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Alexis Viera: “No volví a la vida para estar en silla de ruedas”

El arquero uruguayo recibió a El Espectador en su casa en Cali, un mes después del atraco que lo tuvo al borde de la muerte.

Gloria Bejarano C., CALI
11 de octubre de 2015 - 12:50 p. m.
Alexis Viera en su casa, en la ciudad de Cali, tras salir de la clínica Valle del Lili. / Gustavo Torrijos - El Espectador
Alexis Viera en su casa, en la ciudad de Cali, tras salir de la clínica Valle del Lili. / Gustavo Torrijos - El Espectador

Todo el que conoce a Alexis Viera sabe que para él llegar al corazón de la gente vale más que levantar cualquier copa. Por eso, trata de la misma forma al presidente de un equipo o al que cuida su carro mientras entrena. Por eso lloró tantas veces cuando las cosas en América no le salieron bien, porque no quería defraudar a sus seguidores, porque deja el alma en cada cosa que hace, siempre.

Ese gran corazón por poco se detiene cuando recibió dos disparos en medio de un atraco el pasado 25 de agosto en Cali, pero la imagen de Gonzalo, su hijo mayor, corriendo por las escaleras desesperado para buscar ayuda, lo llenó de fuerza para mantenerse con vida y luchar por su gran sueño, ver crecer a sus dos hijos.

Después de 37 días internado en la clínica Valle del Lili, el arquero uruguayo de 36 años recibió a El Espectador en su casa, en donde seguirá entrenando para el partido más importante de su carrera: volver a caminar.

Volvió a casa después de casi 40 días hospitalizado, ¿cómo fue este tiempo?

Fue un mes complicado porque viví todo al mismo tiempo. Alegrías, porque he visto a mucha gente que no pensaba ver, como a mi padre, pero también angustia porque hubo muchas noches de llanto y dolor. Lo único que hacía era pedir calmantes porque lo que sentía en las piernas era insoportable, pero la verdad es que era mejor sentir dolor, a no sentirlas…

¿Cómo se siente ahora?

Me siento mucho mejor, ya estoy en casa con mi familia y eso me tiene más tranquilo. En la clínica me despertaba cada dos horas porque sentía como si las piernas se me estuvieran quemando. Era una especie de ardor que me desesperaba. No voy a decir que eso desapareció, pero sí ha disminuido y yo siempre me levantaba cada mañana con una sonrisa y positivo, porque quiero salir adelante.

Al principio las noticias no fueron alentadoras, pero hoy su evolución es notable…

Así es. Mi evolución ha sido grande, tanto que ni los médicos pensaban que yo en un mes iba a estar haciendo todo eso. En la pierna derecha tengo fuerza y, la verdad, creo que la recupero en menos de tres meses. Espero que para noviembre ya pueda estar apoyándola e incluso caminando con muletas. Con la izquierda sí creo que me va a llevar un poco más de tiempo, porque la siento más dormida y lenta.

¿Qué recuerdos tiene de ese día?

Tengo presente la imagen de mi familia viéndome sufrir, la desesperación de mi esposa y de mi hijo tirado en el piso pidiendo ayuda. Para mí fue muy largo todo, porque me estaba desangrando en la camioneta y nada que llegábamos a la clínica. En ese momento sentía que el cuerpo se me estaba apagando y que había perdido la fuerza. Hubo un momento en el que me fui y lo siguiente que recuerdo es cuando despierto y veo a mis padres y yo ya conectado por todo lado.

¿Y de las personas que le hicieron esto?

Siento que ya dije lo que tenía que decir, recién ocurrió todo. No tengo ningún rencor, pero ese día para mí quedó en el olvido. Ya pasó y no se puede cambiar. Solo pido a Dios que los ayude.

Usted es un hombre creyente, pero con toda esta situación, ¿nunca cuestionó la existencia de Dios?

Uno siempre tiene la duda de si existe o no Dios. Yo soy un hombre creyente y muy apegado a él, pero a veces me pasaban cosas en lo deportivo o en lo familiar que me hacían cuestionar, porque no entendía cómo si uno era bueno y caminaba siempre derecho me iba mal, pero cuando me pegaron los dos disparos y vi que mi hijo venía bajando las escaleras, yo me aferré a Dios, le pedí que me perdonara por mis pecados y que me dejara ver crecer a mis hijos. Aquí estoy, así que hoy puedo decir que todo es real y que también es verdad que hay vida más allá.

¿Cómo fueron esas experiencias que tuvo con “el más allá”?

