, más conocido como Guillo Ángel. En diálogo con El Espectador, El Negro Fidencio Mena, como lo denomina el presidente Uribe, se destapa y sostiene que sólo duró tres meses en DMG y que fue tan utilizado como otros.

¿Quién es usted?

Fidencio Mena.- Yo nací en Juradó (Chocó). Desde los cinco años viví en Mutatá con un tío. Mi padre murió hace muchos años y mi mamá vive hoy en Cartagena. Cuando terminé mi bachillerato me fui para Medellín y me gradué como tecnólogo mecánico. Luego regresé a Urabá hacia los 18 años y entré a trabajar con el almirante Meléndez, que tenía arroceras y maquinaria, pero al almirante lo mataron en un intento de secuestro. Él estaba retirado y había sido director de la Aduana en el gobierno Turbay. Eso marcó mi vida, pero me quedé en la zona y me vinculé a la política. Soy una persona reconocida porque viví e hice política en Antioquia entre 35 y 36 años. Me conocen en Urabá, mi centro de acción, y ahora sale mi nombre a nivel nacional por este acontecimiento de DMG, donde en los meses de diciembre, enero y febrero trabajamos y asesoramos.

¿Con quién trabajó en Urabá?

En los años 80, en los años de mi juventud, trabajé con el MOIR más o menos diez años y conocí a dirigentes como Felipe Mora, Alberto Arroyave, el dirigente sindical Albeiro Franco. Cuando me retiré del MOIR me fui para donde el doctor Bernardo Guerra Serna, el máximo dirigente del liberalismo en Antioquia. Trabajaba con César Yepes, un dirigente muy reconocido en la región de Chigorodó. Por intermedio de César Yepes, éramos muy amigos.
¿Y cómo se integra al Partido Liberal?

En el año 1985 me mandan como delegado de Chigorodó a la Convención en Medellín, dónde se iban a escoger los delegados para la Convención Nacional Liberal que debía escoger al candidato a la Presidencia de la República. En desarrollo de la convención en Medellín, se presentó una proposición del diputado Ignacio Guzmán para que los candidatos fueran elegidos por votación y no a partir del bolígrafo del doctor Guerra Serna. Ahí se metió el doctor Álvaro Uribe Vélez, quien era concejal de Medellín, y el diputado Mario Uribe, su primo, y nos rebelamos. Con Uribe, Guzmán, el dirigente sindical Mario de J. Valderrama y otra gente, exigimos votación y no la decisión autónoma del doctor Guerra Serna. Sin embargo, nos derrotaron. En ese momento, después de la convención, en el Hotel Nutibara, conocí más de cerca al doctor Álvaro Uribe, me dio su tarjeta y empecé a trabajar con él.

¿Cómo lo referenciaba entonces?

Por los cargos que había tenido. No era amigo de él pero a partir de lo sucedido me sumé a su causa. Después hicimos una manifestación en Bolombolo, donde nació el Sector Democrático, el movimiento que en disidencia con Bernardo Guerra lideró Uribe Vélez y le permitió llegar al Senado en una campaña que lo llevó a recorrer Urabá, donde lo acompañé permanentemente. Yo era su guía, la persona que le abrió las puertas en la región de Urabá. Lo llevé a Mutatá, Chigorodó, Carepa, Apartadó, Turbo, Necoclí, Arboletes o San Pedro. Yo era el que lo llevaba a donde los dirigentes políticos de esos municipios. Yo fui la persona que consolidé el nombre de Álvaro Uribe cuando él no era nadie en Urabá En cumplimiento de estos hechos, conocí a Gustavo Posada, un joven dirigente que acompañaba siempre al doctor Jaime Henriquez Gallo, y me presentó al diputado Mario Uribe. Además conocí a Carlos Arturo Roldán, posteriormente asesinado y a su hermano Antonio Roldán, años después gobernador de Antioquia y también asesinado. La campaña de 1985 terminó en la victoria de Álvaro Uribe y Mario Uribe. En marzo de 1986, el primero salió elegido al Senado y el segundo a la Cámara de Representantes con más de 85.000 votos.

