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Un poco de ignorancia, por favor

LUEGO DE LAS DECLARACIONES DEL presidente Evo Morales, durante la celebración de la I Conferencia Mundial de Pueblos sobre el Cambio Climático y la Madre Tierra, en Bolivia, no se sabe si reír o llorar.

El Espectador
23 de abril de 2010 - 11:30 p. m.

El tema podría quedar como un exabrupto más, de los muchos que acompañan últimamente a ciertos presidentes, o a líderes religiosos, dados a hablar en demasía haciendo gala de un vasto desconocimiento.

Con respecto a Morales, valga aclarar que el tema de la cumbre que convocó es de la mayor trascendencia. En especial por vincularlo a la sabia visión que tienen las comunidades indígenas sobre la Pacha Mama —la Madre Tierra—, esa misma que viene siendo depredada de manera inmisericorde. Los graves daños ecológicos están a la vista de todos, comenzando por el cambio climático y el recalentamiento global. También por la oportunidad de abordar el tema de los alimentos transgénicos. Hasta ahí todo iba bien.

Sin embargo, las salidas de lengua del oferente le hicieron un muy flaco favor al evento. Comenzando por el hecho de que en una reunión de este tipo se esperan análisis, debates y pronunciamientos que, sobre la base de estudios y pruebas científicas, lleven a la elaboración de propuestas concretas. A pesar de las importantes conclusiones a las que se llegó, lo que quedó en el ambiente fueron las palabras iniciales de Evo.

Afirmar, sin sustento, que comer pollo alimentado con hormonas causa “desviaciones” sexuales en los hombres, no es serio y le resta credibilidad al encuentro. Como mencionó alguien, ¿entonces qué explicación le dará Morales a los homosexuales que son vegetarianos? Las reacciones críticas y humorísticas no se hicieron esperar. En el primer caso se encuentran los científicos que han descalificado a Morales por su desconocimiento de este tema. También se han manifestado con dureza diversos representantes de la comunidad gay de América Latina. Evo, además, la agarró contra la Coca Cola, en plan de izquierdista radical en los setenta al que “no le gustaba tomarse las aguas negras del imperialismo”.

Hace un par de días mencionábamos las desafortunadas declaraciones del cardenal Bertoni al señalar que la pedofilia estaba vinculada a la homosexualidad. Juntando los dos hechos, y con sorna, Gabriela Warkentin, en El País de España, escribió que va a resultar ahora que “la culpa es de los pollos, no de los curas”, para rematar luego citando al Obispo mexicano de San Cristóbal de las Casas: “Ante tanta invasión de erotismo no es fácil mantenerse fiel tanto en el celibato como en el respeto a los niños”.

Continuando con este rosario de perlas, cerró la semana con broche de oro monseñor Castrillón: “Lástima que haya —no me da miedo usar la expresión— ‘idiotas útiles’ dentro (de la Iglesia) que se prestan para este tipo de persecución, pero no me da miedo decir que en algunos de los casos está por dentro la masonería unida a otros enemigos de la Iglesia”. Y si por aquí llueve, en países como Irán no escampa. No acababa de decir el presidente Mahmud Ahmadineyad que se puede presentar allí un terremoto, cuando un importante Imán hizo otro aporte a la lista de los despropósitos de alto nivel: los terremotos ocurren por culpa de las mujeres, dado que éstas visten de forma provocadora. El Apocalipsis vinculado a la feminidad y la moda.

El tema podría seguir abordándose con humor. Sin embargo la responsabilidad que tienen aquellos que desempeñan cargos de autoridad, sea ésta civil o eclesiástica, al abordar ciertos temas, es un asunto serio. Su investidura no puede ser usada como patente de corso para errar en grado sumo, dado el especial ejemplo e influencia que ejercen en la sociedad. A dichas personas no estaría de más recordarles que, ante tanta “sapiencia”, deberían hacer gala, más bien, de un poco de ignorancia.

Por El Espectador

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