El Magazín Cultural
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Margarita Ariza, blanco de la censura familiar

La colombiana, creadora de 'Blanco porcelana', fue acusada por sus tías de vulnerar el derecho a la intimidad.

Margarita Ariza* / Especial para El Espectador
10 de mayo de 2012 - 03:55 a. m.

Cuando comencé el proceso de Blanco porcelana, jamás  imaginé que iba a encontrar lecturas tan radicales. Hoy después de este proceso entiendo que el conflicto dentro de mi propia familia tiene un arraigo mucho más fuerte del que yo pude haber imaginado.

En la inauguración de la muestra en la Valenzuela Klenner Galería, mis tías, las que viven en Bogotá, porque mi familia en Barranquilla recibió la obra muy bien, al igual que la familia que está radicada en Bucaramanga, se presentaron en la galería el día de la apertura, el 19 de abril, y le dijeron a Jairo Valenzuela  que la exposición estaba prohibida, que él iba a tener problemas que iban a recoger la muestra y que el arte tenía límites.

Esta propuesta está conectada con mi propia vida. Recuerdo de niña estar mirando mi álbum de bebé que contiene una carta a la futura mamá con la frase: “Y si mis ojitos no son claros y mi pelito no es rubio, no te aflijas, mami”. También recuerdo conversaciones con mi mamá sobre las frases de mi familia. Ya en 2007 diseñé la primera idea de la propuesta estética y un año más tarde hice los dibujos. En 2010 lo escribí y lo presenté como proyecto en una convocatoria en Cali. Después me fui a vivir a Barranquilla y ahí conformé un colectivo para realizar la intervención de Transmetro.

Como ven, se trata de un proyecto autobiográfico, sin embargo trasciende a una familia en particular y se conecta con una realidad social fruto de nuestra herencia colonial.

La tutela me pide que me retracte, en la página web publiqué una aclaración en ese sentido. El fallo de la juez concede exactamente lo que las tías  solicitan retirando páginas completas. Una de ellas comenzó esto, que ha sido una persecución desde el 12 de octubre del año pasado, cuando me enviaban correos y cartas insultantes.

Yo decidí no responder a ninguna de las cartas y concentrarme en los elementos que aportaban a la creación.Este trabajo artístico es un retrato de la sociedad y supera los límites de mi familia. Es un pretexto para revisar las construcciones culturales que rigen a nuestra sociedad. Aquí no hay señalamientos contra ninguna persona; es el espectador mismo quien establece sus conclusiones. A nivel del hecho artístico, resulta interesante pensar en la recepción de la obra, es decir, el espectador con su propia carga interactúa con la obra y genera su versión a partir de ello. Es así como estos reclamos tienen lugar en la recepción de la obra, no están presentes en mi ejecución.

No sé muy bien lo que hay de fondo en este ataque y en la tutela. Creo que es una competencia entre la misma familia. Sin embargo, me siento muy satisfecha de la reflexión que ha suscitado el proyecto. Me duele ver a mis papás sufriendo por los sobresaltos jurídicos, pero creo que lo que hicieron las tías y primas  fue hacer mucho más visible  la obra y lograron que la gente se interesara mucho más en el proyecto.

La juez dice en la tutela que debo retirar todas las fotografías  con nombre propio, y eso no existe en mi iniciativa. Lo que quedó censurado fueron páginas enteras de la cartilla, incluso algunos fragmentos que no tienen nada que ver con ellas.

Hay aquí un ejercicio de re-creación. Se presenta ya una intervención directa del espectador en cabeza de la juez o los demandantes, donde se configura una nueva etapa de la obra que nos obliga a reflexionar sobre su objetivo y también sobre otros aspectos, a partir de un proyecto que habla de lo velado en nuestra realidad. Se impone un velo más, una censura, una modificación directa que interviene sobre el cuerpo mismo de la obra, hecho que le da más visibilidad a aquello que se ordena ocultar.

En lugar de creadora, me he sentido como una tratada como delincuente teniendo que asistir a juzgados y recibiendo notificaciones. Sin embargo todo esto que ha pasado me da mucho más material para pensar, y a partir de ello continuar creando.

Por Margarita Ariza* / Especial para El Espectador

 

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