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Germán Mera, la muralla de Puerto Mallarino

Este viernes (7:45, por Win Sports), el cuadro azucarero busca la clasificación a las finales de la Liga Águila ante el Once Caldas, en Palmaseca.

Luis Guillermo Montenegro
06 de noviembre de 2015 - 03:58 a. m.
Germán Mera (der.), defensor del Deportivo Cali, equipo que esta noche busca la clasificación. / Deportivo Cali
Germán Mera (der.), defensor del Deportivo Cali, equipo que esta noche busca la clasificación. / Deportivo Cali

“Lo que a mí me motiva a seguir adelante es ver que aún tengo muchos más sueños por cumplir”, dice Germán Mera con firmeza. Cuando el defensor central del Deportivo Cali —que hoy recibe al Once Caldas de Manizales (7:45 p.m., por Win)— jugaba fútbol en las canchas del barrio Puerto Mallarino, en Cali, lo hacía con la intención de algún día poder vivir de este deporte. Cualquier partido se lo tomaba con la mayor seriedad y no podía pasar algo peor que perder. Su padre, Jesús Mera, quien falleció cuando él tenía dos años, había sido arquero en el equipo azucarero, por lo que emular sus pasos era una motivación.

Claro que ese camino no sería fácil. Su madre, María Cecilia, quedó sola y con cuatro hijos más para sacar adelante. Así que a Germán le tocó asumir desde niño responsabilidades de adulto y, vendiendo chontaduros en las calles de Cali o yendo al río Cauca a coger arena para venderla, pudo ayudar a llevarle alimento a su familia. Claro que cada jornada de trabajo, por más exigente que fuera, terminaba con un partido de fútbol en la cancha del barrio. Justamente allí lo vio Prudencio Viveros, un vecino que se dedicaba a descubrir talentos, formarlos y ponerlos a jugar en el Deportivo Cali.

Germán tenía desde niño una contextura física que llamaba la atención. Era más alto que los demás y no se veía flaquito sino corpulento. Su posición era de atacante, era rápido y con una gran condición para cabecear. Sin embargo, tenía un problema, “no la metía”, recuerda Prudencio, quien entre risas cuenta que cuando lo regañaba por no definir correctamente, Mera le respondía: “Viejo Pru, es que al arquero hay que fusilarlo. Ahí no hay que pensar”.

No duró mucho como atacante. En un torneo que se disputaba en las canchas Panamericanas, el DT Ricardo Martínez lo ubicó como central y ahí se quedó. Le costó mucho, pues tendía a irse al ataque seguido y dejar espacios atrás; sin embargo, poco a poco aprendió a hacer su tarea. Los cabezazos ya no eran para marcar sino para rechazar y su potencia ahora no era para ganarles en velocidad a los defensas, sino para trancar a los atacantes. “Ser delantero es muy especial, porque a quién no le va a gustar hacer goles. Por eso ahora cada vez que puedo subo y trato de marcar”, le asegura Germán Mera a El Espectador.

A los 18 años cumplió su objetivo de ser profesional. Debutó con el Deportivo Cali ante el Atlético Huila. Claro que, según él, fue una “decisión apresurada”, porque todavía no se sentía totalmente cómodo en la defensa. Pero de los errores aprendió. Tras jugar en algunos equipos de la B fue a la MLS, al Colorado Rapids, en donde no logró adaptarse, sobre todo por no dominar el inglés. Luego llegó al Bucaramanga y en 2014 regresó al Cali, el equipo de sus amores, con el que había soñado ser campeón. Lo logró el 7 de junio de 2015. Dirigido por Fernando Pecoso Castro le dio la vuelta olímpica a la cancha del estadio de Palmaseca y fue catalogado por los hinchas como una de las grandes figuras de la temporada.

“Hace 15 años estaba en mi barrio jugando con mis amigos, descalzo y con ropa rota. Ahora mira en dónde estoy. Es una alegría ver que he cumplido mis sueños. Debuté como profesional y salí campeón con esta institución. Ahora quiero conseguir más cosas con el Cali y jugar en el fútbol italiano o inglés”, dice con seguridad el vallecaucano de 25 años, quien sigue siendo un jugador fundamental para el cuadro azucarero y fácilmente podría integrar la selección colombiana de fútbol en un futuro cercano.

Matías, su hijo, es la principal motivación para levantarse cada día a seguir creciendo como futbolista. “Yo no tuve un papá, así que con mi hijo trato de hacer todo lo que me hubiera gustado hacer con mi padre. Por él y mi esposa lo hago todo y sueño en grande”.

Por Luis Guillermo Montenegro

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