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Memorias de Héctor “El Vagón” Hurtado

El delantero vallecaucano de 39 años jugó por última vez en 2013 con la camiseta del América de Cali. Ahora es técnico de la escuela Verdolagas Vallecaucanos.

Ricardo Arce
17 de abril de 2015 - 03:30 a. m.
El Espectador / Héctor Hurtado en un entrenamiento de la selección de Colombia.
El Espectador / Héctor Hurtado en un entrenamiento de la selección de Colombia.

Su potencia y velocidad hicieron que lo apodaran El Vagón. Con el balón en los pies tenía la facilidad de llevarse lo que fuera por delante y definir con clase. Héctor Hurtado fue ídolo del América de Cali, en donde se retiró en 2013, y de Atlético Nacional, club con el que sigue vinculado como técnico de la primera escuela verdolaga en el Valle del Cauca. En diálogo con EL Espectador el tulueño de 39 años recordó anécdotas de su vida como futbolista.

Como futbolista activo, ¿cuál fue un momento inolvidable?

Creo que fue cuando el profesor Jaime de la Pava, por allá en 1999, en una pretemporada de enero con el América, llegó y llamó al profesor Diego Barragán y me dijeron que me preparara porque iba a jugar todos los partidos del semestre. Ese año llevaba la 10 en la espalda, así que era una responsabilidad muy grande. Gracias a Dios logré marcar diferencia en el terreno de juego y no sólo me gané el respeto de mis compañeros sino también el de la hinchada.

¿Quién le dijo que podía jugar fútbol profesional?

Pues es que tuve un poco de locos alrededor. El más loco de todos era Hugo Gallego. Cuando estaba en el equipo profesional, por allá en el año 92-93, con América, tenía como 16 años y Diego Umaña era el asistente de Francisco Maturana, otro loco. Para las eliminatorias de EE.UU.-94 se fue Pacho y le dieron el equipo a Hugo Gallego. Yo estaba terminando mi colegio; una vez había concentración y Gallego preguntó dónde estaba yo y le dijeron que andaba estudiando. Recuerdo que cuando llegué al entrenamiento me miró con esos ojos que uno no sabía a dónde miraban y me dijo: “Muchacho, ¿vos qué haces en ese salón? Retírate de allá que vos vas a ser uno de los mejores futbolistas. Yo necesito que te quedes en el equipo profesional”.

¿Cuál fue el momento más triste en el fútbol?

Creería que fue en el Suramericano, cuando estábamos con la selección juvenil y quedamos eliminados aun teniendo un equipazo: Iván Ramiro Córdoba, Mario Yepes, Gerardo Bedoya, Brahaman Sinisterra, Jorge Bolaños, Ricardo Ciciliano, Néider Morantes, Giovanni Hernández, Jairo Castillo y Juan Pablo Ángel, entre otros. Nosotros nos mirábamos y no lo creíamos. Nos habíamos quedado todo diciembre, incluido 24 y 31, en Bogotá, preparándonos, y de nada sirvió.

¿Cuál fue el título que más se gozó?

Creo que el del 2000. En simultáneo estaban jugando Santa Fe y Júnior y necesitábamos que Santa Fe ganara o empatara. Nosotros estábamos jugando contra Tolima en el Pascual, y Bernal, el quinesiólogo, estaba escuchando por radio. Se lo quité y me puse a caminar por la pista atlética. Cuando oí que en Bogotá se había acabado el partido tiré ese radio hacia arriba. Celebrábamos y el estadio empezó a moverse todo. Fue algo inolvidable.

¿Qué le dejó el fútbol?

Creo que lo más importante son los amigos que durante estos 20 años tuve la oportunidad de conocer.

¿Por qué nunca llegó al Deportivo Cali?

No llegué porque cuando me fui a Brasil, Cheché Hernández y Nunes ya le habían dicho a la gente del Cali que me comprara, pero ya sabíamos quién manejaba el equipo y dijeron que ni locos. Después, cuando estuve en Nacional, Bernardo Redín tuvo el equipo y el deseo de llevarme, pero finalmente no se dio. A pesar de ser hincha del América, siempre he reconocido la grandeza de un club como el Deportivo Cali.

¿Siente que fue un ganador?

Creo que lo fui.

¿Qué opina de su amigo Máyer Candelo?

Candelo no, Candelmo (risas). A veces lo molesto cuando hablo con él y le digo así. Ramón Vázquez, el preparador físico, una vez se equivocó y le dijo Candelmo, y desde ese día así quedó. Es uno de mis mejores amigos y tuve la oportunidad, no sólo yo sino mi familia, de acogerlo como un hermano. Yo llegué a Perú gracias a Máyer y desde ese momento hicimos una bonita amistad.

Si Candelo aún es jugador activo, ¿usted por qué no continuó?

(Risas) La ventaja de Máyer es que tomó una muy buena decisión. Cuando Richard Páez lo llamó también me llamó a mí, porque él quería que los dos llegáramos a Millonarios. Páez había dirigido el Alianza Lima y nosotros estábamos en la U de Gareca. Entonces decía que iba a coger a Millonarios y deseaba que tanto Máyer como yo estuviéramos allá, pero yo estaba más enfocado en prepararme y seguir estudiando y esa posibilidad la vi en Perú.

Por Ricardo Arce

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