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"Misión cumplida"

Jaime Arroyave le abrió las puertas de su casa a El Espectador y le mostró los más de 70 títulos que obtuvo durante su carrera. Recuerdos, anécdotas y locuras que ha cometido en sus 86 años de vida.

Theo González Castaño
29 de septiembre de 2014 - 02:00 a. m.
Jaime el ‘Loco’ Arroyave, en su casa en el barrio Teusaquillo en  Bogotá.  /Luis Ángel
Jaime el ‘Loco’ Arroyave, en su casa en el barrio Teusaquillo en Bogotá. /Luis Ángel
Foto: LUIS ANGEL

Su caminar es lento, nada lo afana mientras abre la puerta de su casa, ubicada en el tradicional barrio Teusaquillo en Bogotá. Parece que disfruta el sol que esa mañana calienta la ciudad, pues mira al cielo y sonríe. Es un hombre bastante alto y de contextura robusta, tal y como aparece en las cientos de notas, reportajes y perfiles que le han hecho en diferentes medios de comunicación de Colombia y el mundo.

- “Bienvenido, soy Jaime Arroyave Rendón, mucho gusto”.

Ingresar en su casa es viajar en el tiempo. Las paredes parecen las de un museo, en ellas están colgados cientos de diplomas, reconocimientos y fotografías que testifican el gran recorrido que tuvo en el mundo del fútbol y el microfútbol en Colombia. “Las distinciones no caben en mi casa, los cuadros tampoco, las medallas y trofeos menos. Por allá, tengo hasta una condecoración del padre Almanza”, dice entre risas El Loco Arroyave, mientras cuenta que hace poco un taxista no le cobró la carrera porque lo había visto en una entrevista de televisión. “¿Sí ve?, Millitos es una berraquera. Después de tanto tiempo y todavía me reconocen”.

Con 86 años cumplidos, Arroyave se mantiene más cuerdo que nunca. Dialogar con este personaje es ahondar en la historia colombiana. Su memoria está repleta de recuerdos y anécdotas que gustosamente podrían escucharse una y mil veces por lo divertidas y auténticas que resultan. Como aquella ocurrida una tarde de noviembre de 1974, cuando Millonarios, dirigido por Gabriel Ochoa Uribe, visitó la húmeda ciudad de Quibdó para disputar un partido contra la selección de Chocó y en el que Jaime fue el encargado de la dirección técnica. Sin embargo, ese partido no sería igual, pues el médico Ochoa le hizo la recomendación de que alineara a Luis Eduardo Camello Soto, quien venía de una lesión, para saber si ya estaba totalmente recuperado. El problema surgió cuando el árbitro del partido, luego de una falta dentro del área a favor de los chocoanos, sancionó una pena máxima y expulsó a Soto, lo cual provocó la ira de Arroyave, quien entró al campo y retiró a su equipo, que en ese momento empataba 1-1. Al ver esa situación, al alcalde del municipio le tocó ingresar a la cancha y pedirle que no retirara al conjunto, porque la gente en la tribuna se estaba impacientando y el orden público se podía alterar. Jaime escuchó al alcalde y le pidió tres condiciones para continuar con el partido. “Lo primero que le dije fue que cambiaran al árbitro; segundo, que no se cobrara penal, sino un tiro a 40 metros del arco, y tercero, que Soto volviera a entrar al partido”, dice Arroyave, y agrega: “Me aceptaron todas las condiciones”. Como siempre, Jaime se salió con la suya y Millonarios ganó el partido con un gol del Camello Soto.

Mientras habla, El Pantalonudo mueve sus enormes manos de un lado para el otro. Pareciera que con ellas todo lo que dice tomara fuerza. Las agita de arriba abajo, las usa para señalar una foto o para aplaudir uno de los tantos chistes que cuenta en medio de la conversación. “¿Sabe cuál es la diferencia entre un loco y yo? Pues que yo no estoy loco, maestro”. Vuelve a reír y continúa narrando sus aventuras dentro del mundo del fútbol y el microfútbol en Colombia. “Como me di cuenta de que nunca podría ser presidente de una federación de fútbol en Colombia, fundé una de fútbol chiquito, la de microfútbol”. También dice que la seriedad no es una postura física, sino que se demuestra a la hora de trabajar y por eso le dejó a Millonarios un capital incalculable al traer varios jugadores al club que luego se convirtieron en estrellas del primer equipo y no les costaron ni un peso. Entre ellos Willington Ortiz, Senén Mosquera y El Pocillo López.

Y precisamente Willington Ortiz, uno de los jugadores más talentosos en la historia del fútbol colombiano, recuerda con gratitud a Jaime Arroyave Rendón, la persona que lo descubrió y llevó al profesionalismo para que con sus gambetas y velocidad deslumbrara el mundo de este deporte.

“La primera vez que lo vi en las playas de Tumaco, me llevé una impresión totalmente diferente de su personalidad, pues su aspecto grande y robusto, que hasta temor me dio, escondía ese ser humano agradable y dicharachero que habita dentro de él”, afirma Ortiz en el prólogo del capítulo V del libro La huella de un maestro, homenaje escrito por Guillermo Ruiz Bonilla y William Rodríguez, como un reconocimiento a esta insignia del deporte en Colombia. En ese prólogo también dice que jamás olvidará aquel enero de 1972 cuando “me hizo firmar el precontrato con Millonarios en una servilleta en un avión de regreso a Bogotá luego de jugar un cuadrangular amistoso en Aruba. En ese torneo yo fui la figura y, como otros clubes se interesaron en mí, él quiso asegurarme lo más rápidamente posible para que yo me quedara en Millonarios”.

“En la pared tengo diplomas del Comité Olímpico, del IDRD, publicaciones en los principales medios de Colombia, cientos de reportajes que me han sacado. Tengo de todo, pero eso se queda ahí guardado. Incluso la Copa Mundial de Microfútbol que lleva mi nombre. De lo único que me arrepiento es de no haber sido mejor de lo que fui. Tendría que ser mejor, pero por lo menos me queda el sentido del humor, me queda la sensación de que hay muchas maneras de vivir y yo escogí la alegría, el ser feliz. Quiero que Dios me lleve así, como lo que soy, como el ‘Loco’ Arroyave”.

Luego hace silencio, un silencio que se siente por toda la casa, cierra los ojos y dice: “Maestro, vos estás hablando no con un viejo, sino con un hombre que dejó de ser joven. Estás hablando con un modelo 1928, primera serie, que no tiene repuestos pero tiene una memoria espectacular”.

Con la misma naturalidad que abrió la puerta de su casa, se despide el que quizás es el técnico con más títulos de fútbol aficionado. Afirma que la historia de su vida podría titularse “Una misión cumplida” y que la muerte está a la vuelta de la esquina, aunque ahora es mejor no pensar en ella. Resulta mejor reír y seguir contando los cientos de anécdotas que vivió gracias al deporte más bonito del mundo y al que le debe todo, el fútbol.

 

tgc_777@hotmail.com

@Theo_Gonzalez

Por Theo González Castaño

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