Claudio Bravo, la figura de Chile en el paso a la final de la Confederaciones

La historia del arquero más ganador de la selección chilena de fútbol. Dos veces campeón de la Copa América y ahora va por la Confederaciones.

Luis Guillermo Montenegro / @LuisguiMonte
28 de junio de 2017 - 09:36 p. m.
Claudio Bravo, capitán de la selección chilena de fútbol. / EFE
Claudio Bravo, capitán de la selección chilena de fútbol. / EFE

Viluco es un pueblo cercano a Santiago, ubicado unos kilómetros al sur de la capital chilena, en la provincia de Maipo. Allí nació y creció Claudio Bravo, el capitán de la selección de Chile y hoy considerado, junto con Alexis Sánchez y Arturo Vidal, como uno de los referentes del fútbol austral. Al llegar hasta ese lugar en época de Copa América hay muchas sombras del guardameta de la roja. Una cancha de fútbol cinco en cemento, cerca a la zona central, es exactamente donde nació el amor de Claudio por el fútbol. En ese lugar se reunía con amigos y familiares a pasar los largos días de vacaciones pateando balones. Claro que también le gustaba pasar tiempo en el campo, corriendo en el pasto, subiendo a la punta de los árboles como si fuera un gato y ayudando a su familia en tareas agrícolas.

Marcial, su padre, siempre quiso darle gusto y por eso, al saber que su hijo soñaba con ser futbolista, se puso en la tarea de buscarle una escuela en la que pudiera entrenarse y darse cuenta de si realmente el fútbol le gustaba tanto. Acacias de Viluco fue el primer equipo de Claudio. Hasta allí llegaba a entrenar día a día desde el almacén Las Acacias, situado en la carretera que comunica Viluco con Isla de Maipo y que continúa siendo, al mismo tiempo, vivienda y negocio familiar de sus padres.

Primero jugó como delantero, pero poco a poco se fue para atrás porque se cansaba mucho. Cuando había que dividir los equipos y alguno no quedaba con arquero, siempre se ofrecía a pararse debajo de los tres palos. Claro que en ese momento su sueño era ser jugador de campo. Tras ver que no tenía oportunidad fuera del área, tomó la decisión de quedarse como arquero para siempre. “Se molestaba porque lo cambiaban y le pidió al profe de la escuela del barrio, con tal de ser titular, que lo pusiera en el arco y de ahí no salió más”, recuerda Julio Rodríguez, su primer entrenador.

Cuando cumplió 10 años dio el salto a Colo-Colo, equipo del que era hincha. Ya no entrenaba en la humilde escuela sino con las divisiones menores del equipo más popular de Chile. Eso sí, su estilo de vida seguía siendo el mismo. Su papá lo recogía todos los días en el colegio en un camión lleno de frutas y tras 45 minutos de recorrido lo dejaba en la sede deportiva del equipo. Luego de entrenar le tomaba otros 45 minutos llegar a casa nuevamente. Eso fue así día a día hasta que Claudio obtuvo la licencia de conducción y ya pudo desplazarse solo.

El comienzo no fue fácil. Cada vez llegaban arqueros más altos a probarse y siempre estaba la duda de perder el puesto. Claro que el preparador de las categorías menores era su gran aliado, algo así como un padre dentro del club, y fue gracias a él, Julio Rodríguez, que nunca desistió. Tras una derrota ante Universidad de Chile, en el marco de la final sub-14 de la Copa Nike, el presidente de las inferiores le pidió a Rodríguez que echara a Bravo. Terminó el partido y se le acercó y le dijo a Julio: “Hay que sacarlo de Colo-Colo. Es muy chico y no sirve”. La respuesta de Rodríguez fue: “Si se va, yo también me voy”.

Fue un momento duro para Bravo, quien volvió a Viluco y se encerró en su casa. Se sintió menospreciado. No quería jugar más al fútbol. Pero después fueron a buscarlo de Colo-Colo para que volviera. “Se equivocan, él llegará. Seguro que llegará”, decía su entrenador. “Va a ser el portero del club, de la selección de Chile y terminará en Europa”. Mientras tanto Claudio pensaba que lo que él estaba diciendo era una locura, pero ahora, cuando recuerda esa anécdota y ve que esas palabras se hicieron realidad, se lo agradece. Al regresar a Colo-Colo había crecido unos centímetros y su evolución en el club impresionó hasta a sus detractores.

Debutó en primera división ante Independiente Medellín, en la Copa Libertadores de 2003. Y en 2006, tras una sequía de varios años de títulos del equipo albo, consiguió su primer campeonato como futbolista cuando el entrenador era Claudio Borghi. De ahí se fijaron en él los de la Real Sociedad y pasó a jugar en segunda división del fútbol español. Ya era capitán de la selección chilena, pero no sumaba minutos en España. Logró el ascenso con el club de San Sebastián y al año siguiente, tras un excelente Mundial de Brasil 2014 y una brillante carrera en la Real, pasó al Barcelona. En su primera temporada, en la que atajó en Liga y no en Copa del Rey ni Champions League, fue catalogado como el mejor arquero de España. Además de ser bueno con las manos, su principal virtud es saber jugar con los pies, algo que ha influido notablemente para que sea tenido en cuenta por un equipo como Barcelona, en el que, por su estilo de juego, el arquero siempre tiene que intervenir y ser habilidoso en los pases y regates.

En la Copa América de Chile 2015 Bravo fue fundamental para el título de su selección sobre Argentina. Lo mismo hizo en la edición Centenario del año anterior.  Luego Pep Guardiola lo llevó al Manchester City, pero desafortunadamente para él, no logró consolidarse y terminó perdiendo la titular con el argentino Willy Caballero.

Pero Claudio no se dejó derrumbar y mantuvo la cabeza en alto. Así que, a pesar del momento complicado, asumió el liderato de la selección nacional, se puso la cinta de capitán en la Copa Confederaciones y este miércoles terminó consolidándose como la gran figura al atajar tres penales en la semifinal ante Portugal. De la mano de Bravo, el equipo austral disputará su primera final de una Confederaciones ante Alemania o México, que este jueves disputarán la segunda semifinal.  

Por Luis Guillermo Montenegro / @LuisguiMonte

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