Publicidad

El “Chapo” y el “Patrón”

La espectacular segunda fuga del Chapo Guzmán inevitablemente nos recuerda a los colombianos las aventuras de nuestro capo del narcotráfico, Pablo Escobar, el Patrón.

Daniel Salgar Antolínez
13 de julio de 2015 - 03:07 a. m.
Archivo AFP / Archivo AFP
Archivo AFP / Archivo AFP

Es inevitable volver sobre el escape de Escobar aquél 21 de julio de 1992 de la cárcel de La Catedral, Envigado, junto con nueve de sus hombres, justo antes de que se realizara su traslado a una cárcel controlada por el Estado, porque La Catedral la controlaba él.

Años después del escape, alias Popeye decía que la fuga fue demasiado fácil, porque La Catedral era un lugar escogido por Escobar, donde vivía a sus anchas y desde donde planeaba la reestructuración del cartel de Medellín y la guerra contra el cartel de Cali. Según él, hasta la valla eléctrica que rodeaba la prisión se desactivaba desde la celda del Patrón. Así, la fuga no tuvo muchos problemas y fue tan perfecta que cuando los prófugos llegaron a El Salado comenzó la Hora Gaviria y pudieron entrar a oscuras sin levantar sospechas.

Lo importante no es la similitud en los escapes del Chapo y el Patrón, ni en la manera como aún bajo custodia ambos dirigían sus negocios, ni en la fortuna que amasaron ni en la cantidad de muertes que provocaron. El Chapo y el Patrón tienen similitudes y diferencias, pero son sólo rostros de dos conflictos que están por solucionarse.

La violencia desatada en México desde que se declaró la lucha militar contra los carteles en 2006 ha sido comparada muchas veces con la situación de Colombia en los 80 y 90, con las acciones de los carteles de Medellín y Cali. El año pasado, cuando empezaron a crearse autodefensas para combatir a los carteles en algunas zonas de México, un colega de la BBC, el colombiano Juan Carlos Pérez, decía desde el terreno que en Michoacán vivían lo que padeció Urabá en los 90. La creación de autodefensas en Colombia, en principio amparadas por el Estado, derivó en el paramilitarismo, algo poco prometedor para los mexicanos.

Con la diminución de los carteles colombianos en las últimas dos décadas, Colombia se convirtió en exportador de estrategias de seguridad y entrenamiento a las autoridades en otros países, incluido México. El general Óscar Naranjo, tan importante en la búsqueda de Escobar, sirvió como asesor de seguridad del Estado mexicano. El presidente Peña Nieto dijo desde 2012 que debía seguir las “lecciones de Colombia” para enfrentar la situación de su país.

El Estado colombiano acabó con la vida del Patrón y con los grandes carteles, pero no con la violencia asociada al narcotráfico. Tampoco México, a pesar de casi una década de lucha militar contra los carteles y varias capturas (y dos fugas) de célebres narcotraficantes. Ambos países tienen pendiente ganarse el gran trofeo, que no es el arresto de los capos sino el fin de la violencia. Para eso no bastan operaciones militares ni cárceles de “máxima seguridad”, sino la búsqueda de alternativas a una “guerra contra las drogas” que ha demostrado ser insuficiente y sólo ha dejado muchos muertos.

Por Daniel Salgar Antolínez

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar