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El viaje de Óscar Sevilla

Mientras la afición colombiana se frota las manos a la espera de Nairo Quintana en la Vuelta a España, un español 13 años mayor que el boyacense es el dueño de las carreteras nacionales hace cinco años.

Juan Pablo Machado
21 de agosto de 2015 - 10:55 p. m.
Luis Ángel.
Luis Ángel.

Ha ganado 40 carreras en el país, entre ellas las tres últimas Vueltas a Colombia, y sugiere que esta carrera debería hacerse en abril o mayo, para invitar europeos que se preparen al Tour de Francia.

Óscar Sevilla habla como corre en bicicleta. Suelta cada frase contundente, cada respuesta a quemarropa con tono de sentencia. Su cara de eterno niño ya dibuja arrugas en cada sonrisa. Tiene 38 años, hace siete aterrizó por primera vez en el país a competir por un equipo estadounidense y de inmediato, con un amor casi de adolescente, se rindió ante una antioqueña, estando aún casado con una española, protagonizando una historia de novela en plena Vuelta a Colombia. “Corrí dos Vueltas: una en bicicleta y otra para conquistarla a ella”, confiesa.

Vive en Bogotá y en 2013 firmó para el mejor equipo nacional, el EPM TIGO UNE que dirige Raúl Mesa, después de defender al Orgullo Paisa y a Formesán, desde que se radicó en el país en abril de 2010. Repite estar en el mejor momento de su vida personal y deportiva. Lo han visto rodar en Europa, Asia, Oceanía y América –solo le falta África-. Conoció el infierno cuando salió exiliado de Europa por cuenta de la Operación Puerto, una investigación contra el dopaje en el ciclismo, sin condenados, que terminó en un enorme listado de sospechosos, expuestos a la picota pública. Sevilla cayó en esa lista. Al joven maravilla del ciclismo español de finales del milenio anterior, que a los 25 años ganaba un millón de euros por temporada y era codiciado por todos, terminaron ofreciéndole 20.000 euros equipos de segundo nivel.

En el estudio de su apartamento, en el norte de Bogotá, reposan los trofeos de todo lo ganado en Colombia. Están los más importantes, como tres títulos de Vuelta a Colombia y otros dos de Clásico RCN. Según sus cuentas, ha ganado 40 carreras en el país. Este año fue el mejor en las Vueltas a Valle y Antioquia, y la Clásica de Anapoima. Los títulos de las dos últimas Vueltas a Colombia (2014 y 2015) resumen su perseverancia y terquedad, al lograr el título justo en la última atapa. Y las logró en Medellín, la ciudad colombiana que más le gusta “por su energía”.

“Todo el lote quedó, como decimos vulgarmente, rabón, porque Sevilla pone en evidencia la ingenuidad o la falta de preparación o la falta de trabajo en equipo de los demás. Es el ciclista, de lejos, más profesional en el país. Restringe al máximo su vida personal por el amor a la bicicleta”, comenta Santiago Botero, retirado del ciclismo en 2010 y compañero en buena parte de las aventuras del español: lo vio llegar al Kelme español (1998-2002) y luego volvieron a cruzarse en Rock & Racing (2008), un alocado equipo estadounidense que fue la penúltima escala de Sevilla antes de radicarse en Colombia.

Muestra, sin aspavientos ni nostalgias, la foto del podio más recordado en su carrera: el título como mejor joven del Tour de Francia de 2001 (tenía 25 años), con la misma camiseta blanca que ganó en 2013 y 2015 Nairo Quintana en los mismos Campos Elíseos. Fue séptimo en la clasificación final. En la imagen aparece junto a otros ganadores, entre ellos Lance Armstrong, campeón final, luego destronado por su confesión de dopaje. En su tierra, en ese mismo 2001, se quedó a segundos de la gloria. Fue líder de la Vuelta a España por doce días, pero perdió la camiseta el último día, en una contrarreloj individual en la que se habló de complot para que perdiera. Terminó de subcampeón. Al llegar a Ossa de Montiel, su pueblo en Albacete, la banda Mago de Oz lo sorprendía en el recibimiento con la adaptación de ‘Sevilla’, un clásico de Miguel Bosé:

