Maicol Balanta, el orgullo de Quinamayó

El delantero del equipo cardenal, uno de los jugadores revelación este semestre, es uno de los cuatro futbolistas profesionales de este corregimiento del Valle del Cauca en el que la Navidad se celebra en febrero y la mayoría de los habitantes viven de la agricultura.

Luis Guillermo Montenegro Silva / @Luisguimonte
24 de octubre de 2019 - 09:06 p. m.
Maicol Balanta, delantero de Independiente Santa Fe. / Gustavo Torrijos
Maicol Balanta, delantero de Independiente Santa Fe. / Gustavo Torrijos

Quinamayó es un caserío a 20 kilómetros de Jamundí (Valle del Cauca). Está rodeado de cultivos de caña de azúcar y la mayoría de sus habitantes viven de la agricultura. Ellos, descendientes de esclavos que llegaron a este territorio provenientes de África en el siglo XVII, tienen la tradición de celebrar la Navidad en febrero y no en diciembre, porque en esa época de festividades no podían compartir con sus familiares por estar al servicio de los terratenientes y dueños de las haciendas de la zona, así que se daban regalos y bailaban al ritmo de las percusiones africanas 45 días después de la festividad original. Esa tradición se ha mantenido, claro que ahora se celebra doble. “El 24 y 25 de diciembre nos reunimos en familia y celebramos la Navidad con regalos y fiesta como todos, pero en febrero lo que conmemoramos es el nacimiento del Niño Dios, siguiendo con la tradición de nuestros antepasados”, cuenta Maicol Balanta, delantero de Independiente Santa Fe, quien nació hace 29 años en Quinamayó y es uno de los cuatro futbolistas profesionales que ha dado esta tierra, junto a Jong Harold Viafara, Juan José Mezu y Sebastián Viafara.

En cualquier calle polvorienta de este pequeño corregimiento es común ver niños pateando balones. Muchos de ellos, soñadores que se visualizan viviendo del fútbol y haciendo goles en estadios con tribunas repletas de gente, algarabía, colores y banderas. Este es el caso de Maicol, quien no recuerda exactamente desde qué edad juega fútbol, porque desde que tiene memoria ha tenido una pelota en los pies.

En su familia prácticamente conformaban un equipo de fútbol, pues tuvo siete hermanos. Yairon, uno de los mayores, fue el primero que intentó llegar a ser jugador profesional, sin embargo no tuvo muchas oportunidades y le tocó seguir los pasos de Mileder, su padre, un hombre de campo que trabajaba en la agricultura, sembrando y esperando que la tierra le diera para sacar adelante a su familia.

“Mi madre murió por una enfermedad cuando yo era muy pequeño, así que mi papá y mis abuelos (Leonel Peña, Ana Bertilda Lasso) fueron los que me sacaron adelante. Nos tocó muy duro, pero nunca faltó nada”, asegura Maicol, quien comenzó su camino en el fútbol jugando en el equipo del colegio de Quinamayó. Cuando tenía nueve años fue a un torneo de tntercolegiados en Cali. Su posición era la de defensor central, y gracias a su velocidad, estatura y zancada llamó la atención de Hernando Ángel, dueño de Boca Juniors de Cali, quien le abrió las puertas de su club.

Antes de cumplir los 10 años dejó su pueblo y se fue a vivir a una casa hogar del equipo en Cali. Allá le daban alimentación y todo lo necesario para que solo se tuviera que preocupar por jugar fútbol. El primer cambio significativo que tuvo fue de posición, pues el mismo Ángel les recomendó a los entrenadores de su club ubicarlo como delantero y no como defensor central, con la idea de aprovechar su contextura física.

Cada 15 días iba en bus hasta Quinamayó para visitar a su familia. Les ayudaba en la siembra y cosecha y volvía a Cali con las manos ampolladas del trabajo, pero con las ganas de progresar y seguir construyendo su sueño. En 2011, tras destacarse en las diferentes categorías, le dieron la oportunidad de pasar a Universitario de Popayán, otro equipo de Hernando Ángel que tenía ficha en la primera B. Allí debutó como profesional con un buen rendimiento: en 39 partidos marcó 11 goles y eso le sirvió para llamar la atención del Júnior de Barranquilla, equipo al que llegó en el primer semestre de 2012 y por fin firmó un contrato soñado con el que le pudo ayudar a su familia a salir adelante.

No ha sido un delantero goleador, más bien se ha convertido en un segunda punta con habilidad para fabricar jugadas ofensivas. Por su velocidad y potencia, su fuerte es el juego por las bandas y ha sido allí en donde ha actuado con Águilas, Once Caldas, Bucaramanga, Cortuluá, Alianza Petrolera, Deportes Tolima y ahora Santa Fe.

De discutido a indiscutido

Su llegada a Santa Fe generó mucho ruido, pues se habló de sus problemas de indisciplina en el pasado, sin embargo, él reconoce que esos han sido más rumores que verdades y siempre confió en que lo único que necesitaba era una oportunidad para demostrar en la cancha de lo que era capaz. “Cuando uno sabe para dónde va no hay lío. Uno no le cae bien a todo el mundo y este es un deporte en el que hay muchas envidias y hay gente que no quiere que uno progrese. He tenido problemas con empresarios que ya no están conmigo y son ellos los mismos encargados de generar ruido y decir mentiras. He sido un jugador comprometido con esta institución y afortunadamente los resultados se han comenzado a dar”, explica con tono de rabia.

Desde la llegada del técnico Harold Rivera se ha consolidado como titular y se ha convertido en uno de los jugadores más rendidores, con goles en partidos claves. “Acá en Bogotá estoy muy contento. Tengo tranquilidad, he sentido el respaldo de la hinchada, del técnico y de mis compañeros. Espero seguir aportando para que podamos lograr lo que queremos a largo plazo”, explica.

Balanta está solo en Bogotá, pues su esposa, Ana María Carabalí, y su hijo, Juan Ricardo, viven en Quinamayó, el lugar en el que todo comenzó. “Verlos felices a ellos es lo que más quiero, así que por eso es por lo que me esfuerzo acá. Ver la sonrisa de mi hijo y esposa es mi más grande motivación”, finaliza uno de los jugadores revelación de este Santa Fe.

Por Luis Guillermo Montenegro Silva / @Luisguimonte

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