El Magazín Cultural
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Cenizas de carnaval

Con la muerte y resurrección bailada de Joselito, culminó el martes una de las versiones más alegres del Carnaval.

Adriana Carrillo Silva / Barranquilla
22 de febrero de 2012 - 03:00 a. m.

Nuevamente hay que llorar la muerte de Joselito y regresar a la cotidianidad. Ayer se cerró la fiesta entre llanto y música, y los actores de la fiesta tendrán que enfrentarse hoy a la gran resaca del Miércoles de Ceniza. El Carnaval muere y sabemos siempre que no volverá a ser el mismo. El tiempo ha demostrado que el Carnaval cambia con la ciudad y deja atrás costumbres, gentes y modas. Desde cosas triviales como cuando se cambió la maicena por espuma, hasta hechos más sentidos como el último Carnaval con María Moñito, quien falleció en el año 2000. El sociólogo Édgar Rey Sinning recuerda en su libro Joselito Carnaval (1992), por ejemplo, que “asaltar” las casas era una actividad muy propia de este evento carnavalero, puesto que se organizaban grupos de jóvenes de ambos sexos, entraban a las casas sin avisar y realizaban bailes sin que el dueño pudiera reprochar tal actitud, ya que formaba parte de las carnestolendas… Hoy en día es imposible que exista esta costumbre, debido al desarrollo de la ciudad y a que, por consiguiente, posee en su seno gentes de todos los rincones, lo que determina una inseguridad social.

Desde las doce del mediodía se sentía el último aliento del festejo, con la preparación del desfile de la 84, un poco más discreto pero concurrido aún; “Joselito se va con las cenizas”, el cual recorrió cinco localidades de la ciudad desde las 3:00 p.m., recogiendo viudas a su paso e intentando que los desfiles y las manifestaciones carnavaleras sigan siendo una iniciativa de los barrios, entre vecinos y amigos, por lo que Carnaval S.A. dispuso una premiación al mejor disfraz de Joselito, con un Congo de Oro y un millón de pesos para el primer puesto; el segundo puesto con ochocientos mil pesos y el tercero con quinientos mil.

En el mismo texto, Rey reflexiona que años atrás los barrios reunían esfuerzos y energías en presentar las mejores comparsas y desfiles, sólo por el placer de ser la comparsa ganadora y por ende el barrio ganador. Otras de las cosas en constante cambio en el Carnaval es su repertorio de ácidas letanías, de las cuales Rey Sinning propuso, para seguir de la mano de un experto, hacer un libro cada año, pues si bien es la misma irreverencia, la víctima cambia en cada oportunidad. La gala de Carnaval fue precisamente este encuentro, muy exclusivo para los que juegan de local, pues el desafío acá fue para los que están acostumbrados a tolerar el doble sentido y la autocrítica, y pueden entenderlo de boca de un caribeño que suelta de un carajazo para arriba y que además tiene todo el permiso para hacerlo.

En Carnaval todo vale. Joselito se va, pero todos saben que volverá. La canción de su despedida la compuso el maestro Lucho Bermúdez en el año 1939, para así inmortalizar este pintoresco velorio; el único en el que el propio muerto se para a bailar. Para algunos, Joselito vuelve en nueve meses, producto de los consabidos deslices carnavaleros. Los que pasan invictos, los nuevos y todos en general saben que habrá que ponerse la camiseta, los colores y el sombrero el año siguiente en una nueva fiesta que sufre algunos cambios, positivos o lamentables, *pero que preserva, ya por más de un siglo, la tradición del Caribe, *aunque también muchos de sus vicios.

Por Adriana Carrillo Silva / Barranquilla

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