Complejo, elegante, peligroso. Sus piernas hicieron poesía, aunque Eric Cantona no fue cualquier poeta. La gente suele reducir la poesía a la cursilería y el amor, pero detrás de eso, tal vez en los mejores casos, existe rudeza y rebeldía. Así fue Cantona, un poeta del fútbol total que tuvo por un lado un romance insaciable con la pelota, y por el otro una rudeza con sus rivales.
Cantona nació el 24 de mayo de 1966 en Marsella, Francia. A los 14 años fue llamado por el eterno entrenador del A.J. Auxerre, Guy Roux, quien era un experto en pulir diamantes en bruto. Roux se convenció inmediatamente del talento del joven Cantona. Fue su maestro más dedicado, lo llevó de la cantera de su equipo a la plantilla profesional, del anonimato a la notoriedad. Su rapidez, fuerza y control hicieron de Cantona un delantero letal, y su inteligencia, visión en el campo y calidad en el pase, lo convirtieron en un feroz armador de goles.
El 5 de noviembre de 1983, a los 17 años, el joven marsellés hizo su debut en la primera división de Francia. Cantona arrasó con defensas mientras pudo y masacró los arcos rivales. También llegaría a masacrar rivales. En poco tiempo el Auxerre, que le había servido de escuela, comenzó a parecer pequeño para la grandeza de Eric. Tenía que graduarse de allí, era necesario un cambio de aire. Por sus actuaciones brillantes fue pretendido por los más grandes del fútbol francés: el Mónaco, el Lyon, el Paris Saint Germain. A todos les dijo que no. Cantona solo tenía el sueño de brillar con el equipo de su ciudad.
En la temporada de 1988 Eric Cantona fichó por el Olympique de Marsella, aquí después de tener las expectativas en las nubes, el delantero vivió el primer infierno de su carrera. El 5 de abril del 88 será recordado como el día en que la rebeldía de Eric se desbordó. Cantona fue sancionado por 3 meses tras darle un tacle tremendo a un jugador del Nantes. Eric podía tener todas las habilidades dentro de la cancha, pero el auto control no era una de ellas. Su carácter rebelde y su ego elevado no lo dejaban progresar como debía. Sin embargo, esa actitud le hizo ganar una gran cantidad de admiradores. Su conducta desenfrenada y violenta era atractiva para los fanáticos del momento. En los años ochenta y noventa, los jóvenes buscaban figuras rudas y rebeldes que demostraran su descontento y que fueran capaces de hacer cualquier cosa sin arrepentirse. Eso era Cantona.
Caso opuesto fue el de los entrenadores que tuvieron que manejarlo pues se aburrían rápido de la aspereza del jugador y la descortesía con el cuerpo técnico. Fue en esa misma temporada del 88 cuando Eric, descontento porque el entrenador del Marsella Gerard Gili lo sustituyó en un partido de trámite, se quitó la camisa y la tiró al piso, causando la indignación de los directivos del equipo que como castigo cedieron al delantero al Montpellier Sport Club. Allí tuvo más problemas por indisciplina. A Cantona le faltaba mucha madurez. Un día en el camerino después de una derrota le tiró los botines a uno de sus compañeros. Sus colegas lo quisieron fuera del equipo. En ese momento apareció Carlos “el Pibe” Valderrama para defender la estadía del francés. Cantona y el Pibe tuvieron una magnífica relación tanto dentro como fuera de la cancha. Cantona nombró al colombiano en su once ideal de jugadores con los que había compartido. Después de ganar el título de la liga con el Montpellier en el 89, Cantona tuvo un regreso fugaz al Marsella, que volvería a cederlo en la temporada 90-91 esta vez al Nimes, donde cerraría su ciclo en Francia.
A Cantona se le puede ver infeliz en todo su trayecto en el balompié francés. Despreciado por el equipo al que le quería dar alegría, enfrentado con todos los técnicos y con graves sanciones por parte de la comisión disciplinaria francesa, Cantona decidió ponerle fin a su carrera el 12 de diciembre de 1991 con tan solo 25 años.
Pero la historia, para alegría del deporte, no acabaría allí. El hombre que vivió un auténtico infierno, tuvo que convertirse en diablo para poder brillar como debía. Michel Platini, una de las máximas figuras del fútbol francés, convenció al rebelde de volver a las canchas. Cantona aceptó volver y emprendió un nuevo camino, esta vez en Inglaterra.
La liga inglesa estaba por desaparecer. Los equipos ingleses interesados en un beneficio económico decidieron armar una nueva competición privada en la que ellos mismos fueran los accionistas. Así se creó en febrero de 1992 la actual Premier League. Fue en la temporada de despedida de la vieja First Division inglesa que Cantona hizo su magistral aparición. Fichó por el Leeds United, donde también figuraba Lee Chapman, y se convirtió en pieza fundamental de la consecución del título. El Leeds fue la revelación del torneo y se quedó con la última liga de la First Division superando al Manchester United de Alex Ferguson. Inmediatamente el entrenador escocés fijó su mirada en el fichaje de Cantona y para el 20 de noviembre de 1992 el francés llegó a Old Trafford.
Una vez vestido de diablo rojo Cantona aprovechó el alto nivel competitivo y el gran éxito mediático de la Premier League para destacarse. Se volvió la figura del torneo, el símbolo publicitario y el ícono del fútbol de los noventa en Inglaterra. El 19 de diciembre de 1992, 23 días después de su llegada a Manchester, Eric hizo el primero de sus 82 goles con el equipo. Se lo hizo a Chelsea después de un oportuno giro en el área. Después de esto todo fue historia. Disputó solo 5 ligas, ganó 4. Jugó 185 partidos con el equipo e hizo 56 asistencias. Sus problemas disciplinarios desaparecieron bajo el manejo de Ferguson que le dio la madurez que necesitaba para progresar. Tan solo fue expulsado 3 veces.
