La capa invisible de Supermán López

Sus éxitos en el Giro de Italia y la Vuelta a España son el reflejo de su talento, disciplina y profesionalismo.

Paula Casas y William Botia
09 de diciembre de 2018 - 02:00 a. m.
Fotos: Getty Images
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Foto: Getty Images - Tim de Waele

Miguel Ángel López ajusta sus zapatillas, refuerza la postura de su casco y verifica cada detalle de su bicicleta. Sabe que esta etapa, la 20 del Giro de Italia 2018, es crucial. Con cada pedalazo se acerca al podio y a la camiseta blanca que gana el mejor joven de la carrera, pero, para lograrlo, debe dejar en el camino a rivales como Thibaut Pinot y Richard Carapaz.

Los nervios se apoderan del pedalista de 24 años. No solo tiene encima la presión por ser el líder del equipo Astana, sino que debe retribuir el trabajo de toda la escuadra durante las dos semanas anteriores, ya que una fuerte caída, en una curva a cinco kilómetros del final de la quinta fracción, hizo que perdiera 42 segundos, esos mismos que Pinot le lleva de ventaja.

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La paciencia y el profesionalismo que caracteriza a Miguel Ángel comienza a dar frutos. Los ataques y el control del equipo kazajo hacen que, en el ascenso al segundo puerto de montaña, Pinot desfallezca y pierda cualquier posibilidad de alcanzar un lugar en el podio. Ahora, el objetivo del colombiano es mantener el ritmo en la carrera para que Carapaz no le descuente tiempo y le quite la camiseta que acredita al mejor joven de la competencia.

El boyacense mantuvo ese ritmo en la competencia hasta cruzar la meta, como lo ha sabido hacer a lo largo de su carrera profesional. Desde los 15 años mostró su talento para el deporte de las bielas. Llevaba solo tres días practicando y ya todos en Pesca (Boyacá), su pueblo natal, hablaban de su proeza.

“En una contrarreloj entre Sogamoso y el Alto El Crucero gastó 37 minutos con 45 segundos, un tiempo exageradamente bueno. Usaba un pedazo de bicicleta, con el marco oxidado, los rines disparejos y los pedales rotos; y unas zapatillas que parecían tenis porque sus pies no quedaban firmes”, recuerda su mentor, Rafael Acevedo.

Rafico adoptó al Mono, como le dice de cariño, y lo llevó a vivir a su finca en Sogamoso. Tras 12 días de entrenamiento, Miguel Ángel se lanzó al ruedo en su primera competencia. Mientras adquiría la habilidad para poder moverse con destreza dentro del pelotón, Rafael le obsequió un casco rojo para identificarlo dentro del pelotón.

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Con esta estrategia logró saber si Miguel Ángel se metía en una fuga, si salía ileso de una caída o si tenía un percance mecánico. En la primera jornada de montaña de aquella carrera, el único que le pudo seguir el paso fue el ecuatoriano Richard Carapaz, ese amigo de la infancia al que debió dejar en el camino para quedarse con la camisa blanca y el tercer lugar del Giro de Italia 2018.

Allí en el tercer escalón del podio recordó su primera gran victoria: la Vuelta de la Juventud de 2014 y su tiquete al Tour de L’Avenir como jefe de filas de la selección colombiana. El boyacense se vistió de líder desde la cuarta etapa y, al ganar la sexta jornada, se consagró campeón de la competencia más importante del mundo para pedalistas menores de 23 años.

Entonces varios equipos World Tour pusieron sus ojos en él. Rafico, de manera celosa, cuenta que su objetivo era una escuadra en la que pudiera seguirle los pasos a Miguel Ángel y que le ofrecieran las posibilidades para seguir creciendo y puliendo sus dotes como escalador. El Astana era el único que le ofrecía esas garantías y por eso en 2015, el colombiano lo eligió.

Las victorias y las grandes hazañas no se hicieron esperar. Como si su carrera fuese una montaña, con subidas y altibajos, las caídas comenzaron a tomar protagonismo. En su primera participación en una de las tres grandes competencias de ciclismo, en la tercera etapa de la Vuelta a España 2016, se cayó y, según el parte médico de aquel entonces, sufrió un traumatismo facial, una contusión en el labio superior y erosiones en la rodilla izquierda.

Un año después su suerte no cambió. Miguel Ángel competía con el objetivo de defender el título obtenido en 2016 en la Vuelta a Suiza; no obstante, en el descenso de la quinta jornada, sufrió un nuevo traspié. Se fracturó el dedo pulgar de la mano derecha y perdió tres piezas dentales. Pero, una vez más se levantó y se sobrepuso a las adversidades.

El apodo de Supermán va más allá del no dejarse robar sus sueños representados en una bicicleta o de sobreponerse a las dos puñaladas que recibió en la pierna derecha. Su fama de superhéroe se afianza por las veces en que se ha tenido que levantar y seguir pedaleando, como en el Giro de Italia y la Vuelta a España 2018, en la que también se subió al podio final. Miguel Ángel ya no corre por las carreteras de Boyacá, ahora vuela por las pistas de Europa.

 

Por Paula Casas y William Botia

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