El padre Pacho: un dirigente, un pueblo, una región

Personaje central de El Peñol, Antioquia, cuando se construyó Guatape, a sus 89 años y 64 de sacerdocio, el padre Pacho es reconocido como un “tesoro vivo del Oriente Antioqueño”.

Gustavo Castaño y “El Chiqui” Ospina, especial para El Espectador
08 de marzo de 2024 - 09:50 p. m.
El padre Francisco Ocampo Aristizábal, un sencillo sacerdote del oriente antioqueño, conocido allí como el “Padre Pacho”, fue protagonista en defensa de la población de El Peñol cuando se creó la represa Guatapé.
El padre Francisco Ocampo Aristizábal, un sencillo sacerdote del oriente antioqueño, conocido allí como el “Padre Pacho”, fue protagonista en defensa de la población de El Peñol cuando se creó la represa Guatapé.
Foto: Gustavo Castaño

Una frase del poeta alemán Bertolt Brecht, que hizo famosa en una de sus melodías el cantautor cubano Silvio Rodríguez, dice que: “hay hombres que luchan un día y son buenos, hay otros que luchan un año y son mejores, hay quienes luchan muchos años y son muy buenos, pero hay quienes luchan toda la vida, esos son los imprescindibles”. Esta frase fácilmente serviría para retratar la vida y obra del padre Francisco Ocampo Aristizábal, un sencillo sacerdote del oriente antioqueño, conocido allí como el “padre Pacho”; nacido y criado en esta región de Antioquia y reconocido por sus luchas sociales, particularmente por su papel protagónico al lado de las comunidades en el proceso de construcción de la represa de El Peñol entre los años 60 y 70.

Los acontecimientos que rodearon la construcción de esta infraestructura coincidieron con la ordenación de Francisco como sacerdote en el municipio de Sonsón y su llegada tres años después a la parroquia de El Peñol como vicario cooperador de las obras del Nare, relacionadas con la construcción de hidroeléctricas en la zona del Oriente. Estando allí, el padre Pacho se dio cuenta de que la construcción del embalse no contemplaba un proyecto social que incluyera a las comunidades afectadas y que implicaba también la desaparición de El Peñol como pueblo, pues este sería tragado por “un dragón azul” que lo inundaría totalmente y la población sufriría un “casi inevitable” desplazamiento y desarraigo.

Inspirado en los postulados de una iglesia más social y al servicio de las comunidades, el sacerdote inició entonces, en compañía de otros religiosos y de los líderes de la zona, un acompañamiento a los pobladores, ya organizados en un movimiento cívico, para no permitir que las obras se construyeran dejándolos de lado, sino que se les diera protagonismo y a la vez se les construyera un nuevo pueblo donde pudieran continuar sus vidas en comunidad. Los logros del padre abarcan la inclusión de un Contrato Maestro para la construcción del nuevo pueblo de El Peñol, el fomento al cooperativismo en la región, el acceso a la educación en todos los niveles para las comunidades rurales y campesinas, y normas que inspiraron el nacimiento de la corporación ambiental CORNARE, que posteriormente daría origen a las demás corporaciones similares en el departamento y el país.

Por estos logros, a sus 89 años, el padre Pacho es reconocido en la región como un “tesoro vivo del Oriente antioqueño” y hay quienes han propuesto que la Unesco lo reconozca como un “patrimonio inmaterial” de esta importante región de Antioquia y del país. Hace poco nos reunimos con el padre Pacho en Marinilla, donde recordó los convulsos acontecimientos de esos años 60 y 70, cuando de no haber sido por su llegada a la localidad, hoy no existiría lo que es el pueblo de El Peñol, cuyos pobladores habrían tenido que irse a buscar fortuna o a desarrollar sus proyectos de vida disgregados en otras localidades o en la prometedora pero hostil capital antioqueña.

La orfandad y el inicio de sus luchas

Nacido en 1935 en la vereda Valle de María de El Santuario, el padre Pacho quedó huérfano de su padre a los 13 años, cuando cursaba quinto de primaria en una escuela del pueblo. La ausencia de la figura paterna, sumada a la obligación de trabajar duro en las labores del campo junto a su único hermano y a su madre, le pusieron la vida cuesta arriba y por poco lo hacen desistir de continuar sus estudios, algo que en esos años era lo más común, pues a lo máximo que llegaba la mayoría de jóvenes del campo era a finalizar sus estudios de primaria.

