El pionero del bicicrós

El consagrado técnico bogotano Germán Medina, artífice de la gesta en Londres 2012 con dos medallas olímpicas en el bicicrós, obtenidas por Mariana Pajón y Carlos Mario Oquendo, lleva 30 años pedaleando en todos los escenarios posibles para abrirle un espacio merecido a este deporte en Colombia. A principios de los años 80 su afición por las bicicletas, las rampas y los obstáculos sorteados en el tradicional barrio Modelia, donde creció, lo convirtieron en un incansable corredor en dos ruedas y en pionero del BMX en el país.

Tres décadas después de que empezara a darse contra el piso en su bicicleta cromada de llantas rojas marca Mongoose y comenzara a labrarse un camino lleno de éxitos en una competición tradicionalmente marginada de las páginas del periodismo deportivo, Germán Medina recoge hoy a manos llenas los triunfos de una generación que se formó siguiendo su disciplina y ejemplo, y que en Londres le puso la piel de gallina a Colombia. El podio olímpico, la tricolor ondeando en tierras británicas, Mariana sonriendo y mordiendo el oro que colgaba en su pecho mientras retumbaban las notas del himno que escribió Núñez. Una imagen sublime. Oquendo y su bronce también lo fueron. El sexto lugar de Andrés Jiménez, la cereza del pastel.

Desandando su pasado el técnico colombiano de BMX —desde hace cinco años ocupa ese cargo— dice que en 1983 comenzó en serio su “goma” por el bicicrós. La primera pista en Bogotá fue inaugurada entonces en los terrenos que ocupa hoy el parque de diversiones Salitre Mágico. Vinieron después las competencias, las caídas, los raspones, las fracturas y las carreras perfectas, los clubes de barrio que patrocinaron su entusiasmo, los viajes internacionales que empezaron a darle mundo y kilometraje profesional en dos ruedas.

Con apenas dos excepciones, desde 1989 no ha parado un solo año de recorrer las pistas de BMX en tres continentes, de enseñar todo cuanto sabe a quienes persiguen su sombra para emular su historia y, últimamente, de sonreír orgulloso porque el bicicrós se tomó las portadas de los diarios nacionales. No ha sido fácil darles la vuelta a las preferencias deportivas de un país que se acostumbró a vibrar sólo con el fútbol, pero su espíritu incansable le demostró que las recompensas vienen con el tiempo y saben mejor, como el vino bueno.

En 2001, sin embargo, sufrió como ninguno la muerte del bicicrosista Mario Soto, un deportista que “era kilo por kilo el mejor en esta disciplina”. Con él ganó medallas en Francia y Argentina. Las que estaban en camino se quedaron ahí por cuenta de un trágico accidente de tránsito. Igual había que seguir y siguió. Se formó como autodidacta persiguiendo el talento, puliéndolo tras bambalinas sin protagonismo alguno y cobrando a prudente distancia las victorias de sus pupilos. Sostiene que no está retirado o que administra los triunfos desde un escritorio. Hace apenas un mes se enfundó en su traje y compitió en Estados Unidos. El bicicrós no tiene edad de jubilación.

De Mariana Pajón y su tutela para convertirla en la mejor bicicrosista del mundo ya casi todo está escrito. De aquellos que vienen empujando su hazaña también. Esta generación promete triunfos por montones y Germán Medina lo sabe. Quizá le asusta la obligación de mantener esta jerarquía a como dé lugar. Desde 2008 el bicicrós entró en la baraja del deporte olímpico y Colombia tiene una mina de medallas en potencia si los procesos continúan como van. El cerebro de esa plataforma para que los deportistas del mañana —qué lugar común— vuelvan a morder una presea dorada mientras los flashes inmortalizan la instantánea tiene su sello. Todos los aplausos.