¿Y qué pasó con usted después de que los primos Uribe salen elegidos?

Me fui a trabajar a la Beneficencia de Antioquia, nombrado por el doctor Gustavo Posada, recomendado por el grupo del doctor Mario. Después estuve en la Contraloría. Cuando dejé los cargos públicos le ayudé políticamente al dirigente Alberto Díaz, también del Sector Democrático y viajé a Bogotá con él en 1990 para trabajar como su asesor. Trabajé en su Unidad Legislativa de la Cámara de Representantes unos meses, pero después pasé a ser empleado en la Dirección Administrativa. Cuando la Asamblea Constituyente revocó el mandato del Congreso en 1991, nos liquidaron a todos los empleados.

Entonces regresé a Urabá, compré dos camiones para transportar banano de las fincas a los puertos y los trabajé hasta que la guerrilla de las Farc empezó a boletearme y me hizo salir de la región. Durante todo ese tiempo me mantuve en contacto con Álvaro Uribe y Mario Uribe para informarles todo lo que sucedía políticamente en la zona de Urabá. Cuando me cansé de pagarles a las Farc, hablé con el doctor Uribe y le comenté que necesitaba irme para Medellín y él me ayudó para trasladarme con mi mujer contratada a la capital de Antioquia. Sin embargo, recuerdo que en medio de los contactos, el doctor Uribe me preguntó: “Negro, y los votos, quién se va a quedar manteniendo los votos?”. Y yo le contesté: “Usted qué prefiere doctor Uribe, un amigo vivo o un amigo muerto”. Me fui para Medellín y mantuve permanente contacto con el doctor Álvaro Uribe, incluso cuando él se fue a estudiar a Londres.

¿Qué hizo en Medellín?

Me fui a manejar un taxi hasta que comenzó la campaña del doctor Álvaro Uribe Vélez a la Gobernación de Antioquia en 1993. Yo abría plazas en los municipios de Urabá y el doctor Uribe llegaba con su discurso. Trabajaba y trabajaba y también nos daba cantaleta todas las semanas. Desde esos días, y muchos antes, yo le puedo decir que soy un uribista convencido, pero no le pido favores. En esa campaña trabajamos con su bastión, Mario Uribe; con Ignacio Guzmán, que era su jefe de debate, con Iván Calderón. Hacíamos giras, íbamos con el doctor Uribe casa por casa y visitábamos dirigente por dirigente. Me tocó hacer de todo, hasta acompañar al doctor Uribe cuando él manejaba su carro y no tenía escoltas. Andamos por toda Antioquia.

Cuando el doctor Uribe salió elegido, a mí me dieron un contrato adscrito a Planeación para la zona de Urabá y me dieron un cargo donde estuve cerca de un año. Hasta que un gran amigo, Giancarlo Barros, me convenció de que trabajara con él en su empresa de consultoría, asesorando municipios. Yo le consulté al gobernador Uribe y él me aconsejó que lo hiciera porque el doctor Barros era una persona prestigiosa. Increíblemente, como me pasó en Urabá con el almirante Meléndez, al doctor Giancarlo lo asesinaron, esta vez por un lío de faldas. Al morir el doctor Barros, con otras personas montamos una empresa de actualizaciones catastrales que nos permitió hacer contrataciones hasta por $20.000 millones. Pero la sociedad se disolvió tiempo después. Durante todo este tiempo mantuve mis contactos con el doctor Mario Uribe y, cuando podía, con Álvaro Uribe.

¿Qué pasó después de liquidar la sociedad?

