“Las Manzanas del Cuidado son replicables en Colombia y a nivel internacional”

Diana Rodríguez Franco, doctora en Sociología, abogada y economista que ha sido secretaria de la Mujer de Bogotá durante cuatro años, explica el impacto social de un programa que acaba de recibir un premio mundial y por qué no aceptó seguir al frente de esa entidad en la alcaldía de Carlos Fernando Galán.

Nelson Fredy  Padilla
24 de diciembre de 2023 - 02:00 p. m.
Diana Rodríguez Franco visitó "El Espectador" y dijo: “Me quedó gustando el servicio público, que no siempre es lo mismo que la política”.
Diana Rodríguez Franco visitó "El Espectador" y dijo: “Me quedó gustando el servicio público, que no siempre es lo mismo que la política”.
Foto: Gustavo Torrijos Zuluaga

¿Cuál es el significado del premio internacional de desarrollo urbano que recibieron por el proyecto bandera de la Secretaría: las Manzanas del Cuidado?

Lo recibimos hace dos semanas. Es el premio de Guangzhou, una ciudad en China, a la mejor innovación urbana a nivel mundial. ¿Qué son las Manzanas del Cuidado? Son áreas de la ciudad que reúnen servicios para las mujeres cuidadoras, como la mamá, la tía, la abuela, que todo el día están lavando, planchando, cocinando, cuidando a los niños, las personas mayores, y han puesto sus vidas en pausa por hacer esos trabajos. En las Manzanas lo que hacemos es que les brindamos los servicios que ellas han sacrificado por ser cuidadoras, como su formación educativa y su bienestar. Ahí está la esencia de las manzanas: cuidamos a quienes ellas cuidan. Por ejemplo, los niños están en actividades lúdicas para que las mamás tengan tiempo, o las tías o las abuelas. (Recomendamos: videoentrevista de Nelson Fredy Padilla al jurista Rodrigo Uprimny).

¿Cómo juntaron todo en un mismo lugar?

Eso fue un cambio social y urbanístico a la vez, porque usamos la infraestructura que tenía Bogotá. Eso no es la forma normal de pensar, porque cuando llegan nuevas administraciones se construye infraestructura nueva. Nosotros dijimos: ¿y qué pasa si aprovechamos la infraestructura existente y le damos un uso más integral? Y la llenamos de servicios pensando en una población altamente invisible: las personas cuidadoras que sostienen la vida y que es muy común que pregunten: “¿Qué hace tu mamá?” y respondan: “No hace nada”. Nadie las veía ni las reconocía. Haber cambiado esa infraestructura para las personas fue lo que mereció ese premio global.

Me impactó ver hace poco las ceremonias de graduación de esas mujeres, que no habían podido estudiar o tenían pendiente un proyecto y por el hecho de cuidar a su familia no lo habían realizado. Después de cuatro años hay más de medio millón de personas impactadas por el programa. ¿Qué cambios ha generado esto en familias vulnerables?

Todos conocemos a alguien, a una mamá, a una tía, que abandonó el bachillerato o nunca pudo estudiar porque tuvo a cargo las labores de cuidado, porque le dijeron: “A ti te toca cuidar a tu abuelita o te toca cuidar a este sobrino”. Renunciaron al bachillerato y a muchas otras cosas, como aprender a montar en bicicleta o a nadar. Entonces sus grados han sido muy impresionantes. No es una validación, es poder cursar toda la escuela y el bachillerato. Hace dos semanas entré a una Manzana del Cuidado. Estaba caminando por el centro de computadores y una señora me dice emocionada: “Señora, le cuento que el martes pasado me gradué de primaria”. Y le respondí: “¡Qué maravilla! ¿Usted qué edad tiene?”. Y me dijo: “80 años”. Eso es lo que logra ese programa y eso es lo que impacta a los hogares: saca a las mujeres de las gradas, porque normalmente cuando uno entra en un sitio así están las mujeres en las gradas viendo a otros graduarse; a sus nietos, a sus hijos. Ahora les toca el birrete y las vemos a ellas aprendiendo a montar en bicicleta sin importar la edad. Vemos niñas aprendiendo a nadar o jóvenes aprendiendo a hacer una entrevista para encontrar trabajo. Estamos cambiando los hogares porque las mujeres se están autorreconociendo. Ese día del grado vimos a hijas e hijos gritando desde las gradas de un teatro lleno: “¡Esa es mi abuela!”, “¡qué orgullo por mi mamá!”.

¿Puede ser un sistema de fortalecimiento del tejido social?