Un hidalgo corredor / en un lugar de la Mancha nació
Todo el mundo habla de él / y es de Ossa de Montiel

Y el corazón de Albacete va / detrás de un chaval, Sevilla
Con que paciente enamorará / te conquistará, Sevilla

No habrá molino de viento capaz / de robarte tus ganas de triunfar
Tu dulcinea la montaña será / la cima por conquistar
A rocinante quiso cambiar / por caballo blanco de metal
Su armadura es el maillot / soñó con ser campeón…

Su palmarés en las grandes en Europa habla de tres Giros de Italia, seis Vueltas a España (en tres fue top-10) y cuatro Tour de Francia. También estuvo en dos Mundiales.

En sus comienzos era un gran escalador. Luego, mejoró en los embalajes y en las contrarreloj. Lo califican de rápido y todoterreno, una exhalación de 1,72 metros, al que no le favorecen las rampas tan empinadas. Todos los días entrena, menos los lunes. Puede hacer de seis a ocho horas diarias, completando de 180 a 230 kilómetros por día. Una caramañola con agua es suficiente para la travesía. Algunas veces para sobre la vía a comer una almojábana o un pan de yuca. Nada más.
Esta es la charla con un hombre apasionado, enamorado de Colombia, que no tiene rival, que evita las peleas, que maneja en el país la distribución de una firma de cascos españoles de ciclista en un negocio en el que él es la imagen y su esposa la administradora. Así es el Sevilla generoso, del que sus amigos dicen que se pasa de buena gente.

¿Cómo fue ese primer contacto con la bici?

Los culpables fueron ‘Perico’ Delgado, ‘Lucho’ Herrera, Fabio Parra. Mis primeros modelos fueron ellos en televisión, pues yo no tenía ningún referente familiar. ‘Perico’ fue mi gran ídolo.

Su papá era mecánico de motos…

Sí, con mi tío. Me crié entre motos, haciendo carreras ‘piratas’ con los amigos. Tengo quemaduras de tubos de escape en las piernas. Tengo fotos montando motos a los 5 años. Trabajé muchos años con mi papá en su taller. Pero vi la primera carrera ciclística a los 11 años por televisión y me enamoré.

¿El primer colombiano del que oyó hablar fue Herrera?

Sí, porque siempre le cazaba pelea a ‘Perico’. Salía de ver cada carrera en televisión y me ponía una gorrita para atrás de Reynolds, su equipo. Sacaba mi bicicleta vieja de bicicrós de llantas gordas y le daba vueltas a la manzana. Yo me creía Pedro Delgado, sin competir con nadie, solo, levantando los brazos como un loco.

¿Y su primera carrera?

En el verano, cuando acababa el colegio, nos reuníamos con los amigos en Lagos de Ruidera, un paisaje natural de 17 lagos. Se hizo una carrera de 30 kilómetros. Hacíamos medallas con cuerdas y tapas de productos conservados. En 1988 formaron el primer club de ciclismo en el pueblo. Me apoyaron mis papás, sin pedirme que ganara.

¿Y usted era bueno?

¡Qué va! Quedaba de 14 o 15. Eran carreras muy técnicas, de 3, 4, 10 kilómetros. Eran circuitos y yo no tenía malicia, salía a toda y me cansaba pronto. Pero era feliz y nos daban de premio un sanduche de bocadillo.

¿Cómo salta al ciclismo competitivo?

Después de estar en la escuela dos años comienzo a ganar carreras. Terminé la secundaria y estudié Formación Profesional (Mecánica Electrónica de carros) por dos años. MI primer entrenador fue Federico Martín Bahamontes, ‘El Águila de Toledo’, el primer español campeón de un Tour de Francia. En mi primera carrera internacional en Francia iba subiendo el Tourmalet con un francés y un belga, y los solté rumbo a Cautereaux. Llega Bahamontes en el carro y me cuelga una bolsa de comida en el hombro. ‘Que comas’, me grita. Yo solo quería pedalear. En la meta me dijo: ‘Has ganado porque has comido’. Fue mi primera gran lección.