Seguí haciendo cambalaches legales. Vendiendo y comprando fincas, asesorando compras y ganándome comisiones. Esa era la época en que Álvaro Uribe se fue a estudiar a Londres y manteníamos contacto telefónico. Yo le contaba todo lo que sucedía en Urabá y en Antioquia, lo que escuchaba en la política. Yo le aconsejé que no se viniera a Colombia a apoyar la campaña de Horacio Serpa en 1998, y justamente perdió en Antioquia con Andrés Pastrana y en parte le echaron la culpa al doctor Uribe. Yo le dije claramente que yo no estaba con Serpa, que no me gustaba Serpa, lo llamaba desde mi causa y le decía cómo era mejor mantenerse aparte. Cuando Uribe regresó, acompañó por unos días y sin mucho entusiasmo a Serpa y volvió a Londres. Cuando el doctor Uribe regresó a Colombia del todo a organizar su campaña a la Presidencia de Colombia, yo ya era una especie de coronel antiguo en sus filas políticas y no fui uno de sus baluartes.


Yo iba a algunos actos y visitaba su sede, pero no tuve responsabilidades mayores. Era un asunto nacional y había que dar el espacio a otros líderes. Cuando el doctor Uribe ganó, lo visité en la Casa de Nariño el 9 de agosto y le dije que me alegraba mucho verlo sentado en la Presidencia. Él me preguntó: “¿Y qué vamos a hacer con usted? ¿Se viene para acá o qué?”. Yo le contesté: “Yo ya estoy acá, yo ya me vine, acabo de desocupar mi apartamento en Medellín y me vine para Bogotá”. El presidente Uribe llamó a Alberto Velásquez y le dijo: “¿Qué vamos a hacer con El Negro?”. Yo vi a Velásquez como con ganas de argumentar problemas y le manifesté que no se preocupara, que yo no estaba enseñado a pedir y que yo era realmente amigo del presidente Uribe y que, en cambio, no veía sino a conocidos de los dos o tres últimos años, que no veía a Pedro Juan Moreno o a Ignacio Guzmán, y que así las cosas, yo no iba a trabajar con la Presidencia.

¿No entró al gobierno?, ¿pero qué se puso a hacer?

Me quedé en Bogotá, aunque la gente me reconocía lo que había hecho por Uribe. De hecho, en las primeras semanas fui como diez veces a la Presidencia y hacia septiembre fui a saludar a José Obdulio Gaviria. No iba a lagartear sino a trabajar. Pero dejé de ir muy rápido y me quedé tranquilo viendo cómo el presidente Uribe empezaba a edificar una gran presidencia. No participé en nada durante el proceso de su reelección. Me dediqué a las ventas, negocitos de propiedad raíz, legalizaciones. No me quejo porque me he ganado la comida.

¿Y cómo termina con DMG?

Yo tenía una oficina con el politólogo Jorge Iván Bonilla donde llegaba mucha gente de las regiones, y en una ocasión él me dijo que estaban vendiendo la Universidad Autónoma. Yo le dije que eso era imposible porque esa era una organización solida. Sin embargo, Bonilla y sus allegados aseguraron que existía una gente que quería comprar la universidad, una gente del Putumayo. En esas vueltas fuimos a la oficina de Margarita Pabón porque, además del tema de la universidad, ella quería hablar conmigo para saber cómo o con quién adelantar unos asuntos ante la Superintendencia Financiera. Yo le dije que no conocía a nadie allá pero que podía buscar. Por eso contacté al doctor Óscar Iván Palacio y al consejero presidencial Alfázar González. En una segunda reunión apareció Daniel Ángel y en la tercera, hacia el 26 de octubre de 2007, llegó el propio David Murcia.

En ese momento nosotros seguíamos metidos en la política, esta vez haciéndole campaña a Samuel Moreno para la Alcaldía de Bogotá. Ya habíamos hecho algunas reuniones políticas y había conocido a Francisco Rojas Birry, un personaje vinculado al mundo de la política, porque me lo presentó Jesús Ramírez, secretario de gobierno de Medellín. Él me dijo textualmente: “Te voy a mandar al indio para que le ayudes en la venta de una finca de 17.000 hectáreas que él tiene en el Casanare”. Hablando con Rojas Birry me contó que estaba apoyando a Samuel Moreno y yo le dije que también iba a hacerlo. Yo seguía en mis negocios y haciendo política porque esta última labor es como un vicio. Es en estos momentos en los que David Murcia me expresa que tiene interés en hablar con el candidato Samuel Moreno. Ahí fue donde visitamos a la mamá de Moreno porque él nunca llegó. La señora dijo que todo lo tenía copado y que no necesitaba ninguna ayuda. Sin embargo, David dio la orden de que le facilitaran un call center y dos camionetas a la empresa electoral. Días después, David Murcia me llamó para que lo acompañara a una reunión de gobernadores y alcaldes electos en Pereira para ver si lo acercaba con el presidente Uribe. Fuimos, pero por mal tiempo el presidente Uribe no asistió. Trabajamos tres meses con DMG, noviembre, diciembre y enero.