Claro. Una mujer en una evaluación de impacto de este sistema de cuidado le dijo a las investigadoras: “esta es la primera vez que yo me siento ciudadana”. El principal cambio es que ellas se autorreconozcan, que entiendan la importancia de cuidarse a sí mismas. Yo les pregunto: “¿Esto cómo ha cambiado su vida?”. Y ellas me explican que entendieron que esto no era algo que simplemente les tocaba por ser mujer, sino que lo que hacen en los hogares es un trabajo y es digno. Empieza a cambiar su forma de percibirse en su día a día y de valorarse.

Me impresionó oír a las hijas de esas señoras, a una nueva generación valorando más a la mamá, a la abuela. ¿Esa perspectiva ha fortalecido el programa e incluido a los hombres?

Así es. Hay que entender que las mujeres no nacemos con un ADN sabiendo cuidar. No es que sepamos cocinar y sepamos dar un tetero o cambiar un pañal. Eso lo aprendemos y a cuidar se aprende. El sistema de cuidados lo podemos aprender todos y eso no debería recaer desproporcionadamente en las mujeres.

Detálleme la infraestructura de esas Manzanas de Cuidado, de las que acaban de completar 21 en Bogotá y vienen 5 más.

Sí. Esta semana garantizamos que en todas las localidades haya, menos en Sumapaz, adonde va el Bus del Cuidado, que es la versión móvil. Todas las Manzanas tienen una entidad de base y ahí concentramos la mayoría de los servicios, entidades anclas. Eran edificios de entidades del distrito. Muchos son centros de desarrollo comunitario de la Secretaría o de Integración Social que tenían una piscina, una cancha, un aula múltiple. Otro puede ser una clínica, un centro de salud que originalmente era un convento, pero tiene espacios que se pueden aprovechar mejor. Imagine un edificio administrativo que uno asocia con ir a pagar el servicio público o ir a resolver algún trámite administrativo. Eso lo transformamos a partir de una Casa de Igualdad de Oportunidades, donde entramos todos los sectores de la administración a ofrecer servicios en un solo espacio. Incluso, tenemos lavadoras y secadoras gratuitas para que puedan dejar la ropa lavando. Con eso les damos tiempo para ellas. También les damos acceso a internet y les enseñamos habilidades digitales.

¿Por qué no sucedía eso antes?

Porque no es la forma normal de operar de la administración pública. Normalmente se opera por especialidad: si esto es de salud solo entra salud; si es de la Secretaría de la Mujer, solo mujer; si es de Integración Social, solo integración. Acá transformamos esta infraestructura y la convertimos en integral.

¿Y a los demás lugares van los buses?

Exactamente. Donde no teníamos infraestructura para transformar, creamos los Buses del Cuidado: van a la ruralidad, a Sumapaz, a la zona rural de Guzmán o de Santa Fe, Chapinero o Usaquén. No es que recojan a personas y las lleven, el Bus se volvió un aula de clase; tiene escritorio, computadores e internet satelital. Las mujeres se montan ahí a terminar su bachillerato, aprender bilingüismo, aprender ofimática, Word, Excel, todo eso. Alrededor del bus hay unas carpas inflables, unos grandes castillos morados, donde están jugando los niños o las personas mayores o con discapacidad, en actividades del Instituto de Recreación y Deporte.

Hablamos de un gran impacto en marcha, porque Bogotá, capital de Colombia, es una ciudad de ocho millones de personas donde el 52 % son mujeres y, además, el programa de las Manzanas de Cuidado fue analizado en una reciente cumbre con las gobernadoras, diputadas, alcaldesas y concejalas recién elegidas. ¿Está tomando mayor dimensión?

En Bogotá de esos cuatro millones y pico de mujeres, el 30 % (es decir, 1,2 millones) son cuidadoras sin remuneración que vienen de todo el país, se dedican todos los días, todo el día, a esos cuidados y están atrapadas en esa sobrecarga y pobreza de tiempo. Pero esa situación es común en todo el país. Durante la pandemia vimos cómo las mujeres tenían que renunciar a sus trabajos a medida que cerraban los colegios y jardines infantiles, y el cuidado volvía a estar todo en el hogar. Entonces, lo que tienen de mágico las Manzanas es que son un modelo replicable en distintas localidades de Bogotá, pero también en Cali, Medellín y en municipios chiquitos, porque se puede usar infraestructura existente, se puede usar una biblioteca, una casa de la juventud, una casa de la participación en Chocó o una maloca en la Amazonia.

¿Qué le dijeron del programa las mujeres que dirigirán las regiones desde 2024?

