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“Fue la carrera más dura de mi vida”: Usain Bolt

El jamaiquino consiguió su tercer título mundial en los 100 metros y anunció que va por más.

Luis Guillermo Ordóñez / Enviado especial, Beijing - China
24 de agosto de 2015 - 02:02 a. m.
El atleta jamaiquino celebra la medalla de oro de los 100 metros.
El atleta jamaiquino celebra la medalla de oro de los 100 metros.

Cerca de 30 personas integran la comitiva de Usain Bolt en Beijing 2015. Al múltiple campeón mundial y olímpico lo acompañan sus padres, Wellesley y Jennifer, su representante Ricky Simms, algunos familiares cercanos y muchos amigos, esos mismos con los que vive en una mansión, sin demasiado lujo, en las afueras de Kingston.

La federación jamaiquina y la IAAF, además de varias multinacionales, se preocupan por satisfacer el más mínimo capricho del hombre más rápido del planeta, quien, como los superhéroes, al final siempre gana. Incluso cuando parece tener todo en su contra, como ayer en la gran final de los 100 metros.

Luego de un año en el que sufrió varias lesiones y corrió poco, llegó a enfrentarse nada menos que a Justin Gatlin, otro súper atleta, campeón olímpico (Atenas 2004) y mundial (Helsinki 2005) de la distancia, cuya carrera se ha visto manchada por un par de escándalos y sanciones por dopaje. El estadounidense llegó a la competencia con las mejores cuatro marcas del año, una racha de 28 victorias seguidas y la certeza de tener en sus manos la gran oportunidad de redimirse ante la familia del atletismo.

Para colmo, el ídolo del pueblo, cuya leyenda comenzó a escribir justamente en Beijing, en 2008, cuando ganó el oro olímpico en 100 y 200 metros y en el relevo corto (4x100), sufrió más de la cuenta para avanzar en las semifinales e incluso, a 20 metros de la línea de meta, estaba cuarto.

Pero a la hora de la verdad Bolt sacó su casta, esa jerarquía que tienen los grandes deportistas para brillar en los grandes momentos. Paró el cronómetro en 9,79 y volvió a celebrar como de costumbre. No les importó esa marca modesta a sus allegados, que con camisetas marca Puma, amarillas y verdes, se tomaron las zonas de entrevistas y los pasillos de prensa en el Nido de Pájaro.

Su padre repetía orgulloso la misma historia que lleva ya más de 10 años contando. “Cada vez que lo iba a castigar, salía corriendo. Cuando volvía ya ni me acordaba cuál había sido su travesura”. Su mamá, como todas, busca resaltar el lado amable y tierno: “Siempre se ha preocupado por sus amigos y no ha cambiado a pesar de la fama y el dinero”.

Y eso parece cierto. Durante casi dos horas Usain estuvo atendiendo a los medios de comunicación de todo el mundo. Exaltó una y otra vez la calidad de sus rivales, “todos en la final con un tiempo debajo de 10 segundos, por primera vez en la historia”. Admitió que “no tenía tanta confianza como de costumbre, pero mi entrenador me dio seguridad y ánimo. Estoy orgulloso de lo que hice, porque probablemente fue la mejor carrera de mi vida, la más dura, nunca había tenido tantas cosas en contra”.

El velocista, de 29 años, campeón del hectómetro en Berlín 2009, Moscú 2013 y ahora Beijing 2015, completó seis oros individuales, pues también ganó los 200 metros en Berlín, Daegu 2011, cuando quedó eliminado de los 100 por una salida falsa, y Moscú. Desde el jueves irá por su séptima corona, algo que ningún atleta ha conseguido. A esas hay que sumarles tres oros en los relevos de 4x100 y los seis oros olímpicos, tres en Beijing 2008, “en donde todo comenzó”, según Bolt, y Londres 2012.

“Es mi tiempo. Muchas leyendas han hecho grande este deporte, pero ahora estoy aquí escribiendo mi historia, no soy invencible, no sé cuándo terminará esta racha, pero estoy trabajado para que se alargue al máximo posible”, dice, siempre con el beneplácito de toda su “pandilla”, como les dice a sus primos y amigos que lo protegen como si fueran guardaespaldas, esos mismos con quienes juega fútbol en las tardes así se lo hayan prohibido sus patrocinadores.

Luego de recordar cada centésima de la carrera, que para él duró 9,79, para Gatlin 9,80 y para los dos terceros, Andre de Grasse y Trayvon Bromell, 9,92, evitó polemizar sobre el dopaje en el deporte y se limitó a decir que corre por él por su gente y por la gente que ama el atletismo, esa misma que celebró a rabiar su victoria, interpretada por muchos como la del juego limpio.

Por Luis Guillermo Ordóñez / Enviado especial, Beijing - China

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