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Parece que apenas ayer hubieran comenzado los Juegos Olímpicos. En la mañana, el transporte público de Londres se congestionó con cerca de 90 mil personas que se movilizaron rumbo al estadio de Stratford, el principal escenario de las justas, que solamente se había utilizado para la inauguración. Filas de dos y tres cuadras para ingresar a las estaciones de tren y metro. Aglomeraciones en las entradas del Parque Olímpico precedieron las competencias del deporte rey, que para Colombia arrancaron muy bien, pues la antioqueña Catherine Ibargüen se clasificó, en apenas dos saltos, para la final de mañana.
La Federación Internacional de Atletismo, en el folleto promocional que entrega a la entrada del escenario, explica que la antioqueña, de 27 años, “pretende convertirse en la primera colombiana en ganar una medalla de oro en este deporte. Ha demostrado su regularidad durante toda la temporada y ha quedado entre las tres mejores en todas sus competencias. Ha ganado seis de ocho pruebas, incluidas las dos últimas en la Liga de Diamante, en Londres y Mónaco”.
Esa elogiosa presentación hizo que el público se fijara en ella desde que realizó su primer salto, en el que apenas hizo 14,24 metros. Casi media hora más tarde brincó nuevamente y dejó el registro en 14,42, suficiente para asegurarse un lugar en la final de mañana, al mediodía de Colombia.
De inmediato Catherine realizó su estiramiento, se vistió y salió de la pista, mientras muchas de sus rivales seguían buscando la marca mínima de 14,40. Al final, apenas cuatro la superaron, por lo que las otras ocho saltadoras se clasificaron por repechaje, entre ellas la ucraniana Olha Saladuha, campeona mundial.
Cuando eso sucedió, la colombiana ya iba en un bus rumbo a la villa de deportistas, en la que está concentrada. Antes, sin embargo, atendió a El Espectador y dijo que “para ganar la medalla hay que saltar 15 metros”.
Minutos después de que Catherine abandonó el estadio, apareció por la puerta de maratón la chocoana Jennifer Padilla, quien iba a participar en la primera ronda de los 400 metros. Estuvo en la séptima serie y finalizó tercera, con menos de 52 segundos, lo que inmediatamente le daba cupo en la semifinal.
La campeona panamericana de la distancia miró el tablero y brincó de la felicidad, pero apenas ingresó a la zona mixta se enteró de que había sido descalificada. Sin mediar palabra se fue del escenario mientras el delegado de la Federación Colombiana, Ramiro Varela, preparaba la apelación, pero al mirar el video de la prueba comprobó que la corredora criolla invadió el carril del lado en los primeros 20 metros de la prueba.
Desconsolada, Jennifer, quien tiene 22 años, se encerró en su habitación y no quiso hablar con nadie. Ni siquiera con Rafael Zabaraín, el sicólogo de la delegación.
Fue un error técnico el que alejó a la colombiana de la semifinal, pero en sus piernas tiene la velocidad para aspirar a más en Río 2016. Habrá que trabajar ahora en la parte mental para que asuma la derrota y aprenda la lección, pues aún tiene carreras por delante.
En la tarde, el equipo de la persecución, integrado por Arles Castro, Édwin Ávila, Kevin Ríos y Wéimar Roldán, perdió su serie contra España y después definió la séptima casilla ante Holanda.
¿Cómo se sintió en su estreno?
El objetivo era pasar de ronda y se logró, ahora debo tener la mente clara para lo que viene.
¿No fueron sus mejores saltos, 14,24 y 14,42?
Pero cada torneo es diferente. Acá las marcas no han sido buenas, pero para ganar medalla hay que saltar los 15 metros.
¿La gente la aplaudió mucho?
El público se conectó conmigo. Quería que sintieran el calor de nuestra tierra y me siguieron en los saltos, fue muy bonito.
¿Presionada para el domingo?
Estoy lista para todo. Dios está conmigo.