Tienen mucho interés por hacerlo. De hecho, ya vinieron de Cali a ver el programa, así como vinieron de Chía y el gobernador de Boyacá, todos con sus equipos de integración de la Mujer, diciendo: “Queremos replicarlo para superar los obstáculos que impiden el desarrollo de los demás derechos de las mujeres”. Es que podemos crear becas en educación, pero si las mujeres siguen sobrecargadas de cuidado, no van a acceder. Podemos crear programas de empleo, pero si no atendemos la sobrecarga en el hogar vamos a tener que desertar. Eso fue como un gran punto en común más allá de partidos o intereses políticos. Y también lo están replicando a nivel latinoamericano (Ecuador es un ejemplo).

Su empalme con la nueva administración de Carlos Fernando Galán en Bogotá fue intenso. Al nuevo alcalde le interesó mucho el programa y quería que usted siguiera siendo la secretaria de la Mujer. ¿Por qué dijo que no?

Primero, mi agradecimiento al alcalde electo, porque desde el día uno en su campaña reconoció el trabajo en las Manzanas del Cuidado. Le reconoció ese trabajo a la alcaldesa Claudia López. Esto sería imposible sin la primera mujer alcaldesa. Él está muy comprometido, dice que las va a fortalecer y a expandir. Me sentí muy honrada de que me pidiera continuar, pero han sido cuatro años y aunque han sido cuatro años maravillosos, para mí sí implicó poner en pausa muchas cosas que quiero retomar. Creo que le estamos dejando la infraestructura, el mecanismo de gobernanza, el modelo, la operación, todo que otra administración puede liderar.

¿En esa decisión tuvo que ver su vida como madre?, pues tiene dos hijas muy pequeñas.

Por supuesto, yo ahora entiendo personalmente que esa sobrecarga y trabajos como estos exigen y a veces no hay tiempo para todo. Tengo dos hijas y una familia a las que creo que debo entrar también a equilibrar, pero no me arrepiento. Creo que ser una mamá trabajadora es un maravilloso ejemplo y poderlo hacer y poder servirle a la ciudad es extraordinario, pero también hay que balancear. Además, hay que dedicar un tiempo a pensar en nuevas ideas para poder volver a servir.

Es paradójico el éxito de las manzanas de cuidado mientras los bogotanos nos quejamos de la inseguridad creciente en las calles. ¿Cómo consolidar un modelo que cuide integralmente a los ciudadanos?

Ese fue uno de los retos que tuvimos, porque a veces no les ponemos la suficiente atención a la violencia intrafamiliar y sexual, que son los delitos que afectan desproporcionadamente a las mujeres. El acoso en el transporte público y en el espacio público. Claro que el sitio más peligroso para una mujer es su hogar. Cuando todos decimos: “Yo quiero llegar a la casa”, esa no es la misma frase que pronuncian muchas mujeres. Por eso las Manzanas del Cuidado son el factor preventivo de las violencias. Los tres factores más correlacionados con la probabilidad de ser víctima de violencia intrafamiliar o de delitos sexuales son el bajo nivel educativo, la falta de tiempo y el bajo acceso a internet, que es una variable que mide qué tanto tú puedes buscar información y pedir ayuda. Un punto central a cambiar es el machismo. Los hombres también pueden y deben participar en la redistribución de los trabajos de cuidado en los hogares, y a medida que hacemos esa transformación cultural, habrá menos violencias.

Antes de la pandemia las alertas tempranas de la Personería reportaban 1.700 mujeres en riesgo de feminicidio y dos años después esa cifra subió hasta 2.500. ¿Por qué?

Morir por el hecho de ser mujer es la peor forma de violencia. A veces dicen: “Es que estaba borracho, es que tenía celos, es que iba usando una minifalda”. No es que nada, es una reacción machista. Lo otro son excusas. ¿Qué hicimos en esta administración? Fomentar la denuncia contra esa naturalización de las violencias. Lo peor que puede pasar es que la mujer esté sola, sin ayuda y sin un proceso no solo jurídico, sino un acompañamiento psicosocial emocional. Les ofrecemos una casa refugio donde estar. Por eso los números crecieron. Hicimos un estudio de cuántas mujeres fueron víctimas de violencia y cuántas denunciaron entre 2020 y 2021. Descubrimos que 400.000 mujeres víctimas no habían denunciado.

¿Los canales de denuncia sí han mejorado?, porque todavía uno oye de víctimas que pidieron protección y no se la dieron como la necesitaban.

