De acuerdo con el historiador de fútbol Guillermo Ruiz Bonilla, el Tigre, como se le conocía, fue uno de los últimos punteros izquierdos clásicos, “veloz para desbordar y sacar el centro”. Además era un excelente cabeceador. (“Ojalá el estadio se llene este domingo porque nunca lo hemos visto lleno”: Máyer Candelo)
Benítez jugaba siempre con las medias abajo, pues en esa época usar canilleras no era obligatorio. Anotó el gol más rápido en la historia del club verdiblanco, a los 10 segundos del duelo que le ganó 2-0 al Caldas, en Manizales, el 23 de marzo de 1977.
El Tigre, quien conformó una maravillosa línea de ataque al lado de Ángel María Torres y Néstor Leonel Scotta, es el segundo máximo artillero del Cali de todos los tiempos, detrás de Jorge Ramírez Gallego, quien hizo 168 goles.
Benítez falleció el pasado lunes en la madrugada, en Buenos Aires, en donde pasó sus últimos años aquejado por el alzhéimer. Además, hace seis meses le habían extraído unos coágulos de su cerebro.
“Era un profesional a carta cabal, una persona sencilla, trabajadora, muy humilde. Tanto que yo le decía que no era argentino, sino ecuatoriano o pastuso. Era una fiera en el juego aéreo, el mejor que vi cabeceando. Era impresionante. Era un tipo más bien callado, muy respetuoso. Es el extranjero más buena gente que ha venido al fútbol colombiano. De todos los que vi como jugador y entrenador, el Flaco ha sido el más especial”, admitió el lunes Fernando Pecoso Castro, compañero suyo, al lado de Pedro Antonio Zape, Henry Caicedo, Miguel Escobar, Rafael Otero y César Freddy Arce Valverde, entre otros, en el histórico Cali de 1978, que fue el primer finalista colombiano de una Copa Libertadores de América.