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Del dopaje químico al biológico y genético

Productos farmacéuticos experimentales, sin aplicación en humanos y aún sin prohibir por la Agencia Mundial Antidopaje (WADA), son la nueva era. Hoy se exploran nuevas vías, con riesgos desconocidos para la salud del deportista.

Juan Carlos Rincón
08 de agosto de 2015 - 03:31 p. m.
Del dopaje químico al biológico y genético

Hace dos años, en vísperas del Tour centenario, el estadounidense Lance Armstrong, desposeído de sus siete victorias por dopaje, le dijo el 28 de junio al histórico diario francés Le Monde que era “imposible ganar el Tour sin doparse”. Su afirmación retumbó en todas las estructuras del ciclismo. Posteriormente, dos de los mejores especialistas franceses en dopaje fueron más lejos. El profesor de biotecnología en el Instituto de Biotecnología de la Universidad de Troyes, Gerard Dine, denunció que “el dopaje químico deja demasiadas huellas en la sangre, mientras que el biológico es prácticamente indetectable”.

A su turno, el director del laboratorio de biofísica y bioquímica de la Universidad de Montpellier, el doctor Michel Audran, advirtió que “el dopaje es un negocio tan bueno como la droga. Existen las sustancias, la posibilidad de adquirirlas a través de internet y los médicos competentes para suministrarlas a los ciclistas”. En la historia del deporte siempre hubo y habrá atletas dispuestos a arriesgar su salud para triunfar y siempre habrá personas dispuestas a suministrar e inocular suplementos de distinto tipo para conseguirlo.

El pelotón ciclístico no ha sido ajeno a ello y, según los especialistas, seguía recurriendo al dopaje. Dine explicó que ha evolucionado para no ser detectado y que las nuevas sustancias actúan como efecto secundario de medicamentos destinados a enfermedades y potencian el rendimiento físico. De los anabolizantes y hormonas, el EPO, las transfusiones de sangre y el plasma de ganado vacuno se había llegado al dopaje biológico. Concretamente, los especialistas denunciaron el Aicar, un anabolizante que aumenta la masa muscular (sólo había sido probado en ratones) y que se encontró y detectó en farmacias de médicos deportólogos y ciclistas de Costa Rica y Colombia, y el Rycal S107, que era el más utilizado porque mejora la oxigenación de la sangre y es difícil de detectar. Es bien conocido el caso del médico deportólogo colombiano Alberto Beltrán Niño, quien fue expulsado en 2001 del equipo Selle Italia y que luego trabajó con escuadras españolas y portuguesas de segundo nivel. Gracias a la llamada “Operación Skype”, de la policía española, fue detenido en marzo de 2012 en Madrid por tráfico de sustancias dopantes de última generación, entre ellas el Aicar y el TB-500.

El doctor Audran explicó en su momento que, antes de que los laboratorios farmacéuticos hubieran probado los compuestos en seres humanos, “en China ya los producen de forma clandestina y los venden a través de internet”. En el caso del Aicar y el Rycal S107, ambas sustancias “hacen que el cuerpo humano segregue EPO de forma natural, lo cual hace muy complicado su rastreo en la sangre”, dijo por su parte el profesor Dine. Su colega explicó que existía el antecedente del ciclista austríaco Bernhard Kohl (3º en el Tour 2008), quien reconoció haber seguido ese sistema durante años sin que lo atraparan, al igual que el dopaje con CERA.

El Aicar es un aminoácido endógeno que provoca que el músculo crea que ha entrenado sin hacerlo realmente; es decir, imita el ejercicio físico. La Agencia Mundial Antidopaje (WADA) lo considera un “modulador metabólico” y se puede detectar a través de la orina en un control especializado (no en uno rutinario), pero sin saber qué concentración indica su ingesta externa. Está prohibido por WADA, pero es muy difícil de probar su uso como dopaje debido a su característica genética, pues se puede producir naturalmente en el cuerpo y actúa sobre las células incrementando la creación de ácido láctico. El sintético es un medicamento que simula la práctica de ejercicio físico sin haberlo realizado. Ideal: da mejoras físicas sin hacer ejercicio. De allí su nombre popular “la píldora del ejercicio”. Su precio, en cambio, es menos popular: 6.000 euros la dosis de un mes de pastillas. Al mismo tiempo, la Agencia Mundial Antidopaje ha advertido sobre el GW1516, un compuesto en fase de experimentación de los laboratorios farmacéuticos británicos GlaxoSmithKline (GSK) que se detectó en el ciclista ruso Valery Kakov y que se vendía libremente como suplemento vitamínico con la función de construir más resistencia en el atleta y perder peso.

Es interesante saber que el Aicar se usó en ensayos clínicos desde 1980 para complicaciones en cirugías de válvulas coronarias y, al parecer, otros de sus beneficios son utilizar las grasas como fuente de energía —e incluso perder peso— y además ayudar a aumentar las proteínas que regeneran tejidos, lo cual facilita aumentar “fingidamente” el músculo que se entrena. En cambio el GW1516 no lo produce el cuerpo y se puede detectar en la orina hasta 40 días después de la dosis.

La última píldora del mercado es la FG4592 (Roxadustat), otro compuesto en la tercera fase de experimentación clínica de los laboratorios biofarmacéuticos AstraZeneca y FibroGen, que tiene un efecto similar al EPO: incrementa en el cuerpo la producción de glóbulos rojos. Se lo conoce desde el año 2013, también con la sigla ASP1517, y lo llaman “la píldora del oxígeno”, pero no está aprobado todavía para consumo humano, aunque se ha desarrollado con el objetivo específico de combatir la anemia asociada a enfermedades renales crónicas. Se encuentra en internet como “investigación química” y se adquiere por US$3.000 un ciclo de tratamiento con dosis de 3 mg dos veces a la semana por un mes.