Otra de las dudas de todas las personas siempre es esa. Si existen los fantasmas, si es cierto que uno ve el túnel de luz. Yo vi como salí de mi cuerpo varias veces. No vi ningún túnel blanco ni nada tranquilo, todo era oscuridad. No vi a Dios, ni al diablo, pero sí vi un ambiente terrorífico, con imágenes raras, sombras y cosas aterradoras. Esa sensación la experimenté por tres días, que fue el tiempo que estuve en coma.

¿Cómo interpreta lo que vivió en esos días?

La verdad, no sé qué me quiso mostrar Dios. Hasta el día de hoy me hago esa pregunta, pero sé que en algún momento me la va a responder. Lo que sí puedo decir es que desperté con un corazón limpio, renovado, y con una fuerza por dentro que nunca tuve. Creo que él hasta el último minuto de mi vida me puso a prueba, porque los médicos me cuentan que me tuvieron que revivir tres veces, que el doctor me tuvo que agarrar la aorta con los dedos porque ya no tenía sangre.

Los médicos dijeron que su caso era un milagro…

Y lo fue. Cuando a vos te cuentan todo eso y a los tres días estás fuera de peligro, la única definición es esa: un milagro. Ahora sé que voy a cumplir el sueño de caminar, porque Dios no me trajo de vuelta a este mundo para estar en una silla de ruedas. Sé que tengo que cumplir un proceso lento, pero tendrá un final feliz.

¿Volver a jugar es parte de eso?

Seguramente no volveré a jugar fútbol. La verdad, creo que esto fue lo último que hice, aunque solo Dios sabe cuál es mi futuro. Capaz que hoy digo que no y mañana camino y vuelvo a jugar, porque es lo que llevo en mi corazón. Esperemos cómo avanza la recuperación para saber cómo quedo.

¿Cómo va lo de su escuela de arqueros?

Eso sigue firme. Mi idea es arrancar el mes siguiente, pero creo que se ve va a mezclar con el tema de las terapias y es algo que tengo que manejar bien. Esta semana inicio el proceso de recuperación a full y si veo que avanzo con eso, prefiero postergar un poco el proyecto y recuperarme al 100 por ciento, porque para mí sería mucho más fácil estar caminando que en silla de ruedas. Sería una motivación más para la gente y para los niños que yo pudiera entrenarlos.

¿Qué faltaba para empezar ese proyecto?

Nosotros teníamos un proyecto muy grande y cuando me pasó lo del atraco estábamos a una semana de arrancar. De hecho, la plata que retiré ese día del banco era para comprar cosas para la escuela. Ya habíamos adelantado la inscripción, que se hacía por la página. Teníamos 7 u 8 inscritos, pero mucha gente quería estar, así que hubiéramos arrancado con unos 40 o 50 niños.

¿Cuál es el principal objetivo de la escuela de arqueros Alexis Viera?

No solo quiero poner una escuela, sino tratar de armar una fundación. Tener sucursales en todo el país para traer a los mejores niños de cada ciudad, ponerlos a estudiar, alimentarlos e infundir valores, porque eso es lo que se ha perdido en la sociedad. A mí, por ejemplo, me costaba decirles a mis padres “te amo”. Hoy lo hago a diario y creo que así debe ser, porque actualmente nos estamos equivocando con pequeñas cosas. Se ha perdido el respeto, la humildad, el amor, el perdón…

¿Esperaba tanta solidaridad en todo el mundo?

No lo esperaba, es impresionante el apoyo que he tenido de toda la gente, económica y moralmente. Han venido muchos jugadores a visitarme, entre ellos mi amigo Julio Barroso, que viajó desde Chile en pleno campeonato. Me llamó Luis Suárez, me mandaron mensajes todos los de la selección Colombia. A todos les doy infinitas gracias, porque para mí es tan importante Luis Suárez como cualquier persona que me escribe en Twitter. Le tomo el mismo valor porque para mí todos son iguales.

La última manifestación de cariño fue la de Deportivo Cali...

Nos llamó la secretaria del Cali para decirnos que habían hecho una urna en los partidos y que me iban a entregar un cheque por más de 10 millones. Eso me dejó sin palabras, me hubiera encantado ir personalmente, pero el dolor no me dejó, así que mi esposa lo recibió. La verdad, ese gesto tiene mucho valor, porque yo jugué en América, su gran rival. Eso demuestra que debajo de cada camiseta hay un ser humano y eso vale más que cualquier color.

¿Nunca pensó irse del país?

Yo ya tengo decidido que me quiero quedar. Mis padres en algún momento habrán pensado que no, pero después de la calentura se dieron cuenta de que la sociedad está mal y que a mí esto me pudo pasar en Colombia o en cualquier lado. Yo no tengo miedo, porque amo esta ciudad y a todo el país, por eso siento que este es y será mi lugar.

Por Gloria Bejarano C., CALI

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