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Chocó, tierra de fútbol

A pesar de la exclusión que vive este departamento, sigue siendo una verdadera fábrica de deportistas.

Theo González Castaño
01 de agosto de 2014 - 09:21 p. m.
Theo González / Theo González
Theo González / Theo González

Didier Corrales Murillo está próximo a cumplir 12 años de edad, mide cerca de un metro con cuarenta centímetros y su mayor sueño es ser jugador profesional de fútbol. Lleva puesta una camiseta color rojo, una desgastada pantaloneta azul con huecos por todos lados y unas desgastadas  medias amarillas con tendencia a negras. Calza guayos rotos con los acaba de concebir una ´chilena´ que terminó incrustando el balón en el ángulo superior derecho del arco. “¿Si vieron? El mío, fue el gol más bonito del mundo”, grita el goleador en medio de los abrazos de sus compañeros.

La rodilla derecha de Didier sangra porque se raspó durante el partido. Eso no importa. Si pudo sobrevivir a la masacre de Bojayá con su familia, ahora puede  imaginarse futbolista como todos sus amigos igual de talentosos a él. Juegan en la cancha del barrio Los Álamos, una de las de mayor tradición e historia en Quibdó, al pie de la antigua fábrica de licores de Chocó. Muchos de los jugadores de esta tierra que han llegado al profesionalismo lo hicieron en su tiempo. Dahwling Leudo, Jackson Martínez, Carlos Sánchez. No tiene grama. Es de piedras y arena y está delimitada por decenas de llantas que la aíslan de la calle. La lluvia constante suele volverla un barrial resbaloso. La misma historia que se repite en otras canchas barriales a lo largo y ancho de Quibdó, repleta de estrellas infantiles y juveniles como el pequeño Didier.

Es el caso de la cancha de Chipi Chipi, ubicada a tan solo unas cuadras del barrio Los Álamos, punto de encuentro de las cerca de 15 escuelas de fútbol del municipio. El campo de arena y charcos donde se juegan los principales torneos de Quibdó. Sin tribunas y mallas metálicas estropeadas, en el costado oriental permanecen apilados grandes bloques de piedra que sirven para que los espectadores y los suplentes de los equipos intenten sentarse. En el lado occidental hay una precarias “bancas” elaboradas con cemento y retazos de madera. Así se sigue jugando en la capital chocoana que continua aportando genios del fútbol a Colombia.

Visitar Chipi Chipi, significa adentrarse en una verdadera fábrica de futbolistas, es comprobar que los jugadores chocoanos poseen excepcionales características físicas y técnicas aunque carezcan del apoyo que se merecen. Pese al olvido al que históricamente está sometido su departamento y su gente, siempre juegan alegres y se divierten. Todos los días las canchas de la ciudad se llenan de niños y jóvenes que sueñan  con vestirse con los colores del Chocó o incursionar en los equipos profesionales de su preferencia. Otros, más ambiciosos, hablan de ir a Europa, como Jackson Martínez o Carlos Sánchez. Sus padres saben que a falta de oportunidades en otros campos, el fútbol es una salida más confiable.

A la ribera del río Atrato está el barrio San Vicente. La comunidad sufre cuando el invierno llega a Quibdó y el sector se inunda. En los peores momentos, para transitar entre sus calles es necesario nadar o navegar en chalupa y los travesaños de los arcos es lo único que sobresale en su cancha de fútbol. Sin embargo, cuando pasa el invierno, el sol y la luna parecen iluminar el talento deportivo que allí se desborda. La misma situación se repite en los cuatro costados de Quibdó donde la práctica de fútbol es permanente y todos hablan de los chocoanos que han logrado trascender.

No cabe duda que el atraso económico y social del departamento sigue siendo una realidad agobiante, pero en medio de sus apremios existe otra evidencia de contraste: su riqueza futbolística. No hay muchas escuelas de formación y las canchas siguen siendo precarias pero la dirigencia deportiva tiene conciencia de que ya no vale la pena quejarse. Al olvido histórico se le quiere dejar atrás con organización. Para tener un estadio con todas las de la ley y pueda albergar una enorme afición, para que exista una sede la liga departamental a la altura de otras regiones del país, y especialmente, para que la cantera de jóvenes pueda triunfar en medio de su gente y así el Chocó logre tener un equipo capaz de pelear campeonatos consagrados porque no cabe duda que allí, en esta tierra de fútbol, se marcan los goles más bonitos del mundo.

Por Theo González Castaño

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