¿Cómo hizo con el servicio militar obligatorio en España?

En mi segundo año juvenil soy el corredor español con más victorias: 18. Comienzan las ofertas de los mejores equipos y me toca prestar servicio militar, en mayo del 95. Iba recomendado por Bahamontes, Manolo Saiz, Delgado, para que en las mañanas estuviera en oficina, en las tardes me dieran permiso para entrenar, y los fines de semana pudiera competir.

¿Y qué pasó?

No me cumplieron. Me tocó un sargento anti deportista, que se juntaba con los chicos que fumaban marihuana y bebían. Yo era el bicho raro por hacer deporte. Me metió a la Policía Aérea, al monte. Me tocó hacer 60 guardias de 24 horas. Mi turno eran 25 días en el monte y cuatro libres, dos de ellos viajando ida y vuelta a mi casa. Solo cogía la bicicleta dos días al mes.

Perdió la forma…

Claro. Me engordé 12 kilos. Si iba al gimnasio a trotar, el sargento me castigaba con el calabozo. Lloré mucho porque veía que se me iba mi sueño a los 18 años. Fue el momento más duro en mi carrera, nueve meses desperdiciados.

¿Cómo salió de ese bache?

Estaba enfadado y triste. Entrené un mes y bajé siete kilos. Un amigo, Manolo Jiménez, de los ciclistas que no llegó arriba, me ayudó. Habló con director técnico del equipo Gres de Nules, la cantera del profesional Kelme, para una carrera en Murcia. De mala gana me dio una camiseta, no el uniforme completo. ‘Haz lo que puedas, dos o tres vueltas, y te retiras si quieres’, me dijo. Ayudé a controlar la carrera en los primeros giros y luego salí en la punta. Todos los compañeros quedaron atrás y me quedé adelante con los duros. Ataqué, me fui y gané. En la tarde, había una cronoescalada dura, como subir acá a Patios. Salí sin carro acompañante y la gané por más de un minuto. Acababa de llegar a probar y por la tarde tenía otra vez ofertas de los equipos grandes. Firmé contrato e hice la temporada con ellos, hasta julio. Ahí en 97 ya firmé con Kelme por cinco años y entro en el 98.

Y se encuentra con Santiago Botero

Santiago llevaba un año en el equipo.

¿Cómo fue ver a un colombiano como Botero, rubio, ojos claros, tan diferente al biotipo tradicional de nuestros ciclistas?

Impacta por los estereotipos. Creíamos que los colombianos eran chiquitines y negros. Uno jura que no hay altos o blancos o gordos. Cuando me lo presentaron creí que Botero era ruso o alemán. Como en esa época también estaban los colombianos ‘Chepe’ González, José Castelblanco, Félix Cárdenas, el contraste era fuerte.

La primera de las grandes que corrió fue el Giro del 98. ¿Cómo le fue?

Era el corredor ‘talismán’. Es decir, no tenía un calendario definido, entrenaba y me llamaban si tocaba reemplazar a algún enfermo a última hora. Y así fue. Me hicieron retirar en la etapa 17, cuando iba de 25 en la general.

¿Quién le puso el apodo de ‘El Niño’?

Un amigo de un patrocinador del equipo Kelme. En la presentación de un Giro de Italia dijo, señalándome: ‘¿Este va a correr o es un niño disfrazado de ciclista?’ En esa carrera compartí habitación con Arsenio González, que tenía como 40 años y yo, 22. Decían que era su hijo y él bromeaba también. En italiano me pusieron el ‘Bimbo’ y me quedé ‘El Niño’

¿El peor dolor en la bicicleta cuál fue?