Luego del positivo con FG4592 en los Juegos Panamericanos del ciclista chileno Carlos Oyarzún, miembro de la escuadra continental croata Keith Mobel-Partisan, y del italiano Fabio Taborre, del equipo continental italiano Androni Giocatolli-Sidernec, quienes la adquirieron por internet, las autoridades del Tour de Francia decidieron volver a analizar las muestras tomadas en la edición 2015 para asegurarse de que no se hubiera recurrido a ella en la prueba.

Miostatina, TB500 y “doping” genético

La Agencia Mundial Antidopaje prohibió el dopaje genético en 2003. Lo define como la utilización no terapéutica de métodos o genes capaces de mejorar el rendimiento deportivo. Pero ¿cuál es el uso no terapéutico?

Es una definición ambigua que merece ser aclarada, porque cabe además la pregunta de si los pacientes sometidos a la terapia génica pueden competir. Y de hecho se ha establecido que en un buen número de competencias hay abuso de la exención concedida a los ciclistas para emplear drogas de uso terapéutico, como fue el caso de Chris Froome durante el Dauphiné Libéré 2014, cuando se le permitió el uso del inhalador de salbutamol para el asma. La Unión Ciclística Internacional (UCI) permite un máximo de 1.600 microgramos durante 24 horas y puedo decir con conocimiento de causa, porque lo utilizo irregularmente, que un soplo equivale normalmente a 100 microgramos y yo no me aplico el inhalador más de dos o tres veces, según la congestión.

La miostatina es una proteína que circula en la sangre y aumenta la masa muscular y la capacidad de regeneración del tejido muscular esquelético y de los órganos, y puede ser empleada como tratamiento clínico para aumentar el rendimiento deportivo. La molécula y su gen asociado se producen en células del músculo esquelético y su potencial terapéutico fue descubierto por los genetistas Alexandra McPherron y Se-Jin Lee en 1997, en la Universidad de California.

Es un miembro de la familia de proteínas TGF-beta y se le conoce como factor 8 de crecimiento diferenciado, porque limita el crecimiento de tejido muscular y puede ser empleado benéficamente en terapias de distrofia muscular, aunque su manipulación y abuso puede llevar a mutaciones. Sin embargo, en términos de esfuerzo físico y de terapia genética, su empleo en una raza de perros de carreras excepcionalmente musculados, Whippet Bully, ha sido exitoso, lo cual demuestra la relación positiva con el rendimiento atlético. La miostatina humana puede ser producida modificada genéticamente y está disponible para la venta. Su patente la tiene la Universidad Johns Hopkins.

Otra proteína igualmente exitosa y producida naturalmente es la TB-500, que mejora la recuperación tras el esfuerzo y promueve la creación de nuevas células sanguíneas y musculares, para que el deportista conserve su rendimiento. Los efectos curativos de este péptido se han observado en tendones, ligamentos, músculos, piel, corazón y los ojos, y uno de sus mecanismos claves de acción es la capacidad de regular la actina, la proteína de creación de células. La TB-500 es una fracción sintetizada de la hormona timosina beta-4, que está presente en todos los seres humanos y en células animales, principalmente en los caballos, y cumple una función regenerativa y favorece el rendimiento sostenido. Se aplica mediante jeringa a partir de una base que se reconstituye en una solución de agua estéril o con cloruro de sodio al 0,9%. Conocida en el mundo hípico porque se utiliza para el dopaje de caballos de carreras, su versión sintética ya ha sido detectada en algunos atletas y ciclistas que la pueden adquirir en internet con instrucciones de uso para los tratamientos médicos.

El informe de 229 páginas de la Comisión Independiente de Reforma del Ciclismo (CIRC), revelado en marzo de este año, considera que la cultura del dopaje es “endémica” y que —basado en más de 170 entrevistas realizadas— entre 20 y 90% del pelotón recurre a estas prácticas y apenas tres o cuatro equipos están limpios. La Comisión cree que “a pesar de la mejora de la ciencia, incluyendo el pasaporte biológico, todavía es posible para los ciclistas utilizar microdosis de EPO o biosimilares sin ser descubiertos”, principalmente en la noche, porque no hay controles entre las 11:00 p.m. y las 6:00 a.m. Sin embargo señala que ahora los ciclistas organizan sus propios programas de dopaje, ayudados por terceras personas.

Uno de los cambios notables que se han apreciado en varios corredores del pelotón es la pérdida dramática de peso utilizando cortisona. Uno de los médicos citados en el informe declaró que los ciclistas recurren a corticoides para bajar rápidamente de peso (“limpiar”) y mantenerse en forma sin perder potencia. Y, más serio aún, otro de los médicos entrevistados afirmó que algunas de las grandes victorias recientes en carreras del circuito World Tour “se han conseguido en parte como resultado de algunos miembros del equipo que utilizan corticoides para bajar peso y respaldar al ciclista líder que ganó (quien también utiliza la misma técnica de pérdida de peso). Se informó que el enfoque fue planificado por la dirección del equipo”.

Mañana, tercera y última parte: Chris Froome y la “Maquinaria Sky”.

Por Juan Carlos Rincón

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