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Marrugo, el beisbolista frustrado

A pesar de que está lesionado, ‘El Peluca’ es pretendido por el Pachuca de México. Dice que antes de partir quiere ser campeón con su club.

Juan Diego Ramírez C.
24 de noviembre de 2012 - 03:16 a. m.
El volante de creación Cristian Marrugo no jugará mañana, por lesión, en el partido Tolima-Júnior por el cuadrangular A.   / Luis Ángel
El volante de creación Cristian Marrugo no jugará mañana, por lesión, en el partido Tolima-Júnior por el cuadrangular A. / Luis Ángel

La función de tercera base no lo emocionaba tanto. Lucía siempre con manilla y guayos de béisbol y le gritaba al televisor cuando jugaban los Bravos de Atlanta, es cierto. Y también es verdad que practicó ese deporte hasta los diez años en una escuela del barrio Las Gaviotas de Cartagena. Pero a Cristian Camilo Marrugo, entonces apodado El Peluca por sus cabellos desordenados, nunca le gustó ser del promedio. Por eso prefirió el fútbol. Un día, mientras jugaba con una pelota afuera de su casa, pasó un amigo de la escuela de béisbol que también practicaba fútbol y lo invitó a jugar a su escuela, Los Calamares: “Dicen que no juegas mal. ¡Vamos, vamos!”. Cristian llegó con guayos de béisbol, pero no le permitieron jugar porque no tenía carné, entonces volvió a la semana siguiente y en el partido que disputó marcó dos goles. “‘¡Ah!, mami, ya yo no quiero béisbol nunca más’, me dijo al ver que le iba tan bien en el fútbol”, recuerda su madre, Harleth. El Peluca no probó más como tercera base, sino que intentó desde entonces ser el mejor 10, al estilo Zinedine Zidane, su ídolo.

¿En béisbol era malo entonces?

(Risas) ¡Tampoco! Ni el más malo ni el más bueno. Al menos la pelota no me pegaba en la cara. Tenía mis cositas. Ahora se están yendo cartageneros para las Grandes Ligas, como Julio Teherán. Nadie sabe si yo habría podido llegar también.

¿Con qué número jugaba en ese deporte?

Con el 17, el mismo con el que jugué fútbol en Nacional, Santa Fe y Tolima. El 80 se me ocurrió hace poco por una locura. Pero ahora que sólo se pueden usar dorsales hasta el 32, decidí volver al 17, el de toda mi vida.

¿Por qué hincha de los Bravos?

No sé. En esa época era la novena que disputaba más series mundiales y sus partidos eran los que transmitían. Luego vino el título de los Marlins con Édgar Rentería. Ahí hice mucha fuerza. Pero ya no veo tanto, de vez en cuando sólo Serie Mundial.

Desde entonces sólo ve fútbol. ¿A qué jugador seguía?

Mi referente era Zidane, era muy claro, te jugaba por un costado, en el centro. No se quedaba en una sola posición. Y acá en Colombia siempre vi a Néider Morantes, Giovanni Hernández y luego, en Nacional, le aprendí mucho a El Totono Grisales. Todos juegan el fútbol con lógica.

Los volantes 10 son irregulares, intermitentes por naturaleza, pero usted siempre está intentando. ¿Hay una razón?

No me gusta perder ni en los entrenamientos. Me enojo si pierdo un voli-pie (fútbol-tenis). Y me gusta motivar a mis compañeros, correr, meter ganas. En el Nacional de Juan José Peláez jugué algunas veces de volante de recuperación y aprendí de agresividad y sacrificio, porque también me pusieron de marcador de punta. Antes uno jugaba de todo, con tal de que lo metieran.

Pero dice Jorge Luis Bernal que una vez discutieron airadamente porque él le pidió que pisara más el área rival.

Uno al principio es terco. Pero el señor Bernal mira muchos videos, es muy inteligente. Entonces luego de que me dijo eso en la semana, anoté el fin de semana, como él me había pedido. Gracias a él comencé a hacer más goles: él tenía razón. En ese sentido, mi nivel ha subido.

¿Desde cuándo tomó el fútbol como el oficio de su vida?

Luis Felipe Posso me llevó a los 14 años al Deportivo Cali. Estaba pequeño, pero convencido. Vivía en una pensión con otros jugadores, en la casa hogar de doña Myriam. Ahí todo pintaba ya serio.

Quien hable con usted sin conocerlo, no tendría ni idea de su acento a qué región pertenece…

Ajá, soy cartagenero. Pero es cierto, por estos lados dicen que soy costeño y cuando vuelvo a mi tierra ya me tratan de cachaco. Es que antes me daba rabia que me hicieran repetir lo que hablaba porque no entendían, entonces empecé a expresarme más lentamente. Además, he vivido en muchas ciudades y de todas se me queda algo. En Ibagué ya llevo cinco años.

¿Qué ha aprendido de cada ciudad?

A Medellín le tengo mucho cariño porque ahí fue donde me hice profesionalmente y donde me di a conocer. La gente me cogió mucho cariño y yo a ella. Y en Ibagué ha pasado lo mismo.

¿Y Bogotá?

Fue fugaz. En esa ciudad había mucha presión, mucho morbo, bastantes rumores. Es una plaza difícil. Si juegas un partido bien eres el mejor y si no, el peor. Además, hay que ser cauteloso en lo que dices o haces.

¿Por qué?

Por ejemplo, de mí se dijo que era un borracho, que ya no servía para el fútbol. Que era un reencauchado. A esos periodistas no los olvido, pero tampoco quiero decir nombres ni generalizar. Pero, bueno, eso me hizo madurar, yo estaba muy joven y me sirvió para lo que soy ahora.

Tanto que ahora es tenido en cuenta para la selección y podría ser vendido a México…

Sí, hay opciones serias para ir al fútbol de ese país, pero primero pienso en Tolima porque hay que ir por el título, no hay de otra. Ese interés, así como el llamado a la selección de Colombia, es el reflejo de mi trabajo.

Por Juan Diego Ramírez C.

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