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Esta reunión puso sobre la mesa, una vez más, preguntas importantes sobre el proceso a través del cual se toman las decisiones de política exterior en Colombia y la función que cumplen los organismos consultivos.
En el escueto comunicado de la Comisión Asesora, que dio a conocer a los medios el ex presidente César Gaviria, se expresa un respaldo sólido al Presidente y a su política exterior —especialmente la dirigida a Venezuela—. De hecho, se exhorta a que los países de la región rodeen también al Gobierno colombiano frente a las amenazas de agresión de Venezuela. Pero, ¿qué significado político tiene este tipo de respaldo? ¿Qué se gana y qué se pierde en las discusiones con la Comisión?
Hay que llamar a las cosas por su nombre: la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores no está compuesta por expertos ni por ex funcionarios dedicados al estudio estructurado de la política exterior o de las relaciones internacionales. Con excepción de los miembros del Gobierno de turno, los de la Comisión son personalidades con algún peso político, pero sin un conocimiento especializado en el tema. La Comisión no tiene el potencial de convertirse en un cuerpo consultivo que el Presidente pueda buscar para obtener algún tipo de guía. Quienes, como nosotros mismos, reclamamos en el pasado porque el Presidente no le pedía consejos a la Comisión Asesora para formular la política exterior del país, la verdad es que le estábamos pidiendo buscar en el lugar equivocado.
Si la Comisión no está compuesta por ‘técnicos especializados’ que puedan servir de consultores para el Gobierno, entonces, ¿cuál es realmente su función? Su objetivo, en realidad, es de carácter político: la Comisión existe para brindarle apoyo al Presidente en momentos de crisis internacionales. Eso fue exactamente lo que hizo la Comisión el lunes en la noche al informar a la opinión el resultado de las deliberaciones.
Y no es que ello no sea importante, pero si se tratara de darle un verdadero espaldarazo al Primer Mandatario, los miembros de esta Comisión deberían contar con un mayor grado de representatividad. Claro, es de reconocer que los miembros de la Comisión Segunda del Senado que asisten cuentan con un electorado importante. Pero, ¿a qué sectores representan los ex presidentes? César Gaviria claramente representa al Partido Liberal, pero, ¿a quién representa Ernesto Samper? ¿O Andrés Pastrana (quien brilló otra vez por su ausencia)? ¿A quién representa María Emma Mejía? ¿Por qué asiste ella y no otros ex cancilleres?
En síntesis, a veces da la sensación de que la composición de la Comisión está determinada por una mezcla de oportunismo político doméstico con la experiencia que ofrece haber sido ex presidente o ex canciller (poco importa si bueno o malo). Estos criterios desde ningún punto de vista son suficientes. Al final, lo que termina faltando, nada más y nada menos, es un análisis serio de las posibilidades y los obstáculos internacionales del país y una reflexión crítica del proceso colombiano de inserción internacional.
La Comisión Asesora es entonces un mecanismo ambiguo cuyas funciones en materia del diseño y la construcción de la política exterior colombiana no están claras. A veces sólo termina siendo el campo de batalla entre fuerzas políticas locales que poco entienden la lógica de lo internacional. Tal vez sea el momento de comenzar a debatir si se debe mantener esta entidad en su actual forma.