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La mala hora del alcalde Samuel Moreno

TODO ALCALDE, LUEGO DE ASU-mir el cargo, tiene un período muerto en el que acaba de ejecutar el Plan de Desarrollo anterior, presenta el propio y armoniza el presupuesto con el que trabajará el año siguiente al de su elección.

El Espectador
09 de noviembre de 2008 - 10:00 p. m.

En este como en los casos anteriores, el alcalde de Bogotá, Samuel Moreno, no ha tenido un año fácil y ha sido asediado por los medios de comunicación, la oposición e incluso facciones de su propio partido político.

Pese a su exitosa campaña a la Alcaldía y los cerca de un millón de votos con que fue elegido, 11 meses después el Alcalde bajó estrepitosamente en las encuestas. Tras iniciar su mandato, según la firma encuestadora Invamer Gallup, con el 61 por ciento de aprobación a su gestión, en octubre cayó al 31 por ciento. Los entendidos lo comparan con el primer año de Enrique Peñalosa, a quien incluso se le intentó revocar el mandato y le llovieron duras críticas por programas debatibles pero necesarios y hoy olvidados, como el de la recuperación del espacio público.

Los temas de la movilidad y la seguridad son quizás los más comentados en las últimas semanas y a éstos puede deberse, en principio, la mala hora del Alcalde. La reciente renuncia del Secretario de Movilidad, el escándalo desatado por el mantenimiento de los semáforos y los innumerables trancones son todos ejemplos de un problema que amerita mayor atención. Aun si el programa de chatarrización avanza, el Alcalde ha debido tener, además de la propuesta del metro y de la implementación del Plan Maestro de Movilidad, un plan de choque que le permitiera hacerle frente a una situación que si no se resuelve con prontitud, hará colapsar la ciudad.

La seguridad ha sido el caballo de batalla de quienes, pese a la mejoría en las cifras, según criterio de reconocidos analistas como Antanas Mockus y Alfredo Rangel, insisten en exigir mejores resultados. De la mano de las explosiones de petardos y los eventos en los que han sido incendiados buses, sin que a la fecha se tengan indicios serios de la autoría de los hechos delictivos, el debate viró hacia el aumento en la percepción de inseguridad.

A estos dos temas, usualmente recurrentes, se les agregan los vehementes ataques dirigidos al Alcalde por su presunta participación en prácticas clientelistas que les estarían quitando el perfil técnico a secretarías como las de Integración Social y Planeación Distrital. No son pocos los que le acusan de ser el “rehén de su hermano”, el senador y ex alcalde de Bucaramanga Iván Moreno. De ser ciertas tales aseveraciones, la ciudad estaría perdiendo mucho de lo que se había logrado cambiar con anteriores administraciones en materia de eficiencia de la gestión pública.

Más allá de estas recriminaciones, algunas infundadas y otras que requieren especial atención, lo cierto es que aún es pronto para vaticinar el fracaso de la gestión de una administración que llegó al poder con un proyecto que la mayoría desea, que tardará en realizarse y que no debe ser evaluado de manera apresurada. Salvo por el impasse de la presunta participación de la nación en la construcción de un tren de cercanías que postergaría la construcción del metro, este último se afianza en el tiempo. Un proyecto de lenta maduración cuyas primeras obras no se verán antes del último año y que como tal debería ser objeto de consideración de parte de críticos y opositores.

Estos últimos, por lo demás, se encuentran más preocupados por llegar al poder que por realizar críticas constructivas. Al Alcalde con seguridad no le es fácil transmitir el modelo de ciudad que defiende y desea. Pero esta no es razón para vaticinar su fracaso. Aun está a tiempo de resolver los lunares de su gestión.

Por El Espectador

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