:format(jpeg)/www.elespectador.comhttp://thumbor-prod-us-east-1.photo.aws.arc.pub/b86XJphJOD7PYBxf-yHqtLO81yk=/arc-anglerfish-arc2-prod-elespectador/public/3CLJOVENAVD7TMT4PO634QQDJA.jpg)
En Independiente Santa Fe todo le salía bien a Gerardo Pelusso. El uruguayo tocó el cielo con las manos en diciembre pasado cuando ganó la Copa Sudamericana y este semestre ya había cuadrado caja contra Cobresal en la Copa Libertadores para ubicarse en la segunda posición del grupo 8, a dos puntos de Corinthinas de Brasil.
Pero ese cuento de hadas en el que se encontraba el entrenador con el cuadro cardenal llegó a su fin el sábado 19 de marzo, después de un mensaje que publicó Omar Pérez donde anunciaba su retiro, Pelusso de inmediato le comunicó a su cuerpo técnico que se iba, que no había “vuelta de hoja”.
El uruguayo no dio el brazo a torcer. Su decisión fue firme. Hubo un interés por parte de Santa Fe para seguir contando con él, pero las groserías que toleró en el hotel que se hospedaba y el mal comportamiento del volante argentino no le permitieron seguir. “En el club todos me pedían que no me fuera, pero no tenía por qué aguantarme esa situación, quisieron echarme culpas”, dijo el entrenador en diálogo con la prensa uruguaya.
“Les informo que doy un paso al costado por la falta de respeto que han tenido conmigo”, escribió el mediocampista argentino cuando anunció su salida. El uruguayo se refirió precisamente a la forma en la que el argentino anunció su salida del club, “lo que hizo este muchacho es un muy mal ejemplo”. Además precisó, “Pérez me echó la culpa por no decir que está lesionado y quiere seguir siendo el crack. Él no estaba listo para jugar y lo premiamos dándole minutos”.
La difícil relación entre Pelusso y Pérez, que ya se había evidenciado desde principio de año cuando el técnico mostró que el argentino no era su primera opción, apresuró la renuncia del estratega uruguayo, pocas horas antes del clásico contra Millonarios.