Ray Vanegas, el gol de la gloria

Un sincelejano, de 19 años, fue quien llevó a la final al poderoso, que este miércoles juega el partido de ida contra Millonarios (7:00 p.m. Directv).

Luis Guillermo Montenegro
12 de diciembre de 2012 - 02:22 a. m.
Así celebró Ray Vanegas el tanto frente al Itagüí.   / Luis Benavides
Así celebró Ray Vanegas el tanto frente al Itagüí. / Luis Benavides

“Mijo, va a entrar a la cancha: ¡haga lo que se le dé la gana!”, le dijo El Bolillo, desesperado. En vez de una orden táctica, era una petición de auxilio y de salvación. Y Ray Vanegas, un sincelejano de 19 años aún sin debutar como profesional, se lo tomó muy a pecho y asumió el mando de su libre albedrío: se insinuó en el segundo palo tras el cobro de Sebastián Hernández y anticipó, como el insolente que pidió El Bolillo, para marcar de cabeza al minuto 92 y otorgar el tiquete a la final de Independiente Medellín.

Mientras celebraba, en la tribuna se preguntaban, tampoco sin mucha curiosidad, quién era Ray Vanegas, hasta ahí un desconocido. Eso es suficiente para referenciarlo: Su nombre, Ray, por el jugador brasileño Raí, hermano de Sócrates y quien jugó en la década de los noventas. Su familia, futbolera, pero sin algún miembro que haya logrado figurar, pues sólo él lo hizo, luego del gol del domingo. Su hermano, Giancarlo Vanegas, está en las divisiones menores de Junior de Barranquilla, pero no ha logrado sobresalir.

Ray comenzó a los cuatro años a practicar fútbol de manera regular. Lo hacía en un equipo de Sincelejo llamado Goz Sports. A los nueve, le ofrecieron jugar en Turbo, Antioquia, en un equipo que dirigía Jhon Bernardo Ochoa, quien fue después su padre futbolístico.

“A esa edad tan corta dejar mi familia fue difícil, sin embargo, yo sabía que era un sacrificio que debía hacer para poder cumplir mi sueño de ser futbolista”. Comenta el joven costeño, quien con ese equipo, Estrellas FC, jugó el torneo Pony Fútbol, aquél que le dio el impulso necesario para llegar a un club grande.

El partido que más recuerda Ray, en ese certamen, fue contra un equipo de Chigorodó. “Íbamos perdiendo 1-0, yo estaba en el banco y faltando pocos minutos para el final pude entrar. Dios me dio una gracia especial y logré convertir dos goles para darle el triunfo a mi equipo”. Esos tantos le devolvieron la vida futbolística: “antes de eso ya todos estaban desilusionados conmigo, habían llamado a mi papá a decirle que yo no servía para nada, pero gracias a eso me llamaron a la inferiores del Medellín”.

Se radicó en el barrio Moravia de esa ciudad, en la casa de su tía Deyanira Analla. En principio, lo subestimaron en el equipo por su corta estatura, pero poco a poco fue escalando. Sueños del balón, la antigua sociedad del equipo paisa lo apoyó y pagó a su padre por los derechos deportivos. Pero su nivel decayó de nuevo: en los entrenamientos hasta lo ignoraban. Pero, la suerte se acordó de él, cuando en un partido, con un movimiento logró captar la atención de El Bolillo Gómez, presente ese día, por lo que comenzó a entrenar con el primer equipo. Al poco tiempo de estar ahí pudo debutar en el equipo profesional en un partido de Copa Colombia frente al Rionegro; sin embargo, falló un gol debajo del arco, por el que lo bajaron nuevamente a las inferiores. “Me desmotivé, pero aproveché el tiempo para pensar, reflexionar y creer en Dios. Y tuve la fortuna, dos semanas después, de regresar al equipo profesional”, comenta Vanegas.

El viernes pasado, sin embargo, le notificaron en la mañana que no había entrado en la convocatoria para el partido contra Itagüí y preparó un fin de semana de descanso. Que, por gajes del destino, tuvo que posponer. “Me llamaron a la una de la tarde del mismo día y me dijeron que Germán Cano no se había podido recuperar de la lesión, que estaba convocado. No pensé que fuera ni de suplente, si no en la tribuna, pero igual me emocioné mucho”, dijo Vanegas.

Al hotel de concentración llegó y le tocó compartir habitación con el panameño Amílcar Henríquez, un referente del equipo y quien justo para ese partido fue el capitán por la ausencia de John Viáfara. “Con él hablé mucho, antes y después del partido, es uno de esos jugadores experimentados que le aportan mucho a uno. Disfruto cuando él o Viáfara o Castellanos me aconsejan; eso es importante para uno cuando está comenzando”.

Cuando el juego seguía 0-0 y en el Atanasio, Nacional derrotaba a Equidad, el Pancer Carvajal (asistente técnico) se le acercó y le dijo que se preparara, porque en cualquier momento iba a ingresar. “Las manos me sudaban, tenía mucha emoción, pero a la vez presión de saber que iba a poder entrar a un partido complicado y definitivo”. A los cinco lo llamó El Bolillo e ingresó al campo, “ahí ya me sentí más tranquilo, además toqué el primer balón y eso me dio aún mayor seguridad”.

Al minuto 92 llegó la jugada definitoria. “Todo fue en cámara lenta, precisamente siempre me hago en el segundo palo, porque ahí he marcado muchos goles. Vi el centro de Sebastián Hernández, cuando veo a Mena picar al primer palo, tomó mi posición y cabeceó el balón, cuando entró no lo podía creer”.

Por Luis Guillermo Montenegro

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