Miguel Ángel López lo volvió a hacer

López, de 23 años, cruzando la meta en Sierra Nevada. / EFE

Pesca es un pueblo de Boyacá ubicado a 2.540 metros sobre el nivel del mar, donde la disciplina se aprende gracias a los oficios del campo, donde el trabajo engrandece al hombre. Allí nació Miguel Ángel López, allí acostumbró a sus pulmones a funcionar a tope con menos oxígeno, a regular y a no dejar que el cuerpo renuncie. Lo anterior se vio evidenciado este domingo, también el pasado miércoles, cuando el ciclista del Astana cruzó la meta en solitario en las dos etapas de la Vuelta a España que terminaron a más de 2.000 metros de altura. Cruzó solo, con un rostro impávido mientras que los demás favoritos mostraron los dientes y hasta la lengua. El pedalista de 23 años sube como otros bajan: sin temor y sin medir las fuerzas. Y en la jornada 15 de la Vuelta a España, la que terminó en Sierra Nevada, volvió a cautivar. No tanto por su manera de atacar, sino por su forma de huir, esta vez a la rueda de Alberto Contador, faltando 26 km para la meta, un momento suicida en el que el grupo principal prefirió apelar a la prudencia y no a los instintos. Así como en la etapa 11, en la que dejó regado a Chris Froome con mucha naturalidad, este domingo nadie pudo seguirle el paso abrumador, fuerte, rompepiernas, un ritmo que no le dio tregua a la fatiga y que acabó con todos.

El colombiano parece no sufrir. Por el contrario, cuando las rampas alcanzan su mayor grado de inclinación, él, sutilmente, cambia la relación, se para en pedales y de nuevo logra una cadencia adecuada, es decir, logra que el cuerpo se acostumbre a la nueva dureza, a sufrir aún más. López es el rey de la montaña de esta edición de la Vuelta y está a ocho puntos de corroborarlo (en esa clasificación es segundo por detrás del italiano Davide Villella). “Sentí que podía hacerlo y me fui para delante. El equipo respaldó mi decisión y por fortuna pude lograr mi segundo triunfo en esta prueba. Se lo dedico a Colombia, a mi familia y a mi novia”, dijo el boyacense con un tono regañón, como de malgeniado. Pero lo que la gente no sabe es que en su pueblo hablan así: seco y concreto. Y eso que ahora las palabras le salen con más facilidad, separando sílabas para arrojar frases perfectas.

Lo que más asombró en España, dejando de lado la superioridad con la que ganó el colombiano, es que no se vio agotado luego de haber hecho lo mismo un día antes, cuando fue segundo por detrás del polaco Rafal Majka, a quien no pudo alcanzar. En esta oportunidad ese papel de escapado solitario lo protagonizó Adam Yates, compañero de Esteban Chaves en el Orica Scott, quien a menos de tres kilómetros para la meta vio cómo un uniforme azul claro acechaba como cazador a una presa. El británico no se resistió a lo inevitable y cuando tuvo a López respirándole en la nuca lo dejó pasar e intentó tomarle la rueda. Apenas aguantó unos metros antes de reventar, de quedar totalmente fundido, sin respuesta. Y a partir de ese momento, este corredor que no conoce fronteras y mucho menos límites, fue por la victoria, la número 32 de un escarabajo en la ronda ibérica, la número 14 para un boyacense en esta carrera.

¿Y los favoritos? Más allá de asombrarse por la capacidad con la que López corre (no sabe hacerlo de otra manera) no se sacaron diferencias. Entraron uno tras otro, sin mayores complicaciones, luego de mirarse durante muchos metros y sin un ataque contundente. Otra jornada solventada por el Sky y un Froome que no parece inmutarse ante nada, ni siquiera cuando pierde de vista a sus rivales. Él sólo mira su potenciómetro, ajusta el pedaleo y vuelve a la pelea. Este lunes habrá un merecido descanso para el pelotón luego del padecimiento del fin de semana. Y el martes la contrarreloj individual de 40,2 km, el terreno en el que las diferencias podrían aumentar a favor del líder, en el que el campeón de la Vuelta a España quedará definido.