Sin embargo, en un libro titulado “El legado del padre Pacho, un líder de su tiempo”, se citan los momentos que vivió el joven Francisco tras el deceso de su progenitor y el hecho que lo impulsó a seguir en la formación académica, la cual lo llevaría después a cumplir su sueño de hacerse sacerdote: “mi papá, que nunca estuvo enfermo, murió en su primera enfermedad en el año 1948, le pusieron alta dosis de penicilina y falleció. Yo pensaba salirme, éramos dos, un hermano y yo. El rector del colegio, el padre Rodolfo Gómez R., se dio cuenta de la muerte de papá antes de que yo supiera. Me llamó y me dijo que continuara estudiando; seguí, no había que pagar mucho, aunque era privado; terminé tercero de bachillerato, que era lo máximo que se podía estudiar en el pueblo”.

Fueron una niñez y una adolescencia sencillas: trabajo en el campo, largas caminatas para ir a estudiar y los sacrificios que conlleva la humildad de una vida sin padre, teniendo que luchar por salir adelante con su madre y hermano.

El pasado 25 de enero el padre Pacho ajustó 64 años de sacerdocio ejercido en El Peñol. Cuenta que a su llegada no tardó mucho en enterarse de lo que se venía para la región y su localidad, que sería epicentro de una de las primeras represas del país. Eran los tiempos cuando la llamada Teología de la Liberación empezaba a penetrar en las comunidades de América Latina, en Colombia a través del padre Camilo Torres y un movimiento llamado Golconda, y una nueva doctrina social inspiraba a la iglesia del continente, influenciada ya por la revolución cubana y los nuevos movimientos sociales en los cuales las comunidades más pobres empezaban a tener protagonismo.

En el Oriente se había conformado una cooperativa llamada Codesarrollo, en la cual realizaron un estudio —cuenta el padre Pacho— que clasificó cuatro grandes proyectos que llegaban para la región: “se venía un proceso de industrialización, había el desarrollo de unas comunicaciones entre la parte industrial de Medellín y Bogotá (la Autopista), y se pensaba que se podía construir hasta un aeropuerto (el José María Córdova), que esto podía ser una zona franca, y el desarrollo de hidroeléctricas, y en particular este me tocó a mí, entonces aprendí de hidroeléctricas sin saber nada”.

¿Qué motivaba a un sencillo párroco de un pueblo a liderar las luchas de una comunidad para no ser marginada de un proyecto de desarrollo de semejante envergadura y que iba a ser pionero de las grandes obras de infraestructura del país en tiempos en los que no había una legislación sobre la obligación y necesidad de indemnizar e involucrar a las comunidades en las obras de progreso?

A esta pregunta, Francisco responde que su única inspiración era el Evangelio. Recuerda que cuando estaba en el seminario llegaron unos sacerdotes belgas, entre ellos uno llamado Francoise Houtar, quien escribió el prólogo de una de las biografías de Camilo Torres, y que trajeron al recinto información sobre los movimientos sociales europeos, “que de alguna manera aquí se reflejaban, y apareció la idea de que yo era de la Teología de la Liberación, pero yo no, yo no digo eso, yo pienso que lo social está metido en las personas que quieren vivir el Evangelio”. Unas de sus principales fuentes de inspiración, confiesa Francisco, fueron la encíclica Populorum Progressio (papa Pablo VI), el movimiento llamado la Golconda (sacerdotes colombianos orientados por la Teología de la Liberación), y la Conferencia Episcopal de Medellín (1968), en la que quedó como postulado esencial que el Evangelio es parte de lo social, “mejor dicho, que la predicación y lo social forman parte esencial del Evangelio”.

Aunque en algún momento le endilgaron alguna relación con Camilo Torres (sacerdote ligado al ELN), afirmó que no tuvo contacto personal con él. “Yo sí lo conocí; sin embargo, nunca hablé con él. Conocí todo el movimiento, desde luego, y fui muy amigo de uno que lo trajo a Medellín, Heliodoro Agudelo, que era el presidente del sindicato de los Seguros Sociales, pero le cerraron eso, ya todo el que estaba con Camilo Torres lo marcaban mucho como una persona que estaba metida en un problema social”. Su accionar, se le reconoce, fue más de concertación, de apoyo, de conciliador, de tender puentes entre fuerzas adversas y materializar ideas para logros concretos en favor de las comunidades de base, aún en tiempos de confrontación en Oriente, donde al mismo tiempo confluyeron grupos guerrilleros, paramilitares, la Fuerza Pública y políticos y empresarios buscando sacar tajada de la guerra.

