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El líder de la recuperación

Carlos Mario Salazar ha pasado los últimos ocho años de su vida ayudando a los ciclistas a estar en las mejores condiciones para competir.

María Alejandra Castaño C.
19 de junio de 2013 - 03:22 p. m.
Carlos Mario Salazar, en su tarea diaria con los ciclistas de la Vuelta a Colombia. / Andrés Torres
Carlos Mario Salazar, en su tarea diaria con los ciclistas de la Vuelta a Colombia. / Andrés Torres

Cuando Carlos Mario no está manejando su taxi en Medellín, se dedica a viajar con el equipo EPM-Une, encargándose de todo el trabajo de recuperación que, así como el de todos los masajistas de los 18 equipos de la edición 63 de la Vuelta a Colombia, es fundamental para el buen desempeño de los ciclistas en cada una de las etapas.

Canario, como todos lo conocen, asegura que el buen trabajo después de la competencia es lo que marca la diferencia con los otros pedalistas, pues actualmente todos tienen mucha tecnología, buen entrenamiento y excelentes bicicletas. Comer lo que se debe y sobre todo dormir bien también hace parte de la rutina.

¿Cómo es su relación con los ciclistas?

Muy buena y cercana. Yo los trato como a unos hijos. Me gusta atenderlos y tratarlos bien. Yo sé todo el esfuerzo que hacen y por eso sé que mi trabajo es hacer todo lo posible para recuperarlos.

¿Qué es lo más difícil?

Todo lo disfruto, pero de pronto es difícil cuando alguno de los del equipo gana: si tienen que ir al podio se retrasa todo, la gente les pide fotos y entrevistas, entonces llegan muy tarde a almorzar, pero eso no importa, con tal de que ganen que pase lo que sea. Otros me dicen que qué pereza estar masajeando hombres, pero es mi trabajo, es muy profesional y lo que me gusta es ayudar a estos guerreros.

¿Hay algo que lo diferencie de otro masajista?

Mi relación con ellos. Yo los conozco desde hace muchos años y me gusta que todo les salga bien. Soy el todero, pero lo disfruto. También preparo las cremas yo mismo; tienen que ser las mejores.

¿Cómo hizo para entrar al equipo?

El ciclismo es un gremio al que es difícil pertenecer. Pero una vez estaba sin hacer nada y un entrenador me enseñó a hacer masajes; fueron tres o cuatro días no más y luego el señor se desapareció. Pero por cosas de Dios y de la vida, en ese momento uno de los ciclistas también era masajista y me siguió enseñando, y me gustó. Luego llegaba a mi casa a ensayar con mis cuñadas. Ellas ahora me molestan, me dicen: “Claro, aprendió con nosotras, pero ahora no nos hace nada”.

Finalmente, ¿cómo logró que lo contrataran?

Entré al equipo, que en ese momento se llamaba Orbitel, porque estaban necesitando un masajista. La única condición era que tenía que tener carro, y como yo tenía mi taxi me contrataron. No sé si era el más bueno, espero que sí, pero era el único que tenía carro.

¿Qué hace que luego de un duro día de competencia no amanezcan con algún dolor para seguir en la carrera?

Para eso ellos se entrenan cuatro o cinco horas diarias. O si no sería imposible. Ellos manejan un umbral de dolor alto y se acostumbran. A veces dicen que se les duermen las piernas, pero para ellos ya es normal.

¿Y no sienten dolor?

Sí, claro, tienen uno que otro, pero a eso es a lo que también hay que sacarle provecho, y entra a jugar quién es el que mejor se recupera o cuál es el que mejor maneja todo el cansancio.

¿El masaje varía dependiendo de la etapa?

No, siempre es el mismo, uno los va conociendo, sabe qué les gusta y cómo hay que hacerles para que queden cien por ciento recuperados.

¿Cómo es la organización del equipo?

Este equipo es muy organizado y coordinado, todos tenemos que estar pendientes, es un trabajo en grupo. A los ciclistas no les hace falta nada. Usted llega al hotel y ya está todo listo: la comida, la ropa, las habitaciones; sabemos que los ciclistas lo que tienen que hacer es competir. En total, son diez ciclistas, dos mecánicos, tres masajistas, dos técnicos y un jefe de logística.

¿Qué es lo que más le gusta de la Vuelta a Colombia?

Uno se va de estas vueltas mal acostumbrado. Siempre vamos a buenos hoteles, con buena comida, no nos hace falta nada. Gracias a Dios este equipo tiene los recursos para todo lo que se necesita; además el recorrido, a pesar de ser tan duro, ha sido bonito, la gente nos ha recibido bien.

¿Cómo es la alimentación de los corredores antes y después de una etapa?

Lo mismo de siempre: comen normal, ojalá cosas que no tengan tanta grasa, eso les hace daño. Yo prefiero que sea pollo, que el cuerpo lo digiere muy rápido; también muchas ensaladas.

¿Por qué toman gaseosas? ¿No les hace daño?

Por más malas que sean las gaseosas, cuando no sabemos de dónde sacan el agua de algún hotel preferimos que las tomen. Es peligroso que los jugos estén con agua mala, eso les genera daño estomacal, que es lo peor para un ciclista. No pueden estar deshidratados, es muy peligroso.

¿Siguen comiendo panela o bocadillo durante la competencia?

Ya no tanto. Hay unos que mantienen esa tradición porque les gusta, pero eso ha cambiado. Ahora hay vitaminas que tienen todo lo que ellos necesitan y además no llenan y les aguantan la etapa.

Además de los masajes, ¿qué le toca hacer?

De todo: repartirles en la zona de alimentación el agua, cuidarlos y hasta llevar y recoger a los que, como yo, viven en Bello.

¿Alguna vez fue ciclista?

No, ¡eso es muy duro! Salgo a la ciclovía y hago ejercicio, pero nunca profesional, el ritmo de ellos es muy pesado. Hay que sacrificar muchas cosas. No sólo es entrenar, también hay que dormir y comer bien. Hasta las novias y las rumbas se acaban.

Por María Alejandra Castaño C.

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