“Mi sueño es Rusia-18”: Wílmar Barrios

El volante colombiano es una de las figuras de Boca Juniors, actual líder y gran candidato al título de la Liga argentina. Anhela jugar el Mundial del próximo año.

Daniel Avellaneda - Buenos Aires
28 de mayo de 2017 - 09:25 p. m.
Wílmar Barrios en Casa Amarilla, el complejo deportivo de Boca Juniors. / Prensa Boca
Wílmar Barrios en Casa Amarilla, el complejo deportivo de Boca Juniors. / Prensa Boca

Cuando Lucas Labbad aterrizó en Medellín con el objetivo de negociar el pase de Sebastián Pérez, recibió una llamada desde Buenos Aires. El gerente de Boca Juniors escuchó al presidente, Daniel Angelici, que le pedía que hiciera una escala en Ibagué. En Deportes Tolima había otro volante central interesante. Y aunque no había sido pedido por Guillermo Barros Schelotto, el dirigente volvió de Colombia con el mediocampista de Atlético Nacional y con Wílmar Barrios. Incorporó a los dos número 5 de la selección el coloso azul y oro.

Sin embargo, fue Barrios el que terminó ganándose un lugar preponderante en el círculo central, pues terminó demostrando que está hecho a la medida de Boca. Sin ir más lejos, mucho se habló de su ausencia en el Superclásico. La semana siguiente, contra Newell’s, el Mellizo le dio la titularidad, y no la soltó más. Hoy por hoy, el hincha xeneize observa en este costeño de 23 años un reflejo de Mauricio Serna, ese aguerrido volante colombiano de la época dorada, cuando bajo la conducción de Carlos Bianchi, uno de los equipos más populares del continente tocó la cima mundial.

Adorado por la gente, con Carlos Tévez en el millonario exilio chino, Barrios se convirtió en el jugador del pueblo. Mano a mano con El Espectador, cuenta sus sensaciones en este momento personal tan especial. La cita es en Casa Amarilla, después del entrenamiento. Y ahí está Wílmar, con su sonrisa dispuesta para charlar.

Llegó como una apuesta y se transformó en referencia en la mitad. ¿Le está yendo mejor de lo que esperaba?

La verdad, me quedé impresionado con el hincha de Boca. Apoya como ningún otro. Me di cuenta de que, pase lo que pase, siempre está alentando, y como jugador uno lo tienen que valorar. El esfuerzo que hacen para ir a la cancha, cómo llenan la tribuna, hay que tratar de retribuirlo con un triunfo, dejando todo en cada intervención.

¿Se siente el jugador del pueblo, ahora que no está Tévez?

Me siento respetado por el hincha. Creo que se siente identificado por todo lo que doy. Me llena de confianza para seguir trabajando. Después, hay muchos jugadores con historia acá. Tévez es único. Yo trato de dejar mi huella, de hacer mi camino en el club.

En ese sentido, muchos lo ven parecido a Serna. Es más, el propio “Chicho” lo dijo.

El otro día llegó al camerino y hablamos del partido. Me dio consejos para mejorar. Y yo siempre trato de escuchar. Uno se nutre de las personas de buena fe y Chicho es uno de los que más ayudan. Cada palabra que me dice la dice con juicio y me marca la realidad.

¿Cuánto tiempo se ve jugando en Boca?

Mi sueño es ser campeón con Boca. Después se verá. Decidí quedarme aquí, jugar por cosas importantes, ganar títulos. Más allá del deseo de ir a una de las grandes ligas, creo que si Dios me tiene preparado para ir al fútbol europeo, se dará en el futuro.

Y la selección. ¿Cómo ve la clasificación?

Por momentos, ha sido duro. Las eliminatorias son muy parejas, los partidos se vuelven muy difíciles. Por suerte, terminamos bien en las últimas dos fechas, ganándoles a Bolivia y a Ecuador.

¿Se ve jugando el Mundial de Rusia?

Estoy convencido de que clasificaremos. Y ojalá que el profe Pékerman me llame. Quiero formar parte de esa lista, uno hace todo el esfuerzo para estar. Mi sueño es ir a Rusia 2018.

De niño, justamente, Barrios tenía la ilusión de jugar como profesional mientras vendía paquetes de hielo en los buses de Cartagena. Con ese puñado de pesos que juntaba, se iba al entrenamiento. Cuando no había dinero, lo hacía caminando. Le salieron llagas en los pies de tanto recorrido. Hoy disfruta ser una de las figuras de Boca. Es un premio al sacrificio. Y a su buen juego.

Por Daniel Avellaneda - Buenos Aires

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