- Padre, háblenos de esa guerra en la región…

- Esa guerra aparece fuera de la guerra de liberales y conservadores, que también me tocó vivirla. El Oriente Antioqueño, normalmente, es un pueblo conservador, Marinilla también, y Rionegro es liberal; esa guerra de la chusma se manifestó más en Cocorná, San Luis y Granada, pero era política. Y ya la lucha armada empezó a partir del año 64, tanto de las FARC como del ELN. En una reunión de los movimientos sociales de acá había gente del Noveno Frente de las FARC, que se desmovilizaron entre el Caquetá y el Huila y se vinieron para esta región. Se establecieron en el río Nare, en San Rafael, cometieron algunas masacres, y empezó una guerra de la contraguerrilla y los paramilitares a regar muertos por toda parte. El Peñol también lo sufrió, tanto que cuatro alcaldes fueron asesinados: el primero, Arsecio Botero, muy bueno; el segundo Antonio; el tercero Rodrigo, y uno que estuvo de suplente, Gonzalo.

En la memoria del Nuevo Peñol

Sin duda, el mayor legado del padre Pacho se resume en el Contrato Maestro, que incluyó los pilares básicos para la construcción del Nuevo Peñol, que no permitió que el pueblo desapareciera tragado por el “dragón azul”, como se nombraba al río que lo inundaría para formar la represa, así como también, que otras importantes obras de desarrollo hubieran llegado para la región y en particular para el pueblo de su ejercicio sacerdotal.

El padre describe el movimiento cívico como un fruto de todas las protestas llevadas a cabo por los habitantes reclamando justicia e inclusión en el proyecto, al final de las cuales se logró un acuerdo con Empresas Públicas que quedó plasmado en el Contrato Maestro, donde hubo, dice, una particularidad sin antecedentes en el país: “era un contrato de una entidad pública con otra entidad pública, en la que (las EPM) se comprometían a hacer una nueva cabecera, un plan de desarrollo a diez años, a destinar unos fondos para eso y dejar el uso libre del embalse para turismo y pesca”, tal como opera actualmente. El contrato, como era de esperarse, no se hizo en los tiempos esperados ni se cumplió todo lo pactado, pero en lo esencial el movimiento social y el padre Pacho lograron su cometido y gracias a ello El Peñol actualmente existe como pueblo.

“En El Peñol quedó una junta de pocas decisiones que atrasó las obras y todo, estuvimos a punto de no ver construido el Nuevo Peñol”. Para ese entonces el expresidente Álvaro Uribe era funcionario de EPM y no fueron pocas las veces que el padre tuvo que lidiar con él. Según recuerda, “el doctor Diego Calle (gerente de EPM) era muy amigo del doctor Álvaro Uribe, los dos iban mucho a El Peñol; el doctor Calle reemplazó a un eminente abogado de apellido Berrío por Álvaro Uribe, que estaba terminando la universidad, y lo nombró jefe de Bienes, un puesto muy importante en la empresa, y a mí me tocó conocerlo a él”.

Contrario a lo que muchos líderes de esa época piensan, la relación entre ambos no habría sido de mucha tirantez, sino más bien conciliadora. El padre sostiene que en el tiempo que lo conoció no le pareció extremista, aunque “de todos modos tenía su temperamento... Beligerante no fue; él, recién llegado a la jefatura de Bienes, un día de feria se subió en una mesa y dijo ‘voy a hacer la defensa jurídica de las demoliciones (de las casas)’, y alguien del pueblo se metió y le dijo que demoliciones no se iban a aceptar y fue un momento difícil”.

Otro de sus grandes legados se dio en el campo educativo. La herencia principal se traduce en lo que actualmente es COREDI (Corporación Educativa para el Desarrollo Integral), un proceso que inició él en su pequeña parroquia de El Peñol. “En 1970 la parroquia hizo un convenio con la hidroeléctrica de algunos recursos para invertir solo en educación rural, trajimos cinco muchachos de cada parroquia y los capacitamos, hicimos un movimiento de líderes, después tuvimos que validar la primaria, luego pensamos también en el bachillerato”.