Es por eso que sorprendió a todos la tarde del 25 de enero de 1995, cuando le dio la patada voladora a ese hincha del Crystal Palace. El partido entre el United y el Palace se desenvolvió sin mayor incidencia hasta que en el minuto 48 el árbitro Alan White expulsó a Cantona por una patada a Richard Shaw, jugador del Palace. El diablo rojo salió cerca a la gradería y escuchó a Matthew Simmons, hincha del equipo rival, gritarle “vete a tu casa con tu puta madre”. Cantona salido de casillas saltó sobre la valla publicitaria de McDonalds y le dio una patada voladora en el pecho a Simmons. Cuenta el jefe de seguridad del United que mientras llevaron a Eric a prisión para que respondiera por los cargos de agresión él estuvo tranquilo firmando autógrafos y tomándose fotos con sus fans. La sanción que se le dio a Cantona fue terrible: 8 meses sin jugar y dos semanas de prisión, de las cuales solo terminó pagando 120 horas.
Este episodio, quizás el que más se recuerda del francés, pudo terminar con su carrera, pero con el acompañamiento de Ferguson, Cantona estuvo siempre tranquilo. La prensa inglesa lo atacó constantemente y trató de hacer de la vida del diablo un infierno. Con lo que no contaban es que era ahí donde Cantona se sentía como en casa. La afición de los diablos rojos lo respaldó durante su época más oscura. Después de cumplir su sanción Eric volvió a las canchas en un partido crucial contra Liverpool del que salió como figura marcando un gol y dando la asistencia para otro. Una vez se volvió a mostrar frente a su gente ellos lo coronaron como un rey. El rey Eric. El rebelde.
Cantona ya era una leyenda en Manchester. Había llegado misteriosamente y de forma atrevida se puso el dorsal 7 que había llevado George Best, ídolo del club. No solo la portó con dignidad sino que la volvió un ícono para futuras generaciones. Después del rey Eric el número 7 adquirió más importancia. Lo portaron Beckham, Cristiano Ronaldo, Owen, y otros no tan afortunados como DiMaría y Depay. Ahora la camiseta tiene un peso mayúsculo y los jugadores que llegan al club se sienten intimidados por el registro del pasado.
Todos quisieron parecerse al rey quien había impuesto además de su carácter fuerte una moda bastante peculiar. El cuello de su camisa levantado, recto, firme. Era muestra de carácter, de imposición y también de rebeldía. Después de él muchos jugadores adoptaron el estilo del cuello de Cantona. Querían demostrar la misma presencia que él demostró.
Para 1996 Eric se volvió capitán del equipo y su juego se volvía cada vez mejor. Sus asistencias fueron más precisas y sus goles espléndidas muestras de arte. Fue el 21 de diciembre cuando le regaló al mundo su mejor obra en un partido contra Sunderland en Old Trafford, el teatro de los sueños. La historia detrás de este gol es bastante curiosa, el partido iba 3 a 0 en favor de los locales y por esto Cantona se dedicó a caminar la cancha. No iba tras el balón, no bajaba a recuperar como lo hacía usualmente ni se esmeraba en crear más ataques. Sin embargo, cuando el portero Pérez del Sunderland le tapó un tiro a Ryan Giggs, el rey despertó de su sueño. En un momento creó una de las jugadas más recordadas por los hinchas del fútbol. No importó el paso del tiempo, Cantona nunca dejó su estilo arrogante, si veía importante atacar, atacaba, si no, no iba a desgastarse.
En un movimiento rápido Cantona se giró entre Richard Ord y Kevin Ball del Sunderland sobre la mitad del campo para darle el balón a Brian McClair, siguió corriendo y esperó que su compañero le devolviera la pelota, cuando la tuvo en sus pies miró al arquero Lionel Pérez salido de su área y decidió picarle el balón. Todo el estadio se quedó mirando cómo el esférico entraba a la red, mientras Eric, en silencio, se daba vuelta y sin la menor expresión en su rostro se limitó a contemplar. Fue un momento artístico en donde el poeta, después de presentar su obra, se dedicó a escuchar las ovaciones. Dio una vuelta para mirarlos a todos, finalmente, levantó los brazos en señal de gratitud. En ese momento Cantona entendió todo, lo que es, lo que ha sido, y lo que será por el resto de sus días. Al final del partido Cantona se acercó a Pérez y le dijo “hubieras dejado entrar la pelota de Giggs”.
Quiso partir de esa forma, recordado en la cima del mundo, como el más grande. Seis meses después de ese día decidió poner fin a su carrera como futbolista y en 1997 firmó su retiro como futbolista. Se dedicó al cine, a producirlo, a dirigirlo y a actuar también. Se inmiscuyó en la vida política, quiso aspirar a la candidatura de la presidencia de Francia y organizó un fallido boicot contra el sistema bancario nacional. Sigue siendo el personaje influyente que fue en los noventa, ahora más maduro, convirtió sus patadas en fuertes críticas sociales. Cantona quiso tallar su nombre en diferentes campos, pero su verdadera leyenda se grabó en las páginas del hoy campeón de Europa, Manchester United.
Todos los clubs tienen su héroe de culto. No siempre es el mejor futbolista del mundo, pero sí es el que marca una generación. Cantona marcó el renacimiento del Manchester United y toda la primera promoción del fútbol inglés de los noventa. El 24 de mayo, la fecha de su cumpleaños y en el mismo día que su equipo salió campeón, y por siempre, continuaremos recordando su vida para que la leyenda no muera.