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El colombiano olímpico

Por sus poros brotaba su amor por el deporte, en particular por el béisbol y el boxeo. Murió a los 89 años en Miami, a causa de un cáncer de hígado que manifestó sus primeros síntomas durante los Centroamericanos de Veracruz 2014.

Antonio Andraus Burgos
07 de enero de 2015 - 02:00 a. m.
idel Mendonza Carrasquilla, en su casa en Chía, en agosto de 1997, en una entrevista con El Espectador.  / Francisco Carranza
idel Mendonza Carrasquilla, en su casa en Chía, en agosto de 1997, en una entrevista con El Espectador. / Francisco Carranza

Había nacido en Turbaco, población cercana a Cartagena, tierras que abandonó desde sus años juveniles para irse a Bogotá a estudiar medicina en la Universidad Nacional, de donde egresó con el diploma en las manos para abrirse camino, como tantas veces lo dijo, “en una ciudad agreste, difícil, en donde el frío, por esos años, calaba los huesos”. Pero jamás olvidó a los suyos, a su gente, a su pueblo.

Trazos ligeros para pintar a Fidel Mendoza Carrasquilla, quien a sus 89 años de edad falleció ayer en la ciudad de Miami, al lado de los suyos, tras sufrir una penosa enfermedad que brevemente acabó con su existencia.

Caribe como pocos, amante del deporte, a flor de labios siempre tenía el apunte jocoso, para mamarle gallo a la vida y para dejar de ser “ceremonioso, acartonado, lleno de prevenciones, que de nada sirve en la vida, cuando a nuestros congéneres hay que tratarlos con la verdad, el respeto y los merecimientos del caso”.

Fidel tenía esa forma de ser tan abierta y franca, que al pan le decía pan y al vino le decía vino. Jamás comulgó con utilizar los caminos sinuosos para enfrentar la verdad. Trasparente como muy pocos dirigentes en el deporte colombiano, siempre fue altivo y frentero para decir las cosas, y nunca de él se pudo apreciar el engaño, la mentira, el escudarse en otros para salir favorecido. Nunca lo hizo.

Presidente de la Liga de Béisbol de Cundinamarca y Bogotá, su nombre se encumbró desde los años 70, cuando llegó al Comité Olímpico Colombiano, en calidad de fiscal primero, para luego ser su presidente en dos períodos consecutivos y más tarde, el vitalicio representante de Colombia en el Comité Olímpico Internacional, cuando reemplazó en el cargo al barranquillero Julio Gerlein Comelín.

Médico personal de Antonio Cervantes Kid Pambelé en su época dorada como campeón mundial de boxeo, Fidel gozaba tanto por los triunfos como por las derrotas de ese insigne boxeador colombiano que, como él tantas veces lo expresó: “su disipada vida acabó con quien pudo ser y no fue la más grande gloria del deporte colombiano de todos los tiempos”.

Trasegó por todos los caminos en busca de darle al deporte colombiano el respeto y el lugar que merecía tanto a nivel nacional como internacional. Gozó como nunca de las primeras medallas olímpicas de colombianos en los Juegos de Múnich, en 1972, cuando Helmut Bellingrodt, con su plata en tiro al jabalí, y los bronces de Alfonso Pérez y Clemente Rojas, en boxeo, le abrieron el camino al país en el escenario más competitivo del deporte orbital. Y desde luego, celebró todas las conquistas de los atletas colombianos en esas disputadas competencias internacionales. Desde entonces y hasta los últimos Juegos Olímpicos del 2012 en Londres, pasando por Montreal 76, Moscú 80, Los Ángeles 84, Seúl 88, Barcelona 92, Atlanta 96, Sidney 2000, Atenas 2004 y Pekín 2008, Fidel estuvo presente en todas esas justas en representación de Colombia.

Fue el médico de la novena de Colombia en la Serie Mundial de Béisbol Aficionado de 1969, en República Dominicana, y mantuvo una inalterada cercanía con los dirigentes de ese deporte, hasta convertirse en un defensor a ultranza de la disciplina, en el concierto nacional e internacional, desde Bogotá para todo el país, y desde la capital colombiana hacia el mundo de los bates y las manillas.

De la mano de Mike Forero Nougués y con la anuencia del inmolado director de El Espectador, don Guillermo Cano Isaza, con quienes tuvo una amistad muy cercana, llegó al periodismo, escribiendo una columna semanal titulada “Poco a poco”, en la que vertía sus opiniones y planteamientos sobre cosas del deporte y de la vida común y corriente, hasta cuando la dejó de publicar, “en protesta por la más desgarradora y conmovedora afrenta para el periodismo colombiano: el asesinato de Guillermo”. Nunca más volvió a publicar su “Poco a poco”.

Se codeó con los más grandes y representativos dirigentes del mundo deportivo, de la política y del mundo social, pero jamás dejó de ser el auténtico dirigente caribe, un ejemplar colombiano lleno de anécdotas.

Amigo de sus amigos, con quienes compartía cada vez que se encontraba con ellos en la ya no tan fría capital de la República, porque sus constantes viajes al exterior en calidad de representante del Comité Olímpico Internacional en diferentes congresos y reuniones del mundo deportivo no le permitían hacerlo con la asiduidad que él seguramente quería, pero también mantenía contacto con ellos por la vía telefónica y, en los últimos años, a través del celular.

Al despedir con estas líneas al amigo de siempre, Fidel Mendoza Carrasquilla, hay que reconocerle que deja un legado de enorme valor para el deporte colombiano, cuyas ejecutorias jamás podrán ser olvidadas por quienes compartieron con él, siendo directivos de todas y cada una de las disciplinas deportivas que se practican en el país.

Sus restos fueron cremados en Miami y llevados a Colombia para ser sepultados en su finca de Melgar, “mi rinconcito de la vida y del espíritu”, con la sencillez que siempre lo caracterizó en su paso por este mundo.

A doña Olga Franco de Mendoza, su esposa con la que compartió su vida durante 61 años; a sus hijos, José Miguel, Juan Carlos, María Cristina, María Esperanza y Olga Viviana, y a sus cinco nietos, nuestros sentimientos de pesar y de afecto con el aprecio de siempre.

¡Fidel, tu espiritual paz te acompañará para siempre!

Por Antonio Andraus Burgos

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