Su gran proyecto tenía como base llevar la educación al campo, a las comunidades rurales más marginadas. En el proceso, el padre Pacho aprovechó la penetración de la radio, que en aquellos años con Sutatenza brindaba educación y sus ondas llegaban hasta los más humildes hogares campesinos. Él grabó horas y horas de casetes que luego utilizaba para involucrar a más y más estudiantes promoviendo el modelo Seta (Sistema Educativo para el Trabajo Asociado), que se ejecuta en lo que hoy es COREDI, con sede en Marinilla, que desarrolla los niveles de educación inicial, básica media y superior y la educación para el trabajo y el desarrollo humano.

La obsesión por la educación lo llevó a obtener la Licenciatura en Educación Superior Rural Tecnológica en el año 2007, casi 40 años después de sus luchas al lado de las comunidades. El padre tejió un modelo educativo pensado para el desarrollo del hombre, el cual tampoco consideró como una verdad absoluta, “porque el hombre y el mundo siempre están en constante perfeccionamiento a través de la voluntad y la inteligencia”. Una verdadera filosofía de la educación, tal vez cercana a la promulgada por el pensador Paulo Freire, que concibió esta actividad como una práctica para la libertad y la transformación del mundo.

A las obras del padre Ocampo también se suman la promulgación de la Ley 56 de 1981, que estableció que los territorios inundados reciban de la Nación, a modo de compensación, un porcentaje del 4 % de las ventas brutas de energía. El desarrollo de esta norma, que evolucionó diez años después en el alza de ese porcentaje a 6 %, permitió distribuir la mitad de los ingresos para manejo de las corporaciones ambientales y el 3 % restante para los municipios sujetos de inundaciones para la construcción de represas. Pero como luchador por las causas justas, Francisco no paró. Cuando en el año 78 se terminó de construir el embalse y también se levantaron las viviendas del Nuevo Peñol, habitadas por las mismas familias cuyos predios habían sido inundados por la presa, él siguió vinculado a los proyectos y procesos educativos del Oriente y que se convirtieron en modelos a replicar en el resto de Antioquia y del país.

A esas tareas se sumó la lucha para que el Movimiento Cívico de Oriente (que lideró la construcción de 280 de las viviendas del Nuevo Peñol y del cual fueron asesinados muchos de sus líderes) fuera reconocido como víctima por la Unidad de Víctimas en 2017, con lo cual se busca una reparación de las miles de familias que en la región sufrieron los impactos de la guerra, como homicidios, desplazamiento, secuestro, desaparición y tortura, entre otros, teniendo en cuenta que varias localidades de la zona fueron epicentro del más cruento escenario de la guerra. “Con la reparación se permitirá reactivar algunas cosas, unas de memoria, otras de historia y otras de investigación”, espera el padre Pacho, que también lideró el proceso para el resurgimiento y construcción del templo de El Marial, consagrado a la imagen de la Divina Pastora y que poco a poco se ha convertido en un sitio de peregrinación y turismo para venerar la imagen de la virgen.

Hay que recordar que el padre nació en la vereda Valle de María, donde inicia la carretera que lleva al municipio de Granada, un tramo de menos de 30 kilómetros donde operaban todos los grupos armados y que fue escenario de constantes asesinatos de pobladores de la zona, a quienes hacían descender de buses y vehículos para ejecutarlos a la vista de los demás. La violencia, tanto partidista como la del conflicto armado, nunca les fue ajena a sus círculos más cercanos. Entre ellos los mencionados alcaldes de El Peñol asesinados en el marco del conflicto, como Arcesio Botero Botero, primer alcalde popular asesinado en mayo de 1995 y partícipe muy activo del movimiento cívico; y Jesús Antonio Ramírez, integrante del Movimiento de Convergencia Cívica Unidos por El Peñol, quien era candidato y casi seguro alcalde electo, acribillado en la noche del 7 de septiembre de 1997.

- ¿Padre, por qué se dio esa violencia contra algunos alcaldes y líderes de El Peñol?

Ese proceso se desarrolló muy fácil, porque en los movimientos armados la política es esa, el cambio si quiere; si no, también.

Pese a todo, el padre nos afirma que no recuerda haber sido objeto de persecución de la Iglesia por liderar tantas luchas sociales. “No, nunca he sido suspendido, como a todos los que metemos la pata el obispo les dice, ‘no se meta mucho’, pero nunca tuve prohibición de ningún obispo”.

- Al Contrato Maestro le faltaron ejecuciones, ¿se podría retomar eso ahora?