En 2003 fui a una exhibición en pista, con una bicicleta de piñón fijo. Me dañé el escroto y se inflamó. Me operaron, se enquistó, me cogieron puntos, tuve un mes en reposo y se me abrió la herida. Duré cinco meses así, entre carreras y reposo, con eso abierto. Qué bruto fui, pero qué huevos le puse para aguantar el dolor en el escroto, porque no me podía sentar en el sillín. Tengo el umbral de sufrimiento muy alto, que es una de mis virtudes. Aguanto mucho el dolor.

En el 2001 usted es subcampeón de la Vuelta a España y mejor joven del Tour de Francia. ¿Fue su mejor momento como ciclista?

No, obtuve buenos resultados pero no me sentía como ahora. Hoy en día estoy mucho mejor que en esa época. Apunto mis test, me entreno con mis vatios. Los últimos tres o cuatro años han sido muy parecidos de rendimiento. El año pasado batí mi récord en vatios.

¿Cómo así?

Los vatios no engañan, mientras el corazón con sus pulsaciones sí lo puede hacer. En 20 minutos yo antes hacía 352 vatios como media, de esa relación entre el peso de tu cuerpo y la potencia ejercida sobre las bielas. Y hasta antes de la Vuelta a Colombia del 2014 marqué 368 vatios. Eso es mucho. En el 2001 yo hacía 340 o 345. La potencia se mide en las bielas. Si pesas más que yo, tú puedes marcar más vatios. Pero hay que hacer la cuenta sobre el peso. Por ejemplo, Nairo Quintana pesa 54 kilos, y tal vez su máxima sea 340-350 vatios. Pero eso, comparado con otro, viene siendo como 500.

Perder el último día el título de la Vuelta a España, en 2001, ¿es su más grande frustración en el ciclismo?

No, porque era muy joven. Era feliz pese a ser segundo. Moralmente, esa Vuelta es mía porque pasé los días más felices.

¿Qué recuerda de esa ‘crono’ final en que pierde la carrera?

Eran 20 kilómetros de contrarreloj y le llevaba más de un minuto a Ángel Casero. En la mitad le ganaba por dos segundos. Faltando seis kilómetros para la meta se me partió el manubrio. El carro se había varado. Me desesperé y me fui relajado hacia meta porque veía difícil descontar esa ventaja, pero perdí y quedé segundo. A veces me pregunto por qué no apreté el paso. Hay muchas historias raras en torno a eso. Mi sueldo era pequeño en Kelme, con muchas bonificaciones. Si ganaba la Vuelta me tenían que dar un millón de euros. Si no, no me daban nada. Casero, que terminó campeón, sonaba para ir a Kelme al año siguiente. Se habló de muchas cosas. Que hubo interés de mi propio equipo en no ganar la Vuelta.

¿Y usted no quiso llegar al fondo de la verdad?

Nunca investigué por mi propio carácter calmado. Pero la falla de ese día, que se rompa un manubrio, algo que no suele ocurrir... Fue raro, además el carro estaba varado cuando me pasó. ¿Cómo dejas solo a un líder de la Vuelta a España?

Hoy en día, 14 años después, ¿cree que hubo complot?

Sí. No puedo probarlo, pero había muchos intereses.

¿El rival más duro que enfrentó?

Armstrong. Independiente de su posterior confesión de dopaje, sigo admirándolo. Yo lo conocí entrenando y me descrestaba su capacidad de sufrimiento y esa mentalidad de campeón. A un burro no lo hacen caballo de carreras con doping. Jan Ullrich y Botero eran físicamente más fuertes, más que Armstrong, pero les faltaba confianza.

¿Usted alguna vez se dopó?

No

¿Vio compañeros doparse?

No. Es que el dopaje no es clavarse una jeringa. Puedes estar aplicándote hierro o vitamina B12 o vitamina C o algo para la diarrea y te marca positivo. Di positivo en 2012 por un suero que me aplicaron en un hospital que acababa de entrar como sustancia prohibida. La UCI argumentó que yo debía conocer esa sustancia por mi veteranía. El dopaje ha estado muy mal informado ante la opinión pública. Dopaje ha habido y habrá, pese a estar muy controlado.

La Operación Puerto se desata en 2006 y nadie lo contrata. Acaba en 2007 en el equipo Relax Fuenlabrada. ¿Cómo llega al Rock & Racing de Estados Unidos?

Un amigo sugiere irme a correr a Estados Unidos para cambiar el chip. Me decidí porque ya estaban Botero y Peña. Fue bueno, pero fue un equipo muy loco.

¿Por qué?

El dueño era Michael Ball, un millonario diseñador que vestía a Beckham y su esposa, que veía el ciclismo como un juguete, junto a otras muchas inversiones como en la NBA o las motos. Vivíamos en Malibú, California, en una mansión y éramos vecinos de Paris Hilton. Un ciclista profesional está acostumbrado, después de acabar etapas, al carro, hotel, almuerzo y masaje y a descansar para el día siguiente. Una vez terminamos una carrera en California, con nuestra ropa en un morral, y estábamos allí, parados, esperando el carro. Y el dueño tenía una gran carpa de exhibición con comida mexicana, cerveza, invitados. Tuvimos que quedarnos hasta las 11 de la noche.

¿Y se quedaron ahí?

Claro. ¿Qué más hacíamos? Nos decía que nos relajáramos. Poco a poco fuimos haciéndole entender cómo es la rutina y las necesidades de masaje y comida de nosotros como deportistas de alto rendimiento. Varias veces nos llevó a cenar con Guns N’ Roses, Jennifer López, Marc Anthony, Arnold Schwarzenegger. Nuestro carro acompañante en los entrenamientos era un Rolls Royce de 500.000 dólares. En su avión privado nos llevaba a ver jugar a Los Lakers, a carreras de la Nascar, a desfile de modas en Nueva York.

¿También los vestía a ustedes?

Cuando llegábamos de entrenar el dueño nos mandaba a su asistente, nos recogía y nos llevaba a sus tiendas de Beverly Hills a recoger ropa: 10.000 o 15.000 dólares en ropa.

¿Cómo llega a Colombia?

El Rock and Racing fue invitado a la Vuelta a Colombia del 2008. Llegué a Bucaramanga y me quedé en la casa de Peña una semana. Y de ahí a Barrancabermeja. Me encantó el trato de la gente, el calor humano. Vi a Ivonne, que era modelo de protocolo, y creí en el amor. Sentí un corrientazo. Le dije: ‘me tengo que ganar una etapa para que me des dos besos en el podio’.

¿Y se le olvidó que era casado?

No, pero ese tema ya estaba muy quemado. Siempre fui muy respetuoso. Pero dije: ‘Piensa en ti, Oscar’. A mi mujer española le di todo, le ayudé, la traté como una reina. ¿Y yo que recibía? Era un infeliz, ella se iba de fiesta casi todas las noches. Me dejé llevar un poco. Además, coincidimos con Ivonne en casi todos los hoteles. Sentía la vida bonita. Venía de pasar momentos duros.

¿Sus compañeros no le decían nada?

Peña me decía que cuidado con las colombianas. Botero ya se había retirado de la Vuelta. Hasta el día de Medellín, de descanso, la invité a comer un brownie con helado. Yo la engañé porque le dije que no tenía novia. De pronto me llama Botero al celular y me dice: ‘Marica, qué andas haciendo en un centro comercial con una modelo, estoy en mi casa pero un amigo que te conoce me llamó’.

¿Sufrió en la bici por culpa del corazón?

A la mañana siguiente que le confesé que era casado y me rechazó por mentiroso, la Vuelta subía al Alto de La Línea. Peña me dijo que se sentía bien para atacar y me pidió ayuda. Le dije que me dolía el corazón, que no la volvería a ver… Me dijo que reaccionara, que dejara de pensar huevonadas en plena carrera. Me convenció de no bajarme. Al final fui cuarto en meta.

¿Y qué pasó?