¿Cuál fue la relación suya con el asesor presidencial Alfazar González?

Yo conozco a Alfazar desde que él era alcalde en Frontino y después lo saludé varias veces cuando estaba en la Presidencia. Después entramos en el proceso de DMG.

¿Y cómo llega él a la Casa de Nariño?

Tengo entendido que el presidente Uribe le dijo que lo acompañara y lo nombró.

¿Qué pasó después con el caso DMG?

Yo lo llevó a él a DMG. Como él era asesor para los municipios y como DMG tenía esos planes tan grandes para los pueblos, yo vi que era una persona fundamental en esto y le dije a Óscar Iván Palacio que hiciera los trámites con él para que nos atendiera junto a Margarita Pabón. Y Alfazar finalmente nos atendió.

¿Y él recibía dinero de DMG?

Sí, él estaba en la nómina de DMG, a él le pagaban cinco millones de pesos. Él mismo iba y reclamaba, yo tengo los recibos.

¿Cuánto tiempo recibió Alfazar dineros de DMG?

Cómo siete meses. A mí sí me echaron a los tres meses.

 ¿Cómo conoció a José Obdulio Gaviria?

Yo conocí a José Obdulio Gaviria dirigiendo el Instituto de Estudios Liberales con el Sector Democrático. Él compartía oficina en Medellín con Jorge Iván Carvajal, quien actualmente es notario, y yo iba mucho a visitarlos. Carvajal fue además presidente de la Asamblea de Antioquia y yo también lo ayudé. Lo conocía mucho, de hecho recuerdo el golpe duro que recibió a principios de los años 90 cuando una bomba en el sector de La Macarena mató a su mujer y a una hija. Eso lo alejó mucho de la política. Yo compartía conversaciones con Jorge Iván y de paso me relacioné con José Obdulio. Ya en tiempos del presidente Uribe había una funcionaria de la Casa de Nariño que se llamaba Anny Vásquez, quien no quería que José Obdulio entrara a la Presidencia. Sin embargo, fui testigo de cómo un día en la Presidencia, el doctor Uribe llamó a José Obdulio y le pidió con urgencia que realizara su primera tarea: investigar sobre el mariscal José Antonio Sucre porque él iba a viajar a Ecuador. José Obdulio le bosquejó un discurso, pero el Presidente le tachó la mitad. Yo siempre he tenido una buena amistad con José Obdulio Gaviria, cuando lo necesito me atiende. No es cierto que él me haya ordenado o solicitado que me infiltrara en la campaña de Samuel Moreno, yo estaba allí por mi propia voluntad. Por eso le dejo a Dios la respuesta a las insinuaciones del alcalde Moreno, en el sentido de que yo era un infiltrado del uribismo. Yo sé que Dios sabe que estaba haciendo las cosas sinceramente.

¿Cuál es su relación actual con el presidente Uribe?

Hace mucho tiempo que no lo veo. En este período de gobierno no lo he visto personalmente. He hablado más con José Obdulio, la última vez que lo hice fue hace como 15 ó 20 días para presentarle a un político liberal que quería conocerlo.

¿Y cuáles son sus relaciones con el empresario Luis Guillermo Ángel, más conocido como ‘Guillo’ Ángel?


