El drama humano del cierre de la vía al Llano

La vía Bogotá-Villavicencio completa casi un mes cerrada debido a derrumbes. Mintransporte calcula que el taponamiento durará tres meses, mientras tanto los habitantes se la rebuscan para su sustento.

Lucety Carreño - @LucetyC
08 de julio de 2019 - 02:00 a. m.
Las malas condiciones climáticas han complicado las labores de remoción de escombros. / Harold Rodríguez
Las malas condiciones climáticas han complicado las labores de remoción de escombros. / Harold Rodríguez

El cierre indefinido de la vía al Llano tiene atrapados a los habitantes de Guayabetal, Cundinamarca. El derrumbe por el que se cerró el corredor ocurrió en junio de este año, causado por el invierno y la inestabilidad de la zona en el kilómetro 58, donde está la entrada al municipio y el punto más crítico del corredor que conecta a Bogotá con Villavicencio. Solo en mayo, en ese tramo de la vía se realizaron más de 60 cierres intermitentes de hasta 15 horas por amenaza de desprendimientos.

En condiciones normales, un viaje de Bogotá a Guayabetal (92 kilómetros) dura dos horas y 43 minutos. Cuesta $15.000 en flota, aproximadamente, y los vehículos particulares deben pagar unos $22.000 en peajes. No obstante, el cierre decretado para poder quitar los 15.000 metros cúbicos de material que dejó el derrumbe está causando un colapso de la economía, llevando a los residentes de la zona a ingeniárselas para movilizarse y buscar fuentes de ingreso. Lo que más preocupa a los guayabetalunos es que, según estima el Ministerio de Transporte, los trabajos tardarían al menos tres meses dependiendo del clima.

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Otra preocupación en la zona es que ni la duración ni los tiempos de acceso y mucho menos los precios del trayecto de Bogotá a Guayabetal se mantienen. Al estar taponada la vía principal, los conductores se arriesgan a desviarse por una carretera inestable y peligrosa, que está paralela al tramo conocido como El Tablón-Chirajara, obligándolos a darle la vuelta a la montaña para llegar al municipio.

Este recorrido, de acuerdo con quienes lo realizan, dura una hora y media en carro y tres horas caminando. Con el agravante de que las autoridades solo habilitan el paso dos veces al día: de 6:00 a 8:00 a.m. y de 6:00 a 8:00 p.m.

En medio de los dos túneles de Mesa Grande se ubican las vans y camperos que ofrecen una solución temporal a los turistas y habitantes del sector, pues los pasajes en avión superan los $500.000, pese a que el Gobierno suspendió las tasas aeroportuarias por tres meses. Además, la ruta alterna que atraviesa el departamento de Boyacá tiene 340 kilómetros y está en mal estado, lo que prolonga el viaje por más de siete horas.

En la entrada a Mesa Grande hay un hombre que se encarga de controlar el número de pasajeros y de avisarles a los conductores cada cuánto deben salir de la zona. De allí salen rutas para Bogotá y Villavicencio, pero los recorridos son fraccionados y cada uno tiene un costo.

Para llegar a Villavicencio hay que ir de Mesa Grande a Guayabetal, en un recorrido de una hora y media que cuesta $15.000; luego hay que ir de Guayabetal a Pipiral, un trayecto de 30 minutos por el que se pagan $3.000 y, finalmente, viajar de Pipiral a Villavicencio, camino que dura entre 20 y 40 minutos, vale $4.000. Los que van a Bogotá deben salir de Guayabetal hasta el peaje Naranjal, pagando $2.000; del peaje a Cáqueza son $5.000, y de allí hasta Bogotá son $9.000. Todo este trayecto en un servicio directo de Bogotá a Villavicencio, sin vía cerrada, cuesta $27.000 en promedio, con un tiempo estimado de tres horas. En este recorrido, debido a los transbordos, un viajero tarda más de siete horas y debe invertir $38.000.

El rebusque

María, de 40 años, atiende un puesto de chorizos y arepas típicas de Guayabetal. Ella ofrece sus productos a los peatones que se desplazan por la zona mientras habla de la complicada situación por el cierre de la vía. Trabaja en sociedad con Olga Patricia, oriunda de Guayabetal, quien se encarga de las bebidas. “Trabajaba en varias cafeterías, pero todos los negocios cerraron. Solo están abiertos algunos para las personas que vivimos ahí y necesitamos la canasta familiar. Estas ventas son lo que nos están dando de comer”, cuenta Olga.

