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Ciudad de grandes conciertos y pocos escenarios

EN LOS ÚLTIMOS AÑOS, POR BOGOTÁ han pasado artistas musicales que no se veían desde el mítico concierto de Guns N’ Roses, por allá en noviembre de 1992. Kiss, Kylie Minogue, Metallica, Roger Waters, Bjork, Iron Maiden, Black    Eyed Peas, Placebo y Soda Stéreo, entre otros grupos, ofrecieron impactantes espectáculos. Hoy el turno es para la banda inglesa Depeche Mode, de gira por Latinoamérica con su más reciente producción, Sounds of the Universe.

El Espectador
09 de octubre de 2009 - 11:21 p. m.

El público capitalino, cómo dudarlo, les resulta interesante a los grupos de talla internacional. Los problemas de seguridad que aquejaban al país ya no son motivo alguno de disuasión. Los empresarios nacionales negocian exitosamente un cupo en las giras por Suramérica que emprenden los artistas y las boletas, por lo general, se venden sin problemas. Los escenarios, por el contrario, están muy lejos de lo que debieran ser. Los ingleses se le midieron a tocar en el parque Simón Bolívar, es cierto, pero porque no existen otras alternativas.

Esta localidad, escenario desde siempre de los eventos Al Parque de la ciudad de Bogotá, está en la obligación de proveer excelentes condiciones de acceso, baños portátiles y seguridad como suele hacerlo para los casos de Rock y Jazz al Parque. Hasta ahí todo normal. La banda puede ofrecer su música y el público disfrutar del espectáculo. Pero no todos asistirán al mismo evento. Las diferencias en el precio de las boletas normalmente les garantizan, a quienes más pagan, mayor cercanía a los artistas. Por consiguiente quienes compran la boleta de menor valor estarán bastante más retirados de la tarima. Y sin embargo, no debieran estar tan excluidos del espectáculo, como ocurre en el angosto escenario que ofrece el Simón Bolívar, en donde el público ve a lo largo y no a lo ancho.

Pese a sus buenos servicios, el Parque Simón Bolívar, aun “engallado”, no es el escenario idóneo para esta clase de conciertos. Hay una verdad que la ciudad reclama a gritos: Bogotá necesita un nuevo espacio para su oferta musical. La capital, lo dicen los expertos pero lo resiente el público, no tiene espacios para ofrecer. El coliseo cubierto El Campín va y viene y eventualmente es locación apropiada para uno que otro show, pero su acústica es lamentable; el Palacio de los Deportes presenta problemas con los vecinos, que no sin razón gestionaron lo necesario para evitar ruidos y trancones con motivo de los conciertos y eventos que allí tenían lugar; y el estadio El Campín, el que más se ajusta al perfil requerido por empresarios y artistas, es el primer descartado desde que la administración del alcalde Samuel Moreno no lo presta, con la justificación del deterioro de la grama en la que se practican los partidos de fútbol.

Por esta razón se frustró la posibilidad de que el grupo escocés U2 presentara su nuevo disco en Colombia. Y lo mismo puede ocurrir con la próxima gira por Latinoamérica de los Rolling Stones. La falta de escenarios obliga a los artistas a seleccionar lugares lejanos, no adecuados o que simplemente no dan la talla para sus conciertos.

La administración puede tener razones para justificar la prohibición del uso del estadio de fútbol, pero ello no la exime de su obligación de ofrecer alternativas. El Alcalde de Bogotá afirmó en 2008 que se construirá un nuevo escenario provisional para conciertos y, desde entonces, poco se ha avanzado en la materia.

Cuando se percibe que la demanda de un público cada vez más exigente coincide con la oferta y voluntad de grandes bandas de talla mundial, lo menos que debe ofrecer una ciudad próxima a los ocho millones de habitantes es la posibilidad de que éstos ejerzan a cabalidad sus derechos culturales.

Por El Espectador

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