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'Pecoso', el milagroso

Llegó con el objetivo de salvar al equipo opita del descenso. Lo cumplió y ahora lucha por clasificar a los cuadrangulares de la Liga.

Luis Guillermo Montenegro
27 de octubre de 2014 - 01:03 p. m.
Fernando Castro Lozada, técnico del Atlético Huila. / El Espectador
Fernando Castro Lozada, técnico del Atlético Huila. / El Espectador

Fernando Pecoso Castro tenía unos taxis en Manizales. Durante esa época sufrió porque muchas veces los conductores no cuidaban los carros, se les olvidaba hacerles mantenimiento y terminaban varados. “¿Entonces qué? ¿Ya le revisó el aceite, le cambió las pastillas, les echó aire a las llantas?”, les decía a sus conductores. “Si no estaba encima de ellos y los abandonaba, no había nada. Ahí aprendí que en ese y en cualquier trabajo hay que estar encima de los empleados para que los resultados se den”, le asegura a El Espectador el técnico del Atlético Huila, quien ha aplicado al fútbol esa misma ideología para que los resultados se den.

A sus 65 años volvió al fútbol luego de dos años sin dirigir. Llegó al Huila, un equipo que estaba en posiciones de descenso y que cuenta con una limitada nómina de jugadores. Sin embargo, como lo hizo con el Deportes Quindío, armó con las uñas un equipo competitivo y no sólo cumplió el objetivo de salvar la categoría, sino que está luchando por clasificar a los cuadrangulares semifinales. La hinchada opita ha vuelto a llenar las tribunas del estadio Guillermo Plazas Alcid y de nuevo el “¡Pecoso, Pecoso, Pecoso!” se ha oído a coro, como en los tiempos en que el técnico manizaleño logró el título con el Deportivo Cali, en 1996.

¿Por qué se demoró tanto en volver a dirigir?

Porque nadie me daba lo que yo pedía. Varios dirigentes me llamaban y me decían: “¿Más o menos cuánto quiere?”, y se quedaba todo ahí. Yo les decía: “Si usted quiere que yo sea técnico de su equipo, sentémonos a negociar”. Y ahí quedaba todo. Hablé con Águilas Doradas, Envigado, Cúcuta, Unión Magdalena, Bucaramanga, Real Cartagena y Tolima, pero no llegué a acuerdos. Por ejemplo, el senador Gabriel Camargo me quería en su equipo, pero con la condición de que el contrato no era a término fijo porque a él le gusta echar al técnico cuando quiere y yo así no trabajo.

¿El Huila también lo había buscado desde antes?

Sí, yo les había dados mis condiciones y no las aceptaron. En ese momento trajeron a Javier Álvarez y a los cinco meses salió. Es que yo no me presto para payasadas: acepto cuando veo que tengo las condiciones para hacer mi trabajo como me gusta. Luego me volvieron a llamar los directivos a decir que aceptaban lo que yo pedía y ahí llegué.

¿Ha sido fácil volver a dirigir?

Uno tiene que tener ética, profesionalismo y respeto. Muchas personas no comulgan con uno y creen que trabajar y trabajar está mandado a recoger, pero lo que pasa con el Huila es muestra de que no. Si uno encuentra un grupo dispuesto, los resultados siempre se van a dar. Así tenga uno once cracks, si no se trabaja con intensidad no se logran los objetivos.

¿Temió desactualizarse?

Estuve estudiando en España. Fui a ver trabajar a Fabio Capello, Louis van Gaal; antes he visto a Carlos Salvador Bilardo, Ómar Pastoriza y Bambino Viera. He estudiado callado, eso no hay por qué decírselo al mundo entero. Lo importante es que los conceptos se le hayan quedado a uno. Por eso sabía que en cualquier momento podría volver a dirigir.

¿Cuál ha sido el principal cambio de trabajo del Huila de hace unos meses al de hoy?

La verdad es que por respeto yo no pregunté mucho cómo se trabajaba con el técnico anterior, pero lo que sí es cierto es que llegué con una idea diferente, de compromiso. En el fútbol usted trabaja cuatro horas diarias. O por la mañana o por la tarde, pero lo que pasa es que el jugador colombiano promedio es muy vago y sinvergüenza. Vive esperando la oportunidad para vagabundear, así que por eso hay que tenerlo ocupado. Por eso es que a mí me gusta trabajar a doble jornada para estar pendiente de ellos. Así que entrenamos dos horas por la mañana y dos por la tarde. El tiempo libre no es bueno para el futbolista, mucho menos en una ciudad como Neiva, por eso hay que tenerlos distraídos para que no se pierdan. Ese cuento de que en la mañana sí y en la tarde no, conmigo no va.

¿A qué horas entrenan?

Salimos a las 7:00 a.m. a la cancha. Más o menos a las 7:30 a.m. estamos iniciando y a las 9:30 a.m., antes de que el sol y el calor se pongan fuertes, terminamos. Por la tarde, también cuando hay sombrita, trabajamos de 4:30 p.m. a 6:30 p.m.

¿Y cómo mantener al futbolista motivado tras la carga de trabajo?

Uno con los jugadores tiene que ser claro y hablarles de frente. A todo el mundo lo respeto, pero pongo mis condiciones. No soy lambón ni lavaperros de nadie, por eso les puedo hablar fuerte. Lo primero que les dijimos con nuestro cuerpo técnico fue: “Muchachos, esto es un trabajo en el que hay que meterle duro. El que no quiera me avisa y yo hablo con los directivos. Se van a dar cuenta de que el esfuerzo vale la pena cuando les comiencen a pagar premios por cumplir objetivos”. Ser futbolista es un trabajo, y así como a cualquier empleado en el país se le exige trabajar un número de horas. Así soy con mis futbolistas.

¿El fútbol de hoy en día exige más que en su época de jugador?

Sí, mucho más que antes. Por eso triunfan los colombianos de ahora en Europa, porque se están acostumbrando a trabajar. Antes no teníamos mucha conciencia de lo que era el fútbol. En mi época se vagaba mucho. Uno creía que por ser futbolista podía ir a donde las prostitutas y emborracharse todos los días. Aunque todavía falta mucho por mejorar, el jugador colombiano está cada día más comprometido.

¿El objetivo era alejarse del descenso o entrar a los ocho?

Lo primero era alejarse del descenso y eso ya lo cumplimos. Pero partido tras partido nos hemos metido entre los ocho y uno tiene que seguir soñando. Eso no lo vamos a dejar a un lado. Si seguimos sumando, pues nos vamos a alejar mucho más del descenso a futuro y vamos a estar adelante. Aunque todo tiene que ser con prudencia. El hecho de que nos hayamos alejado del descenso no quiere decir que estamos para ser campeones. Todo va paso tras paso. Aún no somos ni el Bayern ni el Real, hay que ser sinceros.

¿Está feliz en Neiva?

En Armenia estaba a hora y media de mi casa. Iba a ver a mi familia. Acá le queda a uno mucho más difícil. Son nueve horas en bus y salir en avión es un problema. El clima es muy caliente, desesperante a veces, mucho más cuando uno está acostumbrado a los 14 o 16 grados de Manizales, pero lo que es cierto es que acá me la paso trabajando, y mientras esté distraído estoy feliz. Además, la gente me ha tratado muy bien y eso es muy lindo de sentir.

Por Luis Guillermo Montenegro

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