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“El 3 de diciembre de 2005, día que nuestra bebé llegó a este mundo, los médicos dijeron que necesitaría cerca de dos meses bajo estricta observación para recuperar peso y estabilizarse”, recuerda Andrés Rivera y añade que su pequeña hija había quedado muy mal luego parto inducido al que fue sometida pues la fecha que les dieron para su nacimiento fue incorrecta y todavía no estaba lista para llegar a este mundo ya que le faltaba cerca de un mes de gestación.
A pesar de que los médicos y las enfermeras les aseguraban a los padres que los pulmones de su hija no habían madurado por completo, a los ocho días ya respiraba sin ayuda. La pudieron sacar de la incubadora en la que se encontraba e incluso le dieron de alta. “En el momento en que nos dijeron que la niña estaba completamente sana, decidimos llamarla Zoe que significa llena de vida. Estábamos seguros que era un milagro y que ella estaría para grandes cosas”, afirma su progenitor.
Durante su infancia, la pequeña Zoe no tuvo dificultad alguna e incluso su juego favorito eran las carreras de persecución. Sus padres relatan que nadie la podía paraba y que corría por todos lados. “Nos dimos cuenta que estaba llena de energía y vitalidad por eso queríamos que practicara un deporte. Sin embargo no fue un proceso fácil. Primero intentamos con el patinaje pero no le gustó y nos dejó con los crespos hechos, pues le habíamos comprado de todo: casco, rodilleras, uniforme. Luego intentamos con el ciclismo pero nunca se subía a la bicicleta. Sin embargo, nunca nos decía que le gustaba”, puntualiza Rivera.
“El día que cambió nuestras vidas”
Con el paso del tiempo tanto Andrés como Dolly Andrea Hernández, su esposa, comprendieron que el impedimento para que la niña se subiera a la cicla era el color. Ella tenía una azul y quería una rosada. “Cuando le compramos la rosada, decidió acompañar a su hermano mayor a una clases de bicicrós en las que lo inscribimos porque el médico le recomendó hacer ejercicio. A ella también le quedó gustando el cuento de andar a toda velocidad y saltar sobre dos ruedas”, señala Hernández.
El día que Zoe le pidió a sus papás que la inscribieran en las clases de su hermano, tenía siete años cumplidos. Casualmente su primera lección de bicicrós coincidía con la carrera de semilleros en el marco del Festival de Verano. “Esa carrera cambiaría nuestras vidas. Zoe se montó en su bicicleta rosada y nadie la pudo parar, ganó sin problemas", recuerdan Andrés y Dolly. "Cuando los entrenadores la vieron competir, nos pidieron que además de llevarla los fines de semana a entrenar, ojalá la pudieramos llevar entre semana", añaden los padres.
De esta manera la pequeña bicicrosista llegó al club Reto al Mundial que hace parte de la Liga de Bogotá y se ha consolidado en él. “Ya llevo dos años compitiendo y me gané el Panamericano que se disputó en Bogotá en 2014, también me gané el torneo distrital en dos ocasiones. Ahora estoy corriendo en el Nacional”, dice Zoe mientras exhibe sus fotos con grandes figuras de este deporte y dice que quiere llegar a ser como ellos algún día.
“Más que mi ídolo, Mariana Pajón es mi modelo a seguir. Me gusta como corre y me gusta lo que dice. Yo veo todas sus carreras y cuando puedo le pido consejos para aplicarlos adentro y afuera de la pista. Algún día quiero ser como ella. Es linda y campeona”, dice la pequeña bicicrosista con una gran sonrisa. “¿Puedo decir otra cosa?”, agrega Zoe mientras se tapa la cara con timidez. “La sensación al correr no la tengo en otra cosa, es increíble”.
Una promesa que se puede fugar
“El bicicrós en Bogotá es uno de los deportes más olvidados. Los recursos que se obtienen en las carreras o en los eventos se van para otras modalidades como pista y el apoyo para nosotros es nulo”, dice Andrés. “Nuestro afán es proyectar a Zoe en este deporte porque los resultados nos ha demostrado que tiene potencial. Por eso hemos pensado en llevarla a otro país para asegurar su futuro y así conseguir un mejor patrocinio y unas mejores condiciopnes para el entrenamiento”, explica con algo de preocupación.
“Hemos tenido acercamientos con la embajada de Panamá para ver si ellos patrocinan a Zoe, eso quiere decir que ella tendría que correr con esa bandera. Es triste pero queremos lo mejor para su carrera”.
Los padres de Zoe también han contemplado la posibilidad de radicarse en Medellín porque en 2016 el mundial es allí. “Podríamos entrenar y tener ventajas pero eso implica también que Zoe corra representando a Antioquia y no a Bogotá”.
Un sueño llamado Mundial
Uno de los sueños tanto para Zoe como para sus padres es la participación en el Campeonato del Mundo de BMX UCI 2015 que se disputará en el mes de julio en Heusden-Zolder, Bélgica. “Nos encontramos recogiendo recursos, hablando con empresas privadas. Necesitamos de 2.800 a 3.000 euros. No hay nada confirmado pero creemos que un hotel nos ayudará con el hospedaje. Ahora vamos a conseguir la manera de que nos apoyen con los vuelos”, afirma Andrés quien agrega que las posibilidades de un buen desempeño en el mundial son bastantes para su hija, pues se corre por años cumplidos y no como en Colombia donde se compite por categoría 9 y 10 años.
“En Bélgica Zoe podría competir con niñas de nueve años. En las carreras colombianas lo hace con niñas un año mayor que ella e incluso dos y logra excelentes resultados, incluso ha ganado en numerosas ocasiones, ojalá encontremos el apoyo necesario y ella pueda demostrar sus condiciones en Europa porque estamos seguros que está para grandes cosas", finaliza diciendo el esperanzado padre.