Acabó la carrera en Cali y nos quedamos unos días allí y la acompañé a Bogotá, conocí su familia, regresé a correr a Estados Unidos. A los dos meses le conté todo a mi esposa. Al comienzo me dijo que no quería nada y al día siguiente quería la mitad de todo. Lo hice como el que está en la cárcel y paga su fianza. Pagué por mi felicidad. Ya me vine por Ivon, nos casamos luego, adopté a Luna, la hija de su relación anterior, de 6 años. Y ya hace 4 años nació Mía, nuestra segunda hija. Mi vida cambió y esa felicidad se traduce en rendimiento.

¿Y cómo se radica de lleno en el país?

El equipo corre temporada hasta octubre, me vengo para acá y continúo en 2010. Llegamos a marzo y al director del Rock & Racing nunca le gustó la UCI ni sus normas. Invirtió 4 millones de dólares en el equipo y sentía que lo jodían mucho. Lo cerró. Acá llegué a pedir puesto en el Equipo Orgullo Paisa. Me costó mucho entrar por ser ellos regionalistas.

Pero Colombia no es un vividero tan fácil

Mire: me gusta la gente de Colombia, el trancón, la lluvia, el hueco. Hay algo diferente en el trato, la alegría, la calidez de la gente. En Europa nos quejamos más de las cosas, no valoramos lo que tenemos. Con Ivon aprendí mucho a vivir el momento, como esta charla. Mucha gente tiene buena casa, buen puesto de trabajo, buen carro y se lamenta. Uno tiene que aspirar más en la vida, pero siempre agradeciendo y valorando.

¿Qué tal es correr en Colombia?

Muy duro por los huevos que ponen los ciclistas. Son luchadores. En Europa alguien se va en una fuga y se relajan. Acá todos quieren figurar.

¿Y esa forma de correr no lo hace, de paso, peligroso?

También. Me dio mucho miedo y mucho respeto las bajadas. En Europa es costumbre bajar con las carreteras limpias, sin huecos. Una vez bajé por La Mesa en carrera y había manchas de gasolina, de aceite. Pensaba que me iba a matar y del miedo me quedé del lote bajando. Me costó entender que eso aquí es normal.

¿Qué otra diferencia hay?

Como corren las carreras. Acá salen a tope en una etapa de tres puertos, y al final no guardan fuerzas y se quedan. No regulan. En Europa se corre despacio al comienzo y al final se va duro. También me impactan los cambios de temperatura, de clima, en una misma etapa. Uno sube La Línea o Letras y cae a Mariquita.

¿Qué le falta por mejorar a nuestro ciclismo?

Hay muy buenos técnicos, como el caso de Raúl Mesa, Carlos Mario Jaramillo, y hay otros que no han progresado, que se quedaron con la mentalidad de hace 20 años en entrenamiento, alimentación, pruebas de esfuerzo.

¿Qué propuestas hace a la dirigencia colombiana para mejorar la Vuelta a Colombia?

Otros países como Argentina y Brasil, que no son cultura ciclística de América, tienen mejores carreras. ¿Yo qué haría? La Vuelta a Colombia debería ser organizada por una empresa privada y no por la Federación. Que esa empresa privada busque patrocinadores grandes en el país, como bancos, constructoras, multinacionales.

¿Qué más haría por la Vuelta?

Hacer un recorrido más bonito. Aquí son muy tradicionales. Que no le cobre solo a los pueblos que quieren ser meta sino que el patrocinador sugiera lugares diferentes, bonitos o en una meta espectacular, en alto. Hay que volver a la televisión, pero bien hecha, traer la producción que hace el Tour de Utah y venderle Colombia al mundo. Cuando paso por la Línea y está despejado me siento privilegiado. Ya me siento colombiano y me gustaría que el mundo viera esto. Colombia no se ha explotado turísticamente por la guerra, por la guerrilla, por la mala información. Sería espectacular mostrarle al mundo imágenes de carreras en Colombia, con sus subidas, el reguero de ciclistas. Como organizador me reuniría con los dueños de los equipos grandes de Europa: Movistar, Quick Step, Sky… Les ofrecería estar 25 días antes para que se adapten a la altura, buenos hoteles, garantías, sitios de entrenamiento.

