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Eduardo Silva, un presidente muy poderoso

Como directivo del fútbol ha tenido una destacada carrera y ahora, a la cabeza del Deportivo Independiente Medellín, sorprende por sus innovadoras estrategias.

Luis Guillermo Montenegro /Medellín
25 de enero de 2015 - 02:07 p. m.
Hace poco más de un año Eduardo Silva asumió la presidencia del DIM. / Luis Benavides
Hace poco más de un año Eduardo Silva asumió la presidencia del DIM. / Luis Benavides

Desde muy pequeño fue apasionado por el fútbol. En las divisiones menores de un equipo antioqueño se formó y soñó con llegar a ser un goleador capaz de ganarse el corazón de toda una hinchada. A lo largo de su proceso como jugador compartió con muchos que sí llegaron a ser profesionales, como Bónner Mosquera, Víctor Marulanda o Herman Carepa Gaviria. Claro que unos años después terminaría cumpliendo su sueño de poner a toda una hinchada a su favor, aunque desde un lugar diferente, no en la cancha ni en el banquillo técnico, lo hizo desde arriba, como dirigente y presidente.

Luego de terminar sus estudios de administración de empresas en la Universidad Eafit de Medellín se dedicó a trabajar en compañías del sector financiero. Se especializó en tesorería y planeación, y conoció a un hombre de negocios como José Roberto Arango, quien se lo llevó a Bogotá para emprender el difícil proyecto de sacar a flote a Millonarios. Arango entra, arregla y sale, tal como ya lo había hecho con otras empresas como Coltejer y Paz del Río.

“Hasta aquí llegué yo, ahora tome usted el timón”, le dijo Arango a Silva, quien fue presidente encargado del cuadro embajador durante un año y tres meses, y luego se quedó como gerente cuando Felipe Gaitán asumió la presidencia. Millonarios fue su escuela, aprendió a manejar una empresa deportiva de la misma manera organizada y estructurada que lo hacía en el sector financiero y por eso el Deportivo Independiente Medellín le abrió las puertas para liderar otro nuevo proyecto.

Lleva poco más de un año como presidente del Poderoso y sus resultados han sido notables. Se ha destacado por su capacidad de ejecutar y tomar decisiones, y este semestre espera la sexta estrella para el DIM.

¿Por qué no siguió la carrera de futbolista?

Porque me volví malo (risas). No te voy a decir mentiras, ya no metía una. Estuve en el Ejército e hice parte del equipo de las Fuerzas Armadas. Intenté volver a jugar con mis compañeros y estaba pésimo, así que preferí estudiar. Claro que la vida me dio la oportunidad de ser profesional en el fútbol, siendo presidente de un equipo de primera.

¿Con qué jugador profesional se compara?

Diría que con Jorge Horacio el Camello Serna, quien estuvo acá en el Medellín.

¿Qué siente por Millonarios?

Siento un gran amor por el equipo. Me entendí muy bien con los hinchas porque creyeron en el proceso. Ese fue un lugar en el que me abrieron las puertas, aprendí a ser un profesional y una mejor persona en la vida.

¿Su salida de Millonarios se dio porque no estaba de acuerdo con las decisiones que estaban tomando los accionistas?

No. Eso fue casual. Estaba en Bucaramanga haciendo la gestión de la compra de un equipo de la B que iba a adquirir Millonarios y me crucé con una gente del Medellín que me invitó a que les diera una charla de cómo hicimos todo el proceso para salvar a Millos. Cuando terminé esa charla, de dos o tres horas, me propusieron si quería trabajar con ellos. En ese momento era gerente ejecutivo de Millos y le comenté al presidente Gaitán que me habían invitado a ser presidente del DIM. Me dijo que listo. Renuncié a finales de octubre, pero Felipe (Gaitán) me dijo que esperara a que terminara el torneo. El 8 de diciembre echaron a Felipe y el 9 a Hernán Torres y por eso coincidencialmente todos salimos al mismo tiempo.

¿Pero ustedes dejaron firmado todo lo de la llegada de José Portolés y Juan Manuel Lillo?