Sí han mejorado. La línea púrpura (01 8000 112 137 o 3007 551 846) ya existía y hubo una apuesta de construir sobre lo construido. Es absolutamente gratuita y es 24 horas, siete días a la semana. Allá pueden llamar mujeres víctimas de violencias o cualquier persona que conozca un caso, porque hay que incentivar también esa solidaridad. Si necesita atención psicológica o jurídica, también. Cuando recibimos ese canal, en 2019, la efectividad era el 30 %. Contestaban tres de cada diez llamadas en tiempo real. Hoy tenemos una efectividad del 90 %, contestamos nueve de cada diez llamadas. ¿Por qué a veces no podemos llegar a todas? Porque no es un call center de 400 personas, es un equipo de 32 mujeres atendiendo. Segundo, porque las llamadas no son de dos minutos. El promedio de atención es de 40 minutos porque hay un trabajo de escucha y apoyo. Por otro lado, nuestra apuesta fue llegar con más servicios a más lugares y en más horarios para poder estar donde las mujeres nos necesitan. Por ejemplo, en los hospitales, porque nos dimos cuenta, al comparar las cifras de la Policía y del sistema de salud, que en casos de delitos sexuales las mujeres estaban yendo allá. Entonces pusimos abogadas en los hospitales para que a una mujer víctima no solo la atiendan en su salud, sino que la ayudamos a poner la denuncia y encontrar un cupo en la casa refugio si lo necesita. También estamos ahora en las cinco Unidades de Reacción Inmediata (URI) de la Fiscalía, donde están los delitos en flagrancia. Ahí pusimos psicólogas y abogadas que gratuitamente llevan los casos. Y así en todas las localidades, porque todas las mujeres tenían que ir a Paloquemao.

Su trabajo académico y jurídico previo fue en derechos humanos (investigadora y subdirectora de Dejusticia) y uno de sus libros es sobre el posconflicto, incluido el papel de la mujer. Después de esta experiencia como secretaria de la Mujer, ¿cuál cree que es el aporte de las mujeres a un proceso de paz?

Mi gran confirmación de estos años es que esos lentes morados, como se dice en el feminismo y en la academia frente a los derechos de las mujeres, debemos ponérnoslos todos, hombres y mujeres, y revisar cuál fue el impacto del conflicto en las mujeres, cómo muchas perdieron familiares, cómo sostuvieron a sus familias, cómo son desplazadas y cuál fue el impacto desproporcionado de la violencia sexual. Solo si tenemos esos lentes vamos realmente a diseñar políticas que cubran a la sociedad entera. Si no nos preguntamos en cada sector, por ejemplo en la movilidad, cuál es la inseguridad que sufren las mujeres versus los hombres en el transporte público, vamos a hacer políticas equivocadas. Eso es el tal enfoque de género: preguntarnos por cada problema social y su solución diferenciada para hombres y mujeres.

Muy pocos funcionarios que he entrevistado me han dicho que les encantó ser servidores públicos. ¿Por qué lo siente así?

Me fascinó. Los derechos humanos han movido mi vida, pero yo lo hice desde la academia y el activismo reclamando mejores políticas de educación, salud y desarrollo, y acá en el sector público me llegó el momento de hacer las cosas y ha sido un baño de humildad. Hay mucha gente queriendo hacer cosas maravillosas, pero ponerlas en práctica es distinto. Tuve la oportunidad de remangarme para ayudar y fue una experiencia espectacular. Algo recomendado para académicas, para activistas, porque completa el círculo.

¿Le quedó gustando la política?

Me quedó gustando el servicio público, que no siempre es lo mismo que la política. Esta es mi primera vez en el servicio público y esa posibilidad de impactar a la ciudadanía, de oírla, ver la evidencia, ver los datos versus los testimonios, y poder hacer algo para atender y nivelar la cancha es una oportunidad única. El máximo honor de mi vida laboral.

Nelson Fredy  Padilla

Por Nelson Fredy Padilla

Periodista desde 1989, magíster en escrituras creativas, autor de cinco libros, catedrático de periodismo y literatura desde 1995, y profesor de la maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional, del Instituto de Prensa de la SIP y de la Escuela Global de Dejusticia.@NelsonFredyPadinpadilla@elespectador.com

Temas recomendados:

 

Mario(196)24 de diciembre de 2023 - 04:08 p. m.
Es una maravilla terminar el año con un reportaje tan bien documentado sobre el trabajo de la alcaldía y de la Dra DRF. Mi admiración y respeto para ella, y la alcaldesa CL, les deseo muchas oportunidades mas en el futuro donde puedan aplicar su liderazgo y talento para el servicio del país.!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar