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El agua sucia de la Reserva Forestal

Los vertimientos provenientes de cultivos de flores generan problemas de salud a los habitantes.

Daniel Salgar Antolínez
26 de julio de 2011 - 09:59 p. m.

En la vereda Chorrillos de la localidad de Suba, al noroccidente de la capital, en la recién declarada Reserva Forestal del Norte, es común ver niños jugando al lado de zanjas contaminadas con deshechos provenientes de los floricultivos que abundan en el sector. También se ven rellenos de escombros y basuras que en épocas de lluvia inundan los predios aledaños. Y por la noche, son usuales los estallidos provenientes de discotecas que tienen canchas de tejo y desorientan tanto a las aves como a los residentes. Los habitantes celebran la declaratoria y participarán en la creación del Plan de Manejo Ambiental (PMA) que realiza la Corporación Autónoma Regional (CAR) de Cundinamarca y que deberá aplicar restricciones a los usos no compatibles con la reserva e incluir a la población en nuevas dinámicas de desarrollo.

Además de alterar la cobertura vegetal y la calidad del agua, los vertimientos de los floricultivos también afectan la salud de los habitantes. La profesora Carmen Helena Herrera, de la Institución Educativa Distrital Chorrillos, asegura que sus estudiantes viven con dolor de estómago y brotes epidérmicos, porque tienen contacto con aguas de las zanjas que hay frente a sus casas, donde los cultivos de flores vierten residuos líquidos.

“Diariamente faltan niños al colegio por problemas de salud y hace poco una estudiante en bicicleta se cayó a la zanja y tuvo que correr a bañarse para prevenir infecciones. Sin embargo, bañase no sirve mucho, porque las aguas negras se entremezclan con las de los pozos de donde los vecinos sacan el agua para cocinar y bañarse, porque no tenemos acueducto”, cuenta Herrera mientras pasa por las calles donde los menores juegan a orillas de las aguas malolientes que bordean cultivos inmensos de flores.

Poco pueden hacer los habitantes para proteger la salud de sus niños. La mayoría de las siete empresas de flores que ocupan 140 de las 1.500 hectáreas de la reserva y que están concentradas en Chorrillos, aseguran tener permisos de vertimientos y estar conectadas a la Red Distrital de alcantarillado.

La CAR lo confirma. Sin embargo, este panorama podría cambiar, porque la CAR también anunció que revisará cada predio dedicado a esta actividad, pues la declaratoria implica que no habrá nuevos cultivos y los existentes deberán acogerse a lo que establezca el Plan de Manejo Ambental (PMA), que debe entregarse en un año. Asimismo, los rellenos y basureros de la zona tendrán que acogerse a nuevas condiciones.
La ingeniera ambiental de la Alcaldía de Suba, Johana Cortés, informó que, tal como funcionan hoy, los floricultivos no son compatibles con la declaratoria y, si quieren quedarse en el territorio, tendrán que cambiar sus procedimientos y hacer trabajo ambiental como una forma de responsabilidad social. Lo mismo afirma Gerardo Ardila, el director del Instituto de Estudios urbanos de la Universidad Nacional, que junto con otras entidades distritales y académicas han realizado el estudio del Proyecto Corredor Borde Norte de Bogotá a partir del cual la CAR se ha orientado para declarar la reserva.

Además, Ardila, quien tuvo como maestro a Thomas Van der Hammen (el holandés precursor del proyecto y cuyo nombre lleva hoy la reserva), afirma que se iniciará un trabajo con los habitantes de la zona, para que se incluyan programas de exploración de nuevas técnicas en campos de agricultura experimental, programas académicos que tengan en cuenta las posibilidades de aprendizaje en una reserva forestal y programas de turismo ecológico y científico en el PMA. “Hay muchas posibilidades de aprovechar el suelo, por ejemplo Joaquin Solano, el dueño de la Hacienda La Conejera, ya ha planteado que su predio podría convertirse en una universidad agraria”.

Simone De Cia, un politólogo italiano que habita en una de las casas que la familia de su pareja, Catalina Mojica, tiene hace más de 50 años en la vereda Chorrillos, también muestra múltiples posibilidades de desarrollo para los profesores, líderes de las juntas de acción comunal, estudiantes, campesinos y ancianos que lo escuchan en la sala de su casa –ubicada en medio de bosques destinados a la investigación y conservación de especies y de huertas orgánicas de hinojo, lavanda, mora…-. De Cia nació en la reserva forestal del Parque Nacional de la Dolomitas, en los alpes del noreste de Italia. Allá, cuenta él, hay industrias, restaurantes, monocultivos, “hasta montallantas y cazadores que viven de acuerdo a las regulaciones del lugar y son parte de la oferta turística y el desarrollo económico del país”.

“Sí se puede vivir en una reserva. Aunque muchos temen la desvalorización de sus predios, mediante prácticas pedagógicas y programas de desarrollo sostenible entenderán que la reserva le da valores distintos al suelo, como valores culturales y la posibilidad de ser un ejemplo mundial de convivencia con la naturaleza”, añade Mojica, para quien la declaratoria implica que la producción de los predios existentes en la reserva tome una dirección hacia el respeto del medio ambiente. “Incluso se podrían exportar flores orgánicas. Eso significaría pasar de las industrias modernas a la vanguardia del siglo XXI”.

Los habitantes, a orillas de las aguas contaminadas, celebran que su territorio haya sido declarado reserva forestal, pues ven más cercano el sueño de que frente a sus casas corran aguas cristalinas. El PMA determinará si este sueño se hará realidad o si por la Reserva Forestal del Norte seguirán corriendo lixiviados hacia los humedales y los ríos.
 

Por Daniel Salgar Antolínez

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