A pesar de los discursos disonantes de su presidente y algunas respuestas de la oposición, con su acción civilizada, democrática y transparente el pueblo venezolano y las instancias electorales dieron un ejemplo al resto de América y particularmente a Daniel Ortega, principal socio de Chávez en Centroamérica. El comportamiento cívico y pacífico reinó durante la jornada y en las declaraciones posteriores del Gobierno y la oposición.
Por un lado, la oposición logra tener relevancia electoral después de 10 años. En las elecciones regionales del pasado domingo logró ganar en tres estados política y económicamente importantes —Zulia, Carabobo y Miranda—, además de los de Nueva Esparta y Táchira, y la alcaldía metropolitana. Poco a poco va ganando terreno y sumando electores. Los resultados alcanzados le implican retos importantes de aquí en adelante. En este caso, la alianza de varios partidos permitió presentar candidatos unitarios. Sin embargo, a futuro y ad portas de las elecciones parlamentarias del año 2010 tendrá desafíos igual de serios, si no más.
La oposición no es un cuerpo homogéneo, y las diferencias y egos entre sus líderes políticos pueden debilitarla. Las ambiciones de los dos principales líderes de la oposición como son Manuel Rosales de Un Nuevo Tiempo y Julio Borges de Primero Justicia, dos nuevos partidos que han cogido fuerza, podrían ser un obstáculo para el fortalecimiento de alianzas unitarias que puedan vencer a Chávez.
Los dos partidos tradicionales (COPEI y AD) no han podido renacer de sus cenizas y siguen tratando de buscar una identidad que los separe de su historia, que tantos identifican como la causa de la situación que llevó al ascenso de Chávez. Esto deja a la oposición formada de partidos políticos recientes en proceso de consolidación y maduración. Hasta ahora, la oposición sigue siendo percibida como reaccionaria al proyecto socialista del presidente Chávez. No parece haber un proyecto político alternativo más allá de una oposición acérrima al Gobierno. Ya se vivió el boom del precio del petróleo y otros vientos traerá la marea de los precios bajos. El reto, particularmente para la oposición, es cómo aprovechar este descenso creando propuestas de desarrollo futuro creíbles a los electores y viables en un proyecto de país que no dependa exclusivamente del petróleo.
No se puede menospreciar la victoria del chavismo en el contexto de los últimos años, desde que se inició la Revolución Bolivariana, y que se caracterizó por un golpe de Estado, dos paros, un referendo revocatorio presidencial, múltiples marchas y altos niveles de polarización y sectarismo, que no han disminuido sino marginalmente el apoyo de sus bases. Chávez ganó en 17 estados y en el Distrito Capital de manera contundente. Ello significa que el proyecto que lidera sigue teniendo amplia acogida entre los venezolanos. Todavía es muy pronto para afirmar que el proyecto revolucionario entró en la fase de decadencia.
Sin embargo, el gobierno también tendrá que reflexionar sobre la razón por las que figuras públicas clave del chavismo como Diosdado Cabello (candidato de Miranda), Mario Silva (Carabobo) y Aristóbulo Isturiz (Alcaldía Metropolitana) se “quemaron” en este proceso.
Lo cierto es que estas elecciones demostraron que Chávez sigue siendo un “factor electoral fuerte”. Sea para recuperar adeptos o hacerle ganar adeptos a la oposición. Otros vientos económicos soplan en el vecino país, otras esperanzas para el regreso a una sociedad más plural y con más divergencia de líderes e ideas. Para ello se requerirá del esfuerzo e ideas novedosas del grupo de venezolanos que consolide un proyecto alternativo, viable y creíble entre su pueblo, y más allá de ello la construcción de un líder que aglutine opciones ideológicas que por ahora sólo tienen en común su fuerte aversión al caudillo.