Soy su amigo, pero hace días no hablo con él. Me lo presentó el doctor Pedro Juan Moreno Villa (q.e.p.d) cuando estaba en la gobernación de Antioquia. Hemos tenido una amistad sincera con Guillo. Muchas veces nos hemos reunido a echar cháchara. Él es un empresario en la legalidad que hace negocios en todo el mundo, menos en Estados Unidos, a donde nunca va. De vez en cuando le envío un mensaje por correo electrónico. El único que tengo ubicado por messenger es él. Yo conocí que él transportaba políticos en su empresa de aviación. No sé si al presidente Uribe. Es más, nunca los he visto juntos, sé que se conocen pero desconozco si son amigos.

¿Cómo fue el tema de la financiación de una fiesta cuando Sergio Fajardo fue elegido alcalde de Medellín?

Cuando Sergio ganó la Alcaldía estábamos en la sede, entonces yo les dije: “Vámonos para el Hotel Dann” y yo les dije allá: “Tranquilos, yo voy a financiar la fiesta, no se preocupen”. La fiesta costó como $12 millones, pero recuerdo que hicieron un descuento como del 20%; finalmente pagamos un poco más de $8 millones.

¿Y de dónde salió esa plata?

El capitán Guillo Ángel pagó $4 millones en efectivo y el resto lo pagó con una tarjeta de crédito empresarial, creo que de Helicargo o de él. Entonces yo cuadré con él.

¿Por qué el señor Luis Guillermo Ángel pagó esa fiesta?

Yo le dije que me prestara.

¿Y es que el señor Ángel se conocía con Sergio Fajardo?

No se conocía con Fajardo, pero sí con el actual alcalde de Medellín, Alonso Salazar, quién fue su secretario de Gobierno. Ellos se conocían por un libro que escribió Salazar sobre Pablo Escobar, allí le pidió algunos conceptos al capitán Ángel.

¿Y quiénes asistieron a esa fiesta?

Como 50 personas, los de la campaña, Sergio y llegaron los lagartos también.

¿Pero usted por qué resulta en esa fiesta y en esa campaña?

Porque yo estaba con Fajardo de corazón, no estaba en la campaña. Pero fui el día de las elecciones y estaba allí colaborando.

¿Usted cree que el doctor Fajardo se dio cuenta de quién pagó la fiesta?

Yo no sé, pero lo que sí sé es que la campaña del doctor Fajardo mandó una tarjeta de agradecimiento a Helicargo. Él se dio cuenta de que yo la pagué, que yo fui el que ordené que se atendiera a la gente. Sergio me conoce sabe quién soy yo, incluso yo estuve en la posesión de la alcaldía de él.

¿Y usted qué está haciendo en este momento?

Estoy trabajando en un negocio con unos señores que tienen unas minas en el sur de Bolívar, ya vendí una y nos hemos ganado unas comisiones y con eso he estado viviendo. Estoy esperando hacer un negocio más grande en donde me puedo ganar unos dos millones de dólares. Y vivir más tranquilo. Nunca me retiraré de la política porque eso es parte de la esencia de uno.

Con todo lo que ha hecho y sus relaciones con los políticos, ¿cómo se definiría usted?

Como un hombre humilde que ha llegado lejos.

¿Y qué le manda decir al presidente Uribe?

 Que siga trabajando por este país, que este país lo quiere, lo respeta y lo aprecia, y que siga adelante para que nuestros nietos vean una nueva Colombia, distinta a lo que hemos visto nosotros y nuestros hijos.

¿Y está dispuesto a trabajar con él si vuelve y lo llama?

Sí, siempre.

¿Y qué le dice a la gente que piensa que usted se infiltró en la campaña de Samuel Moreno para generar caos entre la izquierda y la derecha colombiana?

Es que Uribe es un hombre de izquierda, yo conocía a Uribe cuando era de la izquierda, sino que aquí cuando una persona pone orden lo llaman de derecha. Entonces yo llegó a la campaña de Samuel porque ellos invitaron a todo el mundo a que los apoyara. Entonces ahora que no vengan a decir que nosotros llegamos como infiltrados, ellos convocaron a muchos partidos para que los acompañaran. Ahora vienen a decir que yo me les infiltré, eso se lo dejo a Dios, que es el único que sabe que yo llegué de buena fe.

Por Norbey Quevedo H.

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