En el lugar también trabaja Claudia, quien vende desayunos y bebidas. Otra mujer vende empanadas en una vitrina que transporta en una moto. Pese a la forma en la que se rebuscan el dinero, la mayor complicación es que solo pueden trabajar cuatro horas al día debido a los tiempos en que está habilitada esta zona.

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Frente a la crisis, el alcalde de Guayabetal, Javier Castro, reconoce que los turistas son la mayor fuente de ingresos para el comercio; pero como no están llegando, está quebrado.

Riesgos de la vía

Por la vía de Mesa Grande transita Andrés, un joven diseñador gráfico que pretende llegar a Bogotá para realizar trabajos y poder pagar el próximo semestre. “Pasé una travesía y mis zapatos están vueltos nada. Hay gente que trae bebés o moviliza personas en sillas de ruedas y se pueden demorar hasta cuatro horas. Es urgente una vía alterna en mejores condiciones”, cuenta indignado.

Ligia, una señora de unos 50 años, se baja furiosa de una van en la que viaja con más de una decena de personas. Mientras refunfuña, afirma que todo el departamento del Meta y Bogotá están afectados por el cierre. “¿Cómo es posible que en pleno siglo XXI tengamos esas carreteras? ¿Dónde está lo que pagamos de peajes? Llevo siete horas de carro en carro y aún me faltan como tres para llegar. ¿Quién responde?”, cuestiona.

En la zona se aprecian camperos apagados y personas acostadas en el piso, esperando a que se vuelva a habilitar la ruta alterna para llegar a Guayabetal. Uno de ellos es Lucio, quien descansa sobre sus maletas en un andén. “Me dijeron que la buseta nos traía de Yomasa a Cáqueza, pero nos dejaron en el retén y nos tocó caminar más de una hora. Llegamos acá y no había paso. Nos dejaron bloqueados”, narra.

También dice que le recomendaron subir por la trocha o a pie. Y aunque es uno de los que se ve más animado y calmado, dice que no intentaría tomar la vía que da la vuelta a la montaña porque es muy resbalosa.

Responsabilidades y medidas

La vía Bogotá-Villavicencio tiene problemas de vieja data. Desde la tragedia de Quebrada Blanca, en 1974, que dejó más de 300 muertos, hasta la caída del puente Chirajara, en 2018. Aunque el Llano es la despensa de Colombia, el Estado no ha podido con los desafíos de las montañas de la cordillera Oriental. Con este derrumbe sufre un nuevo momento crítico.

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La responsabilidad de los constantes derrumbes se la pasan entre unos y otros. Coviandes, empresa que tiene a cargo la administración y operación de la vía desde 1994, ha sido señalada de ser la responsable del taponamiento. Sin embargo, se ha defendido. Por su parte, el Gobierno apoya una serie de estudios que ha realizado la concesionaria y en los que se asegura que las obras no tuvieron un impacto en la emergencia.

Mintransporte invirtió $120.000 millones para construir 10 terrazas en el kilómetro 58 que permitan tener un mejor manejo del agua en la montaña, así como su estabilización, una vez se giren los recursos se habrán invertido $235.000 millones. Para adelantar labores, siempre y cuando el clima lo permita, la concesión recoge 5.000 metros cúbicos al día, lo que equivale a dos piscinas olímpicas.

Por su parte, el presidente Iván Duque anunció la destinación de $1,2 billones para la vía Bogotá-Villavicencio, no solo para la construcción del tramo, sino que ese dinero incluye las medidas que se han tomado para solventar la emergencia como la reducción del precio de la gasolina y peajes y las ayudas para los más afectados.

Por la vía de regreso hacia Bogotá, que pasa por Quetame, el panorama es el mismo. Todos los locales están cerrados y el comercio está quieto. Los colombianos que encontraron esta solución temporal para movilizarse entre Bogotá y Villavicencio son solo una parte de los afectados, pues sectores como el agrícola, de transporte y turismo han reportado millonarias pérdidas en los más de 20 días de cierre, que, según quienes han vivido de cerca el problema, son solo el comienzo de un caos que puede ir para largo.

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Por Lucety Carreño - @LucetyC

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