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Los panfletos y la zozobra

PASAN LOS MESES Y SIGUENcirculando en gran parte del territorio nacional panfletos amenazantes anunciando “la hora de la limpieza social”.

El Espectador
22 de junio de 2009 - 10:00 p. m.

Aunque aún no se comprueba la existencia de víctimas mortales originadas por las amenazas, lo cierto es que los panfletos han tenido otros efectos igualmente devastadores.

Mientras tanto, las autoridades, cuya hipótesis inicial señalaba a la delincuencia común como la autora de los mismos, han hecho explícito que las Farc y las bandas emergentes pueden estar igualmente en el origen de las tenebrosas amenazas. El director de la Policía, general Óscar Naranjo, incluso señaló como posibles culpables de algunos de los panfletos a grupos de vecinos aparentemente interesados en amedrentar con labores de limpieza social. 

Hace varios meses, en este mismo espacio, denunciamos la aparición en distantes puntos de la geografía nacional de panfletos amenazando a jóvenes, prostitutas, ladrones y homosexuales. Una versión estándar de dicho panfleto fue distribuida en varias regiones, mientras que en otras circularon versiones diferenciadas. A finales de abril, la ONU conocía ya 18 formas estándar y 26 versiones particulares del panfleto, que se distribuían en 24 de los 32 departamentos del país, es decir, el 75% del territorio nacional. Y aunque al principio éstos se dirigían en genérico a “jóvenes” o “prostitutas”, los siguientes vinieron con nombres propios.

A pesar de que no se conoce a ciencia cierta si las amenazas han surtido víctimas mortales, el ambiente de terror e incertidumbre se ha implantado allí donde circulan los panfletos. Como rezan los teóricos de la violencia, no siempre la coerción es necesaria, pues la amenaza de coerción es suficiente para conseguir los mismos efectos de la violencia. La gente atemorizada no necesita ver los muertos para cumplir con las órdenes del panfleto.

Las personas no salen a la calle en la noche y los estudiantes nocturnos tienen miedo de asistir a clase. Entre tanto, individuos oportunistas han aprovechado el pánico generalizado para producir sus propios panfletos. La amenaza se ha vuelto moneda de uso corriente y las pandillas barriales se han fortalecido para enfrentar a sus atacantes ocultos.

En vez de esperar los muertos que anuncian los panfletos, y de solicitar que la gente no dé credibilidad a las amenazas, como en más de una ocasión ha ocurrido bajo la peregrina teoría de que el grupo que firma no existe en la zona en la que se da a conocer la intimidación, las autoridades están en la obligación de iniciar acciones para devolver la seguridad a los barrios.

Y para que su control se establezca, deben recuperar la confianza de la población. Más aún cuando en algunos lugares, ciertos agentes institucionales, en vez de ofrecer seguridad, han resultado implicados en el asesinato de jóvenes de estos mismos barrios para presentarlos como falsos positivos. Si las fuerzas institucionales encargadas del orden público y la justicia no logran hacerse al control de estos territorios, dejarán nuevamente abierto el boquete para que las funciones de regulación y castigo las sigan ejerciendo nuevos o viejos actores armados al margen de la ley.

Por lo demás, la hipótesis general de las autoridades frente a los panfletos, la idea de que en su mayoría son empleados para infundir zozobra, de ninguna manera debería conducir al supuesto de que es preciso obviarlos. Crean zozobra, nadie lo duda, pero quizá sea hora de considerar si los efectos de ésta no están subvalorados. El estado del mar o del viento, cuando constituye una amenaza para la navegación, es descrito como zozobra. Sin ejercer violencia, los violentos controlan el orden que desean imponer.

Por El Espectador

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