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Campeones del mundo

La selección de Colombia conquistó como local el segundo título de su historia. El equipo nacional tuvo la mejor defensa y la delantera más efectiva del torneo.

Redacción Deportiva
27 de marzo de 2011 - 10:52 p. m.

Ayer no fue un domingo cualquiera. Los millones de futbolistas que salen cada ocho días a las calles y parques del país a jugarse un “picadito” de micro o de banquitas, lo hicieron con la convicción de ser los mejores del mundo.

Los niños no querían ser Lionel Messi, sino John Pinilla y al que se pasaba de violento de inmediato le gritaban: “Paraguayo”. Al final, en las tiendas, todos recordaban con emoción los tacos, las gambetas y los goles de la selección nacional, que el sábado venció 8-2 a su similar guaraní en la gran final del Décimo Mundial de Fútbol de Salón.

Con el presidente de la República a bordo y más de 6.000 gargantas alentando, el equipo que dirige el caldense Jaime Cuervo volvió a ser una sinfonía, como en los seis partidos anteriores.

Fue una fiesta manchada solamente por la agresividad de los visitantes, que defendían la corona, pero que no tuvieron gallardía para aceptar la superioridad futbolística colombiana.

Cuatro anotaciones de John Pinilla, goleador del torneo, mejor jugador e ídolo indiscutible de la afición; dos más de William Estupiñán, el popular Panadero; y otro par de Jorge Cuervo, la futura estrella del equipo, cobraron revancha por la derrota en la final de hace ocho años, cuando los guaraníes se consagraron en su tierra.

El fútbol de salón o microfútbol, como es más conocido, es el único deporte de conjunto que le ha dado a nuestro país dos títulos mundiales, el primero de ellos obtenido en Bolivia 2000.

En la tabla histórica, Paraguay se quedó con tres coronas (1988, 2003 y 2007), Brasil suman dos (1982 y 1985) al igual que Colombia, mientras que Portugal (1991), Argentina (1994) y Venezuela (1997) tienen una.

¡Qué goleador!

Juan Diego Ramírez Carvajal

Una vez más la destreza de John Jairo Pinilla Cubillos le dio una alegría al país. Once años después de que fuera el bastión del título en el Mundial de Bolivia en 2000, el bogotano de 30 años repitió la hazaña, obtuvo el segundo título y se proclamó como máximo artillero del reciente certamen, al anotar 17 de los 48 goles del combinado nacional.

El sábado pasado, en un festín en la final ante Paraguay, el mejor jugador de microfútbol del país, curtido de vestir el uniforme tricolor (desde 1997) y uno de los mejores del mundo, se retiró de la selección como los grandes, por la puerta grande, como lo soñaba desde que se inició en este deporte.

A los siete años pateó su primer balón en un campeonato infantil de microfútbol, realizado en el barrio Samper Mendoza, en el centro de Bogotá, y sus movimientos dejaron boquiabiertos a todos los espectadores, cuyos augurios se convirtieron en realidad.

Se volvió costumbre ver en una cancha de la localidad de Bosa a aquel estudiante del colegio Gimnasio Romano Mixto, quien ingresó a sus nueve años a la selección Bogotá y años después ya estaba celebrando un título mundial.

Es tanto su amor por esta disciplina, que aunque entrenó con el equipo profesional de Independiente Santa Fe y estuvo a punto de debutar, decidió dedicarse de lleno al deporte de la calle. “Soy un agradecido de este deporte y tal vez lo mío no era el fútbol. El micro me ha dado todo en la vida”, explica.

También demostró su talento en el Viejo Continente, cuando en 2003 vistió los colores de los equipos italianos Grosseto y Arzignano. En 2008 regresó y hoy es jugador del Independiente Santander.

A diferencia de hace unos años, que era considerado el mejor del mundo, hoy, que vive con su esposa Viviana Mejía —está en quinto mes de gestación de Valerie— ya no se siente igual de ágil. “Mi cuerpo no es el mismo, en el Mundial sólo aporté con experiencia y qué mejor que decir adiós ratificando que somos una potencia mundial”, sentencia John Jairo, una marca registrada del fútbol de salón colombiano.

Una mente brillante

Luis Guillermo Ordóñez O.

Cuando tenía 17 años Jaime Cuervo Lozada asistió con la selección de Caldas a un campeonato nacional juvenil de baloncesto, pero en vez de ratificar el amor que tenía por la pelota naranja, quedó seducido por el fútbol de salón, cuyos partidos se jugaban como preliminares.

Desde entonces se ha dedicado de lleno al micro, al punto de convertirse en el gran arquitecto del segundo título mundial de la especialidad para Colombia, conquistado el sábado pasado en el coliseo El Salitre de Bogotá.

“Los números lo dicen todo, fuimos justos vencedores. Tuvimos la mejor defensa y la delantera más efectiva. Siempre tratamos de agradar al público y de mostrar calidad táctica y técnica”, dice el estratega caldense de 49 años, quien era asistente técnico de Manuel Sánchez en 2000, cuando nuestro país logró su primer título en Bolivia.

También estuvo en los torneos de Argentina 2003 y Paraguay 2007, en los que Colombia fue tercera y segunda, respectivamente.

Pero le llegó la hora de la revancha, de la consagración. Durante 15 días sus muchachos paralizaron al país y lo pusieron a celebrar. Más de 30 partidos de preparación dejaron al equipo en su punto máximo para pasar por encima de Ecuador, Bielorrusia, Nueva Zelanda, Venezuela, Argentina y Paraguay antes de levantar la copa.

“Sabíamos que los guaraníes serían los rivales más complicados, pero el grupo respondió y en la cancha no dejó duda de su superioridad. El título es un homenaje a los millones de jugadores que practican este deporte en todo el país”, señala Cuervo sin modestia, al recordar que el primer equipo que dirigió fue el de la Institución Universitaria de Caldas, por allá en 1979.

El manizaleño asegura que “vienen cosas muy grandes para nuestro deporte. Este título, la manera cómo se consiguió y la consolidación de la liga profesional nos servirán para seguir cosechando éxitos”.

Por ahora quiere celebrar y descansar un poco antes de plantearse nuevos retos, porque “lo difícil no es llegar a ser el mejor, sino mantenerse”.

Por Redacción Deportiva

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