- No, ya no se puede hacer porque los recursos ahora son mínimos y los planes son costosos, porque hacer un plan de parcelaciones con 500 parcelas bien hechecitas, no hay manera; hacer un plan de artesanías, que era lo que se quería, habrá que hacerlo de pronto con el SENA; o un programa agropecuario de cultivos, del que quedaron algunas como el cultivo de tomate, pimentón, técnicas que no tenía El Peñol, que era más que todo fruta, maíz y frijol. Ahora es un referente más que todo turístico.

Los más de sesenta años de lucha y trabajo cívico y religioso por las comunidades llevarían a pensar que Francisco podría haber saltado a las altas esferas eclesiales. Incluso monseñor Hugo Torres llegó a exponer que podrían haberlo invitado a hacer una carrera como obispo. Pero esta no fue una pretensión del humilde religioso de Valle de María. “No, yo no estaba capacitado, no había estudiado en Roma, no tenía licenciatura de nada, yo era un bruto para eso, y por el otro lado yo era solo un campesino por ellá de El Peñol, ja ja ja”, dice.

Su investidura de sacerdote fue respetada y el padre Pacho dice no haber sufrido amenazas. “Una vez me dijo el obispo ‘quédese aquí y no me pregunte por qué’; yo me quedé, viví en Rionegro cinco años, después me vine a estudiar (al COREDI) 15 años y ahora me volví a El Peñol”.

Hoy por hoy, trabajando en el proceso de reparación al Movimiento Cívico y en su morada de El Marial, el padre se siente inspirado en el papa Francisco, de quien destaca una frase suya relacionada con el perdón y la reconciliación: “es un papa de una dimensión especial. (…) Él vino en el año 2017 acá, lo invitó el presidente Santos, y mire lo que este papa está diciendo, oigámonos, no tomemos ninguna cosa autónoma”, lo que para el padre significa que no haya temor a avanzar en la reconciliación, en un modelo de entendimiento que permita un mundo en armonía, más justo y con esperanzas.

La frase la aplica al contexto colombiano, donde destaca por ejemplo que el actual presidente haya sido integrante de un grupo guerrillero que tuvo el valor de dar el paso y llegar al poder por la política: “en poquitos países de América Latina se puede dar que un hombre que empuñó las armas pueda ser un dirigente, lo hizo Uruguay con Mujica, nosotros vivimos el movimiento cubano, pero fue antes del 60, ahora el de Nicaragua (Daniel Ortega) está equivocado porque se declaró como dictador, y que Petro se le apunte a la paz, yo le creo”.

- ¿Le cree 100 por ciento?

- Eso decir ciento por ciento no es fácil; puedo decir que tiene un lenguaje económico importante, porque un país sin economía no puede vivir, tiene un lenguaje de la visión mundial muy importante que de pronto se polariza”. Y aunque espera que los diálogos de la Paz Total lleguen a buen término, dice no estar muy enterado de cómo va el proceso.

Hoy, con sus 89 años a cuestas, Pacho sigue firme en sus ideales y sus luchas y se complace de ver la cruz de la iglesia del Viejo Peñol erguida en medio de la represa, a su pueblo acogedor e inmerso en sus luchas por sobrevivir en medio de las dificultades después de haber soportado décadas de guerra y muertes. Habla con humildad de su papel en el movimiento cívico que evitó que el “dragón azul” se tragara el pueblo.

La leyenda se refiere a un padre llamado José Dolores Giraldo, a quien una Virgen llamada la Divina Pastora se le apreció en un sueño para decirle que a las mismas tierras de El Marial (donde está la segunda piedra de El Peñol) llegaría un “dragón azul” que se tragaría el poblado, pero que a la par de otras tierras llegaría un joven pastor que llevaría las gentes a un costado del lago rodeado de una piedra para ponerlas a salvo.

El dragón, según la leyenda, es el río Nare con el que se inundó la presa, y el pastor, el padre Francisco Ocampo Aristizábal, en quien se materializó la profecía. Tal vez el padre en su humildad no lo siente así. Pero en Oriente, donde la memoria es hoy por el mayor activo de una comunidad azotada por las vicisitudes y la guerra desde hace décadas, el padre Pacho es visto como un patrimonio, como verdadero salvador y gracias a quien el Viejo Peñol, un municipio fundado hace 310 años, no quedó sumergido para siempre en el olvido.

Por Gustavo Castaño y “El Chiqui” Ospina, especial para El Espectador

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