Sí, a nosotros nos tocó ir hasta España a firmar el contrato de Portolés. Lo entrevistamos con Felipe, evaluamos el plan de trabajo y cuadramos su llegada. Claro que el plan de trabajo era muy diferente al que se ejecutó. La idea era que él hiciera más que todo un trabajo en las divisiones menores para comenzar a construir un nuevo Millonarios desde la base. Ya cuando nos íbamos a ir los de la junta comenzaron a hacer algo diferente a lo que había quedado incluso escrito. Dijimos que cómo se iba a cambiar todo el plan a última hora y no nos hicieron caso. Luego Portolés recomendó a Lillo. Yo era el representante legal, así que me tocó firmar a mí y hacer el empalme con el nuevo presidente. La anécdota más berraca es que terminé siendo representante legal de Millonarios y Medellín al tiempo. Lo más charro es que hasta el día anterior de la asamblea así seguía, pero la Dimayor advirtió que quedarían nulos los votos de ambos equipos y Millonarios delegó a su nuevo representante legal.

¿Con qué se encontró usted al llegar al Medellín?

Con un equipo que tiene una buena planeación. Carlos Mario Mejía, quien era el presidente, había hecho un muy buen plan de desarrollo, pero no lo ejecuta. Así que yo lo pulí y lo ejecuté. Claro que este no era un equipo tan unido, tenía una energía medio baja y me traje a gente con la que ya había estado, como Javier Álvarez, Chusco Sierra y Hernán Torres, quienes me llenaron este equipo de un ambiente nuevo.

¿De dónde salió la idea del ‘Todos en uno’?

Empezamos a evaluar que con las 13 mil o 14 mil personas que iban al estadio, ganábamos $200 millones, pero si llenábamos el estadio con precios muy económicos hacíamos $2.000 millones. Es decir, que con un partido ful es como 10 con asistencia promedio. Además entraron a jugar otros factores, como que si el estadio estaba lleno, había más opciones de ganar. La seguridad era mayor porque se acabaron los gamines afuera del estadio pidiendo limosna para entrar. Si usted no tiene el carné de “Todos en uno”, pues no puede entrar. También se acabaron los revendedores. Lo otro era la parte comercial que se triplicó. Teníamos tres patrocinadores y ahora son nueve, hicimos el primer semestre $100 millones en vallas y el segundo $800 millones. Vendíamos en la tienda $1 millón por partido y ahora son cerca de $22 millones. Una locura.

¿No ha pasado que otro presidente de un club le diga que le explique ese modelo?

Claro, han sido muchos. Es más, hasta en el exterior. En estos días me llamaron de Perú, Chile y México.

¿Cómo nació ‘El video del presi’?

Cuando hicimos el ‘Todos en uno’. Porque grabábamos videos diarios motivando a los hinchas a que se abonaran. “Estamos felices y contentos porque vendimos muchos abonos”. Al otro día el de comunicaciones escribió en Twitter: “Más tarde viene el video del presidente”. Ahí la gente comenzó a poner #elvideodelpresi y se volvió popular. Luego grabamos la llegada de jugadores con ese mismo formato. A mí me dan el libreto y me dicen qué decir, lo practico y lo grabamos. Además los jugadores se prestan para hacer ese tipo de cosas que al hincha le gustan.

¿Qué otras novedades vienen?

Mirá, este año vamos a comenzar con una cosa única. En la entrada del estadio pusimos unos molinetes que identifican a cada uno de los hinchas con nombre y apellido. Al poco tiempo de entrar a cada uno le llegará un mensaje diciendo: “Bienvenido al estadio Atanasio Girardot, esperamos que con tu apoyo ganemos este partido”. Y lo mejor es que al abonado que no fue al estadio, a los 10 minutos de comenzado el partido le llega un mensaje que dice: “Lástima que no viniste, creo que nos va a hacer falta tu apoyo”. Vamos a seguir haciendo cosas para acercar la hinchada al equipo.

¿Cuál es su clave del éxito?

Soy un administrador bueno para ejecutar tareas. Cuando me pongo metas, las alcanzo. Eso se lo aprendí a Felipe Gaitán. Es muy común del empresario colombiano proponer y planear, pero quedarse ahí. La clave es saber cerrar capítulos.

¿Qué hace cuando se levanta?

Darles un beso a mi esposa y a mi hijo.

¿Qué cosa no puede dejar de hacer?

Entrar al baño (risas) y sonreír.

¿Qué lo distrae aparte del fútbol?

Ir con mi esposa y mi hijo a cine. Eso es algo que me distrae mucho. También me gusta trotar.

¿Qué libro está leyendo?

Dios es redondo, de Juan Villoro.

¿Qué música oye?

Vallenato. Y, además, toco acordeón.

¿Cómo se llamaría el libro de Eduardo Silva?

Estamos felices, estamos contentos.

Por Luis Guillermo Montenegro /Medellín

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