Falcao en Brasil, cinco años después

Su máxima ilusión fue jugar el Mundial que se disputó en este país en 2014. Tras superar muchos obstáculos regresó a la tierra del fútbol con la idea de ganar un título que no logra la selección desde 2001, en Colombia.

Luis Guillermo Montenegro / Enviado Especial a Sao Paulo
26 de junio de 2019 - 11:36 p. m.
Radamel Falcao García, capitán de la selección de Colombia y máximo goleador histórico, con 34 tantos. / AP
Radamel Falcao García, capitán de la selección de Colombia y máximo goleador histórico, con 34 tantos. / AP

La fe es la esperanza de lo que se espera y la certeza de lo que no se ve. Cuando los médicos le dijeron a Radamel Falcao García que no le daba para jugar el Mundial de Brasil 2014 porque su rodilla derecha aún no estaba totalmente recuperada después de la operación de ligamento cruzado, su mente se nubló, se invadió de una tristeza monumental y le tocó refugiarse en el amor de su familia y amigos para intentar olvidar y simplemente creer que llegaría su momento; en tener fe aunque el panorama fuera oscuro. (Mateus Uribe: "Chile es el mejor rival que le podía tocar a Colombia")

Sintió que el esfuerzo no había valido la pena, pero no le quedó de otra que aceptar vivir el duelo y afrontar el momento. Para el primer partido de la Copa del Mundo viajó a Belo Horizonte, para ver el debut de sus compañeros ante Grecia. La tricolor ganó 3-0, él celebró en la tribuna y al otro día se fue lejos, de vacaciones con su familia, a aislarse de un ambiente que no le hacía bien.

Esa fue su corta historia en esa Copa Mundo, pero el fútbol, su Dios y la vida le han dado revanchas. De ser considerado exjugador regresó a la élite, cumplió su sueño de jugar un Mundial (en Rusia 2018), hasta marcó gol. Y ahora pudo regresar a Brasil, a disputar la Copa América con la selección de Colombia, siendo el capitán, uno de los máximos referentes y ese líder con el que todos quieren compartir. Debido al desempeño que ostentan otros delanteros, ha tenido que aceptar un papel secundario, dándole espacios en el once inicial a Duván Zapata, pero eso no ha sido motivo para dejar de disfrutar. “Desde donde me toque aportarle al equipo, lo voy a hacer”, le dijo a este diario luego del triunfo 1-0 ante Catar, cuando fue suplente por primera vez.

Y la fórmula de Falcao para cumplir esto fue creer. Juana Carmenza Zárate, su mamá, le enseñó a amar a Dios sobre todas las cosas. Confió, se rodeó bien y disfrutó de estar lejos de la cancha. Lorelei, su esposa, y Dominique, su hija mayor, fueron su gran apoyo en los primeros meses de 2014, cuando estuvo viviendo en Madrid, trabajando en la recuperación de su rodilla izquierda con el fisioterapeuta Joaquín Juan.

Sus días se dividían entre salas de terapias, piscinas y gimnasios. Por las noches regresaba a casa a jugar con Dominique y compartir con su esposa. En la vida normal de un futbolista es poco el tiempo que se puede estar con la familia, así que la afortunada fue su hija, quien pudo tener a su padre al lado en los primeros meses de vida, los más importantes para crear un lazo especial. La primera vez que dijo “papá”, los primeros gateos... todo lo pudo disfrutar.

En agosto de 2014 la lesión de rodilla era algo del pasado. Fue cedido por el Mónaco al Manchester United. Llegó a una ciudad en la que las oportunidades de vida social son mínimas. El tiempo libre lo pasaba en su casa. Deportivamente no contó con la confianza del técnico Louis Van Gaal, sumado a las lesiones musculares que le impidieron consolidarse en el equipo titular. Llegó a pensar que ya nada le saldría bien en la cancha, a dudar de su talento, a dudar de sí mismo. Pero su esposa nunca lo dejó caer. En los primeros meses de 2015 nació Desirée, su segunda hija, y gracias a esa vida tranquila en Manchester volvió a disfrutar de la paternidad, así que apostó por quedarse con las cosas buenas y confiar en que volverían sus éxitos.

A mediados de ese año pasaron de vivir en Manchester a Londres y eso le dio un nuevo aire, sobre todo porque la capital de Inglaterra tiene su magia, mucha gente, culturas, vida. Por más que deportivamente las cosas siguieran saliendo mal, porque el técnico José Mourinho tampoco le dio la confianza en el Chelsea, Falcao no se dejó derrotar. Lloró en silencio, sufrió, aguantó la nostalgia y se puso un caparazón para que nadie viera la frustración. Se resguardó, vivió para los suyos y no para los demás. Regresó al Principado con perfil bajo, pero con el mismo profesionalismo que demostró desde que comenzó a jugar fútbol, guiado por sus padres: Radamel y Juana Carmenza. Entonces volvió su grandeza. Salió campeón de Francia, con la selección clasificó al Mundial de Rusia 2018 y cumplió su sueño de marcar en la Copa del Mundo. (La notable evolución de Wílmar Barrios)

Todos esos momentos, los mejores que ha vivido como futbolista, los vio su padre, lo único que ha perdido Falcao en estos cinco años entre Brasil 2014 y Brasil 2019. “Siempre están sus recuerdos, sus enseñanzas. Hace mucha falta”, expresó Falcao estos días en la concentración del equipo tricolor. También lo recuerdan sus hermanas, su madre y la familia de su esposa, Lorelei, quienes están en Brasil y extrañan los comentarios de Radamel, el hombre que sabía de fútbol y les hacía los análisis previos y después del partido. Además, era el hombre alegre que cada mañana lograba sacarles una carcajada a todos.

Claro que a pesar de esa ausencia, en estos cinco años la familia de Falcao ha crecido. Ya tiene tres hijas y tanto en el Mundial como en esta Copa América también lo acompañan su mamá, sus hermanas, sus suegros, sus cuñados y varios amigos a quienes ha invitado a seguir los partidos de la tricolor. “Todos queremos verlo levantar la Copa, es un anhelo de él y le pedimos a Dios que se pueda dar. Vamos paso a paso, pero con la fe de que se pueda lograr”, concluyó la mamá de Falcao y la abuela feliz que disfruta estos días en Brasil junto a sus nietas. “Estos son tiempos que no se viven todos los días”.

 

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Por Luis Guillermo Montenegro / Enviado Especial a Sao Paulo

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