¿Para qué época propondría la Vuelta?

En abril o mayo, como preparación al Tour de Francia, que se acabe 20 días antes de que comience el Tour. Colombia ofrece algo que no hay en ningún otro lugar del mundo y es su altura.

¿Cuál es la subida más dura en Colombia?

Siempre he dicho que depende del ritmo que lleve la carrera. La más dura del mundo la puedes subir despacio y no se siente. Para mí es La Línea, subiendo de Armenia a Ibagué. Esos últimos 10 o 12 kilómetros son terribles, en el sector de Cansaperros. Letras está a 3.200 metros sobre el nivel del mar. En Europa la cima más alta que subí fue Gavia, a 2.800 metros.

¿Cómo fue el suceso en el que usted acabó en una patrulla de la Policía por culpa de un amigo suyo?

Hace dos años salimos a entrenar con un amigo vía a La Calera. Pasó un conductor en un bus pequeñito y nos cerró, si nos toca nos mata. Le reclamamos y nos respondió que cogiéramos oficio. Un kilómetro más adelante el mismo tipo estaba orillado en la vía. Le dije, en tono calmado, que fuera respetuoso con los ciclistas. Cuando de pronto oigo un estruendo, y era mi amigo, que le había roto un vidrio del carro de una pedrada. El conductor sacó una barra de acero. La Policía pasaba y paró.

¿Y qué pasó?

Nos montaron a mi amigo y a mí en la patrulla y me acordé que el general Palomino se había portado muy bien a mi llegada. Me quería incluso poner escolta en moto para salir a entrenar. Me había dado su celular. Lo llamé y le conté, y al final nos llevaron escoltados hasta Patios y los policías terminaron sacándose fotos conmigo.

¿Nairo Quintana es mejor que Lucho Herrera?

Sí, por su profesionalismo, el equipo donde está, el avance de la vida. ‘Lucho’ fue muy bueno, pero se retiró a los 30 años, la mejor época de su vida. Más que la calidad, me sorprende la madurez de Nairo. Podría errar o precipitarse en atacar, o lucir nervioso. Pero es frío y calculador. El técnico español Vicente Belda lo entrenó en Colombia a los 17 años. Recuerdo que me dijo, después de que le hicieron un test físico: ‘hay un chico que va a ser un monstruo’. Parece un viejo, como si llevara corriendo 20 años.

¿Rigoberto Urán?

Es muy bueno, pero le cuesta más trabajo estar ahí. No tiene el don de las condiciones de Nairo, pero es muy inteligente para correr. Le ha tocado muy duro en la vida, pero creo que ha sabido adaptarse. Su mayor virtud es la cabeza, haber superado estar fuera de su casa. No tiene el motor de Nairo, pero sabe sacarle el máximo partido.

¿Cómo ve a Miguel Ángel López, quien viene de ganar el Tour de L’Avenir en Francia?

Este va a ser un Nairo Quintana dos. Es más agresivo. Yo competí con Nairo acá en Colombia. Era muy bueno subiendo, pero no era tan fuerte como este López. Además, contrarrelojea y embala. No se tuerce, no tiene ningún problema y sigue progresando.

¿Su mejor momento como ciclista?

El que estoy viviendo ahora. La época del podio del Tour del 2001 fue muy bonita, pero ahora lo estoy disfrutando más. Creo que la veteranía ayuda mucho, asimilas y eres más consciente de lo que te pasa, más centrado.

Si Nairo viniera el próximo año a correr la Vuelta a Colombia, que no va a pasar, ¿usted lo vencería?

Es relativo saber si lo venzo. Respeto les tengo a todos. Miedo, a nadie. Nairo es un gran corredor y yo he corrido en Europa y sé que ando mucho. Con mi nivel, podría pelearle.

Por Juan Pablo Machado

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