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Robin Gibb: adiós a una leyenda de la música disco

Uno de los tres miembros fundadores de los Bee Gees falleció el pasado domingo a los 62 años.

Redacción Cultura
22 de mayo de 2012 - 02:00 a. m.

No han sido buenas nuevas para el mundo de la música. El cáncer derribó la semana pasada, primero a Donna Summer, la reina del disco, y ahora a Robin Gibb, quien fuera parte de una de las bandas más famosas de los años 70 y 80, los Bee Gees.

Al lado de su hermano mayor, Barry con quien lideró las voces, y su hermano gemelo Maurice, formaron los Bee Gees, un grupo de pop armónico que empezó a tomar popularidad en los años 60 pero que llegó realmente a su cima en la mitad de los 70 gracias a temas como Massachusetts, I've gotta get a message to you, Lonely days o How can you mend a broken heart. Sin embargo, el real punto de inflexión de su carrera fue en 1977, cuando hicieron parte de la banda sonora de la película Saturday night fever (Fiebre del sábado en la noche), lo que los puso como un referente obligado en las pistas de baile de luces de colores y de movimientos que atrapaban las miradas de todos. El álbum vendió un estimado de 40 millones de copias en el mundo, convirtiéndose en el segundo mejor vendido, después de la banda sonora de The bodyguard, hecho por Whitney Houston.

El éxito se lo otorgaban a esa mezcla de baladas y música disco que logró hacer furor en las discotecas de todo el mundo. Por esa razón vendieron 35 millones de copias del álbum Spirits having flown (1979), aunque el principio de la siguiente década no fuera tan benévolo pues los tres hermanos empezaron a experimentar el rechazo de la crítica y el olvido del público. La era del disco había pasado y había que voltear la página. Sin embargo, los hermanos Gibbs continuaron componiendo y escribiendo para otros a finales de los años 80 y en los 90. Barbara Streisand, Dolly Parton, Kenny Rogers y hasta Diana Ross fueron algunos de sus clientes. En 2003, después de la muerte de Maurice, uno de los hermanos, acabaron su carrera de conciertos definitivamente.

Robin, entonces, dedicó sus últimos años a la composición de música clásica. De hecho, la premier en Londres de su primer trabajo clásico, The Titanic requiem, en honor al hundimiento del mítico transatlántico, se llevó a cabo el 11 de abril, pero se encontraba ya muy enfermo para asistir. Se suponía que ese día también debía interpretar una nueva canción, Don’t cry alone, pero su lucha contra el cáncer no sólo le impidió llegar al show, sino continuar con la vida.

Por Redacción Cultura

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